Weiwei busca remover una herida

miguel anxo fernández

CULTURA

«Marea humana» pretende ser un grito de impotencia ante políticos e instituciones que parecen ponerse de perfil ante el drama de la inmigración

11 abr 2018 . Actualizado a las 08:18 h.

Seguro que Ai Weiwei no pretende dar lecciones de documental. De hecho, insiste en mostrar Marea humana como un grito de impotencia ante políticos e instituciones que parecen ponerse de perfil ante el drama de la inmigración. Realmente, de ser otra su pretensión, acordemos que el resultado artístico admitiría no pocos reproches. El principal sería la omnipresencia en pantalla del propio activista chino -actualmente instalado en Berlín- y el contraste por momentos en exceso llamativo, entre la tragedia humana -porque también lo es- y la belleza de algunas imágenes, en verdad espectaculares gracias a ese invento diabólico que es el dron. Estamos, sin duda, ante su obra más ambiciosa, alejada de cualquier veleidad artística o formal, para la cual empleó un año grabando con una veintena de equipos, visitando 23 países -desde la griega Lesbos a Palestina, Irak, Kenia, Bangladés, México, Macedonia...-, varios cientos de campos de refugiados y casi un millar de horas de imágenes. Algo descomunal para dejarlo en dos horas largas de metraje.

Como es obvio, Weiwei se erige en estrella -quizá sobren selfis- con la intención de sobreponerse a la rutina que ya afecta al telespectador occidental, al que día sí y día también le llegan imágenes de la crisis humanitaria del Mediterráneo, como también de Siria y su guerra, hasta un extremo de saturación, con lo cual lo que es un tema de seriedad incuestionable acaba diluyéndose en las conciencias más allá de sectores implicados con las oenegé a la cabeza. Por eso, la propuesta del documental adquiere otra dimensión. Muestra lo que ya sabemos -es verdad que mucho menos de Kenia que de Lesbos o Alepo-, pero condensado y concatenado para golpearnos en el corazón. Renuncia el autor a especular soluciones más allá que las dictadas por el sentido común, y que los gobiernos, al menos en su mayoría, no parecen adoptar, y si lo hacen es con soluciones represivas, de controles fronterizos o parcheando, como en las carreteras secundarias. Busca remover en una herida supurante. Tampoco podía hacer mucho más.