Hergé, Goscinny y Uderzo: ahora sí, este es el final del trío más popular del cómic europeo

CULTURA

Yves Herman

24 mar 2020 . Actualizado a las 20:31 h.

Desde hace más de sesenta años, la puerta de entrada al cómic moderno para generaciones de medio planeta han sido las aventuras de Astérix y Obélix (en España también Mortadelo; no es incompatible, de hecho, comparten muchas cosas). Que alguien sea capaz de eso, de ser el introductor a un género para millones de lectores, le hace merecedor de un puesto de honor en la historia de la cultura del siglo XX. En este caso, ese alguien fueron dos: Albert Uderzo y René Goscinny. Junto a Hergé, los más populares del tebeo en Europa.

A ese trío maravilloso, irrepetible en el tiempo, solo le sobrevivía el primero de ellos. Aunque desde hace años había que hablar en pasado del Uderzo creador -ya estaba más que retirado-, hasta ayer era como la última sombra de las grandes décadas del cómic de masas.

Fue un gran dibujante. Y lo fue más allá de la icónica e hiperactiva aldea de los galos; para escépticos, revisen la serie de Tanguy y Laverdure, previa a Astérix. Un creador camaleónico que en su tira más conocida puso humor a las guerras en la Galia, fue hábil para humanizar la naturaleza (nadie que haya leído sus aventuras ha vuelto a ver un jabalí como lo hizo él), y mantuvo una sorprendente capacidad para caricaturizar a los antagonistas: era algo común que en sus historietas colara la imagen de actores y políticos. La repentina muerte de su hermano Goscinny le obligó a reciclarse también como escritor. Y no desentonó.

En medio de la mayor crisis sanitaria en cien años, su adiós no puede pasar sin la merecida gloria en los papeles. Sería imperdonable. Gracias por tantísimo.