Ramón Pernas: «En ''El libro de los adioses'' habita gran parte de lo que he sido»

Montse García Iglesias
Montse García SANTIAGO / LA VOZ

CULTURA

Pernas, en Santiago, posando con su última novela
Pernas, en Santiago, posando con su última novela XOÁN A. SOLER

El autor viveirense asegura que la obra es una suma de sus novelas anteriores y un homenaje a sus «fantasmas más queridos»

09 oct 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Después de Hotel Paradiso y El libro de Jonás, el escritor Ramón Pernas (Viveiro, 1952) cierra lo que él denomina la Trilogía de la ausencia con El libro de los adioses (Espasa), que tiene como punto de partida a un afamado escritor, Leonardo del Río, quien, a sus 79 años, recibe el encargo de escribir la que puede ser su última novela. 

-¿Por qué la elección de un escritor como protagonista?

-Porque es lo más próximo a mi conocimiento. Es como describirme a mí mismo. No voy a cumplir 80 años hasta dentro de algunos lustros, pero me pongo en su pellejo y pienso en cómo no llegan las palabras precisas ni las frases maravillosas al ordenador.

-Las tres voces principales de la novela superan o rondan los sesenta años. ¿Faltan personajes mayores en la literatura?

-Absolutamente. Ahora se premia y estimula la juventud, la vigorexia, lo políticamente correcto... Es todo lo más próximo a lo banal en literatura. La edad que tengo yo es la edad que tienen mis novelas y mis personajes. Escribo sobre aquellas personas que casi nadie escribe. Escribo vidas enteras, vidas contempladas desde los sesenta o más años. Entonces, realizo un contraste entre la juventud y la vejez. Soy un escritor viejo a la vez que soy un viejo escritor.

-¿Cuánto le aportó de usted, entonces, a cada uno de los personajes?

-Todo son retazos de una vida que conozco bien, que es la mía. Todo es verosímil y nada es real. La literatura es hacer realidad aquello que se sueña, y vivir lo que soñamos es lo más cercano a la magia y a la fantasía que se puede contemplar.

-¿Tuvo, como el protagonista, alguna vez miedo a la página en blanco?

-No, porque yo escribo para combatir la muerte. Para mí escribir es mi recreo, no tengo ningún sufrimiento de autor consagrado que reivindica lo duro que es escribir. Para mí escribir no solamente no es duro, sino que es necesario, es uno de mis placeres esenciales más básicos.

-En «El libro de los adioses» recoge propuestas de otras novelas: esa mirada atrás, las referencias literarias, voces en primera persona...

-Es un catálogo de mis fantasías y mi canon literario. En este libro habita gran parte de lo que he sido. Evidentemente es una suma de libros anteriores y un homenaje a Vilaponte (Viveiro), a Galicia, a mis fantasmas más queridos y a mis ciudades amadas. A Coruña, por ejemplo, tiene un protagonismo en esta novela cuando Leonardo hace un viaje idéntico al que habían hecho sus padres y pasea desde el Obelisco a María Pita a caballo de su memoria.

—Vilaponte nunca falta en su novelas...

—Es mi territorio más querido, donde yo me ubico, incluso, viviendo en Madrid nunca he salido de Vilaponte/Viveiro.

-Por la novela pasan Borges, Cortázar, Cunqueiro, Pérez-Reverte...

-Es gratitud a autores que me han construido poco a poco, libro a libro, desde Borges a Cunqueiro. Les devuelvo un abrazo literario por los que yo he recibido leyéndolos.

-En esta novela añade la impostura.

-Un escritor es un impostor. En esta novela no existe más compromiso que el literario. Me debo, en gran parte, a lo que he leído. Uno es lo que lee y, a veces, tienes que devolver palabra a palabra, frase a frase, página a página, gran parte de lo vivido.

—Después de cerrar la trilogía con «El libro de los adioses», ¿ya está pensando en lo próximo? ¿Cuesta despedirse?

—Lo próximo, por lo menos, tiene ya una línea escrita. Hasta ahora he escrito sobre personas, pero a las personas les falta algo que es fundamental: la casa. La próxima novela es la casa; la casa contada desde la memoria de un hombre que va a levantar la casa donde vivieron sus padres.

—Siempre la memoria.

—La melancolía junto con la nostalgia suman lo equivalente a la saudade. Y yo soy un habitante melancólico de la saudade como nostalgia.