La próxima salida del libro de Woody Allen destapa el desinterés actual de los sellos españoles por el género, en contraste con Francia, recientes las de Costa-Gavras y Annaud
22 may 2020 . Actualizado a las 11:43 h.El gran director y guionista Joseph L. Mankiewicz afirmó sobre sus colegas que «escriben libros para intentar reconstruir sus vidas como querrían que se presentaran». Aun así, las memorias de cine son fuente primaria de enorme valor para historiadores y cinéfilos, más allá del lector común. Las publicadas en nuestro país durante el último año dejan un balance muy discreto, limitándose a directores y actores, dejando al margen a otros profesionales. Son las de Demi Moore, Andrés Pajares, José Luis Cuerda y los recuerdos de Car Elwes sobre el rodaje de La princesa prometida (Rob Reiner, 1987), editadas por Roca, Almuzara, Pepitas de Calabaza y Ático de los Libros.
Pese a todo, España se sumó desde los años cincuenta y sesenta con las de King Vidor, De Mille, Chaplin, y Von Sternberg, entre otras, para seguir en los setenta con Dziga Vertov, Pola Neri y Errol Flynn como las más jugosas. Las dos décadas siguientes serían las más prolíficas a través de Espasa, Planeta, Grijalbo, Siglo XXI, Bruguera, Ediciones B, T&B, sacando las de Eisenstein, Walsh, Buñuel, Kazan, Capra, Huston, Keaton, Bergman, Kurosawa, Riefenstahl, Minnelli, Polanski, Zeffirelli y Jerry Lewis, junto a actores como David Niven, Alec Guinness, Katharine Hepburn, Kirk Douglas, Ingrid Bergman, Laurence Olivier, Simone Signoret, Lauren Bacall, Charlton Heston, Vittorio Gassman, Michael Caine (su segundo volumen sigue inédito), Marlon Brando, entre ellos, con el añadido local de Fernán Gómez, Rabal, Juan Antonio Bardem, y Jaime de Armiñán, en una amplia nómina que nos situaba casi a la par de Francia, líder en la modalidad.
Desde entonces, más allá de interesantes recuperaciones tardías -en 1996 y el 2017, las de Mack Sennett (1954) y Hedy Lamarr (1966)-, y de ediciones oportunistas -Mia Farrow, Jane Fonda, Terry Gilliam y las muy sosas de Schwarzenegger-, se derivó a una penuria ostentosa, aún tratándose de volúmenes sin aspiraciones de best seller, pese a su importante contribución a la cultura cinematográfica. Entre otros, en España siguen inéditas las del director Michael Powell -entre las mejores de la modalidad-, como las de sus homólogos Tay Garnett, Fred Zinnemann, Otto Preminger, Don Siegel, Richard Fleischer, Robert Parrish, Michael Winner, y las más recientes de William Friedkin, o las de los italianos Dino Risi, Luigi Comencini, Carlo Lizzani y Enzo G. Castellari, además de franceses como Méliès, Carné, Giovanni, Claude Berri y Lelouch. Entre los actores, figuras históricas como Alice Guy, Ethel Barrymore, Lilian Gish, Shirley Temple, Fred Astaire y Ginger Rogers, además de Maureen O’Hara, Ernest Borgnine, Eli Wallach, Michel Serrault y Philippe Noiret.
Costa-Gavras, Annaud y García
Francia, cuna de los hermanos Lumière y del citado Méliès, padres del séptimo arte, y país muy ligado a su propio cine, instituciones como el Institut Lumière se suman a editores privados, apostando por traducciones y estimulando a rememorar a sus grandes nombres, como los cineastas todavía en activo, Constantin Costa-Gavras con Va où il est imposible d’aller (2018) y Jean-Jacques Annaud con Une vie pour le cinéma (2018), dos volúmenes apasionantes. Ambos coinciden en haber dirigido al actor de origen gallego José García, al que dedican grandes elogios. El primero en Arcadia (2005) y afirma que «delante de la cámara era la perfecta encarnación del ingeniero asesino (…), fuera de la cámara, nos hizo reír mucho. Descubrí la otra dimensión de la popularidad de un gran cómico. Las gentes en la calle, adultos y niños, sonreían y reían solo con verle». Costa-Gavras, con un perfil muy literario, pasea sus rodajes, sus amistades, su compromiso político, su agradecimiento a Francia como país de acogida y narra una sorprendente anécdota: en abril del 2014 fue invitado a un almuerzo privado en París por el reciente primer ministro de Grecia, Alexis Tsipras, y pocos días después este le envió a un emisario para proponerle ser presidente del país…
Annaud dedica a García un pequeño apartado, «Sá Majesté José García», jugando con el título del filme Su majestad Minor (2007). Confiesa que «le adoro» y se deshace en elogios sobre su persona, su sentido del humor y su profesionalidad, para afirmar que sin él, la película no habría podido hacerse. Annaud se centra solamente en sus filmes y sus circunstancias, sus proyectos fallidos, su idea del cine, y remonta su intención de escribir estas memorias a 1988, cuando rodó El oso. Se había familiarizado con el animal, Bart -ochocientos kilos y dos metros cuarenta de pie-, y le sugirieron unas fotos promocionales con el animal. Sin venir a cuento, le atacó, pero Annaud se hizo el muerto durante veinte segundos y se salvó. Confiesa que el incidente elevó su pasión por el cine.