«Wonder», sonrisa sin sonrojo

miguel anxo fernández

CULTURA

El director Stephen Chbosky renuncia al ingrediente babosete y opta por una agradecida mesura, a riesgo de resultar poco verosímil por momentos

12 dic 2017 . Actualizado a las 08:54 h.

Para quienes no conozcan la exitosa novela que recrea la película, una visual al cartel, con un crío agazapado bajo un caso de astronauta y acompañado de un perro, es como para salir corriendo. Y encima en un made in Hollywood, cuyas ramas de superación personal suelen ser cómplices de míster Kleenex. O de ser poco recomendables a diabéticos, por aquello del azúcar... Unos padres maravillosos, una hermana guay y comprensiva, y Auggie, un crío de 10 años con una deformación facial de nacimiento que la cirugía estética intenta solventar después de casi una treintena de operaciones. Reconozcamos que, leído así, Wonder no es que invite al entusiasmo. Pero el director, Stephen Chbosky, que en el 2012 sorprendiera con su segunda pieza, Las ventajas de ser un marginado, y uno de los creadores de la serie Jericho, además de reputado guionista -aquí compartido-, renuncia al ingrediente babosete y opta por una agradecida mesura, a riesgo de resultar poco verosímil por momentos.

El buenismo amenaza con adueñarse del cotarro, pero no pasa de eso, en su clara voluntad de transmitirnos que por encima del mal y del cainismo acaba imponiéndose el sentido común. Auggie ya bastante tiene con lo suyo para que él solito no trate de superarlo, aunque sea con la complicidad de todos, empezando por sus propios padres -sobre todo Julia Roberts, una madre que te la crees- y por su hermana, que sigue en el guion su propio desarrollo. Súmense unos secundarios comedidos, sin caer en la caricatura. El director del colegio, por ejemplo, es un tipo normal, sin duda un buen profe que toma al crío bajo su protección. O el niño repelente, que lo es sin echar espuma por la boca... Y así el tono general, muy fijado a la etiqueta de cine familiar, como que muy navideño, como manda el tópico. Que un filme apueste por la cordialidad, por el buen rollo y rompa una lanza por la tolerancia, tampoco debería ser una novedad. Pero casi lo es porque ya no está de moda. La renuncia de Chbosky a ponerse estupendo, pone la guinda. No te sacan los colores.