Las normas de distancia social paralizan el rodaje de escenas afectuosas, al menos, durante unas semanas. Películas como «Lo que el viento se llevó», «Ghost» o «Match Point» han alcanzado el estatus de icónicas gracias a los besos de sus protagonistas

Laura G. del Valle

Si el icono cinematográfico que es Lo que el viento se llevó se estuviese rodando ahora, Vivien Leigh se sentiría, casi, hasta aliviada. La actriz que dio vida a Escarlata O'Hara en 1939 podría librarse de besar a Clark Gable, su ni contigo ni sin ti en la película al que, en la cruda realidad, aborrecía. Las medidas de seguridad de un periodo todavía incierto, que recomiendan guardar una distancia de seguridad entre los actores, le permitirían vivir tranquila sin tener que enfrentarse a la halitosis de su partenaire. Cuenta la leyenda que este mal aliento se lo provocaba el mismo Gable con el objetivo de incomodar todo lo posible a la actriz; las tiranteces eran mutuas.

El coronavirus deja, por lo pronto durante unas semanas, unos guiones sin caricias, abrazos o besos. Con lo que esto supone para la televisión y el cine. En el séptimo arte algunas de las escenas más emblemáticas, incluida una precisamente de Lo que el viento se llevó, lo son por esa carga emocional y pasión que solo es posible liberar con un beso. Otras veces los ósculos han servido para ponerle un punto y aparte a la historia.

Así lo reflejan los primeros besos entre hombres, o incluso aquellos en los que se podía ver saliva y lengua, tras lustros en los que Hollywood vetaba cualquier indicio de lujuria y desproveía de excitación y sensualidad esos necesariamente fogosos primeros encuentros, convirtiendo la teoría de Raymond Chandler («el primer beso es mágico, el segundo íntimo y el tercero rutinario») en una utopía. Pero el cine también deja besos que son ya iconos pop, besos escritos con letra escarlata y hasta besos con fantasmas que muchos querrían para sí. En tiempos de lejanía social acercamos esas escenas, ahora históricas, que nos habríamos perdido de haber azotado el coronavirus cuando fueron grabadas.

Casablanca

No hace falta haber visto este clásico para vincular tres cosas a Casablanca: el «Siempre nos quedará París», los sombreros borsalinos y el beso de Humphrey Bogart e Ingrid Bergman. Representante de la época dorada de Hollywood, esta escena ha sido emulada miles de veces. En la ficción y en la realidad.

El diario de Noa

El beso de la generación millennial con permiso del primero que se dieron Marcos y Eva en Los Serrano. Sigue el patrón de lo que necesita una buena escena con beso para arrasar en la gran pantalla: algún que otro reproche (como preludio a la mejor de las reconciliaciones) e inestabilidad atmosférica. Si a esto le sumamos un contexto histórico convulso y muchas cartas sin contestar, poco hay que añadir.

El Padrino II

El beso de la muerte solo podía pertenecer a esta película. Michael Corleone besa a su hermano Fredo, advirtiéndole de que ha descubierto su traición y de que ya puede ir haciéndose a la idea de su negrísimo futuro. Este icónico gesto de la mafia ha traspasado frontera e incluso sectores. En el 2004, los investigadores Aaron Ciechanover, Avram Hershko e Irwin Rose fueron galardonados con el Premio Nobel en Química por el descubrimiento del mecanismo que bautizaron con este mismo nombre porque las proteínas se degradaban tras recibir una «marca molecular», la Ubiquitina.

Alas

Aunque Brokeback Mountain (2005) fue el primer blockbuster que tenía la historia de amor de dos gays como trama central, hubo películas mucho antes que mostraron en la gran pantalla el amor entre personas del mismo sexo a través de un beso. La primera fue Alas, rodada ni más ni menos que en 1927. Recibió, por cierto, el Oscar a mejor película un año después. En ella, aunque no se explicitaba que ninguno de los personajes fuera homosexual, un aviador herido besa a otro.

Match Point

Sigue el axioma de mucha lluvia, camisetas mojadas (si además la luce Scarlet Johanson, pensarían los guionistas, mejor que mejor), conflicto y, finalmente, tórrido beso retozando entre espigas. Solo le faltaba como guinda que llevase el sello de Woody Allen. Bueno, y que el morreo tuviera sabor a culpa para convertirse en una de las escenas más icónicas del cine reciente.

Titanic

La recreación que hace James Cameron del inmenso buque surcando el océano Atlántico y la voz de Celine Dion acompañando la (romántica para unos, muy cursi para otros) escena de Rose y Jack en la cubierta superior del barco convierten en inolvidable un beso que, aislado, tampoco es para tanto. Se queda algo nimio para tan grandilocuente momento pero, es verdad, todo lo que toca Titanic se convierte en oro.  De hecho, este beso sale en innumerables ránkings como el más popular de la historia del cine.

Ghost

Seguro que ha hundido muchos egos y ha salido a relucir en infinidad de reuniones de guionistas. Cómo un beso con un fantasma puede resultar más íntimo, sensual y creíble que tantos de películas buenas y mediocres. Gracias a esta escena, que pone el broche final a la película, «idem» se convirtió en la palabra favorita de muchas parejas durante años. Y Unchained Melody en la canción del baile nupcial de tantas otras.

Star wars: El imperio contraataca

En el 2015 Carrie Fisher y Harrison Ford se reencontraron para repetir este icónico beso. Pero aunque para los fans acérrimos de La guerra de las galaxias toda dosis extra de esta saga es poca, hay cosas que es mejor dejar como están. Incluido también en un buen puñado de listas de mejores besos de la historia del cine, el de Han Solo y Leia pudo no haber llegado nunca a los espectadores, pues la escena fue eliminada en montaje para, en el último momento, recuperarla.