«Atómica»: Charlize, perversa polimorfa

eduardo galán blanco

CULTURA

La película de David Leitch es tan absurda y demente como cualquier otra de acción tipo «blockbuster»

11 ago 2017 . Actualizado a las 07:54 h.

Para qué negarlo. Nada más subir el telón -de acero-, te diviertes. Y eso que Atómica es tan absurda y demente como cualquier otra película de acción tipo blockbuster. Pero también contiene un atractivo y raro halo, perverso y mártir, que gira en torno a la heroína encarnada por Charlize Theron, secret agent con licencia para matar que se desmarca de James Bond, su vicioso modelo masculino del MI6. Y es que ella, aficionada a los baños de hielo, parece seguir al pie de la letra los consejos de San Agustín: la rubia atómica peca un montón, pero no tiene vicios. Y es una perversa polimorfa que exhibe sus pulsiones con sencillez casi infantil. La comentada secuencia lésbica entre la agente inglesa y la francesa, o sea, entre Theron y la moruna Sofía Boutella, es de un diseño Penthouse muy demodé, sin embargo sirve para insistir en el espíritu adusto y espartano del personaje.

Por lo demás, esta Guerra Fría de superagentes que nos propone el filme nos la trae al pairo y, seguramente, John le Carré se sentiría insultado por el burdo retrato comiquero que se hace de los últimos días del muro de Berlín. A cambio, la todopoderosa Theron contribuye, y mucho, al entretenimiento del espectador, pues es la heroína del cine de acción más hipervitaminada de la historia. Ni Angelina Jolie, ni Kate Beckinsale, ni siquiera Milla Jovovich le aguantarían un asalto. Tras la última entrega de Mad Max, la sudafricana revalida su título, riéndose, enorme, elegante, inaccesible, de su pequeño y miserable superior Toby Jones, en el equívoco desenlace del interrogatorio en flashback que ocupa toda la película.

En fin, dejando aparte las recurrentes y enfáticas panorámicas que revolotean de abajo arriba por la anatomía de la actriz, hay que admitir que el efecto narcótico del cine hace bien su trabajo y devoramos con los ojos casi todo lo que se nos ofrece, incluidas las sensacionales peleas coreografiadas por un director que antes fue notable stuntman. Porque, con relativa frecuencia, la película le gana la batalla a los efectos especiales. Y la tecnología no consigue asfixiar al cine.