«La lengua en la mano» y la sangre de Margo Glantz

H. J. P. REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

En «El texto encuentra un cuerpo» la autora mexicana escribe sobre la literatura epistolar y reivindica el detalle como eje de la reflexión y del arte

21 dic 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Dice Margo Glantz (Ciudad de México, 1930) que a ella le interesa el proceso de escritura que Bernal Díaz del Castillo definió cuando antes de afrontar la redacción de su monumental Historia verdadera de la conquista de la Nueva España (1632) dijo que iba a poner «la lengua en la mano». En ese sentido, dice Glantz -eterna candidata al premio Cervantes- que ella trata de dilucidar el problema de la escritura (y de la lectura que propicia) estableciendo un vínculo «con la actividad manual necesaria para ponerla en marcha». Con este hermoso fin reunió en el volumen El texto encuentra un cuerpo (Editorial Ampersand, Buenos Aires) una serie de textos que reflexionan sobre «ese acto implícito» en cuanto aborda la labor de «exponer ideas, expresar sentimientos, fiscalizar acciones, tacharlas después, hacerlas desaparecer o reaparecer o encubrirlas en caso de que resulten peligrosas». Y para ello explora la literatura epistolar tan decisiva en la producción europea en los siglos XVIII y XIX, y también algo que podría parecer residual: la escritura en el cuerpo, en la piel de las mártires cristianas o en el pecho de un pecador, detalla, con «su impronta sanguinolenta». Reconoce la autora que entre sus obsesiones están asuntos corpóreos como los ojos cuando leen, las manos cuando escriben e incluso la circulación sanguínea como proceso fisiológico vital (sin olvidar su «inquietante presencia material»).

En el ramillete de heterodoxos ensayos que concita este libro «la viscosidad y el aroma del fluido vital» están presentes en aspectos como las heridas, la menstruación, el vampirismo, el cuerpo exangüe y la propia escritura.

Margo Glantz reivindica además el detalle como eje de la reflexión, el arte y la escritura, incluso como experiencia, y es por ello, apunta, que su mirada «se quiebra en el fragmento, privilegia el fragmento». Una mirada fragmentaria, insiste, pero por encima de todo femenina.

El libro teje un recorrido por el que desfilan nombres tan sugerentes como Stendhal, Henry James, Mariana Alcofarado, Fanny Hill, Defoe, Erica Jong, Montesquieu, Diderot, Choderlos de Laclos, Casanova, Jane Austen, Charlotte y Emily Brontë, Tirso de Molina, Goethe, Barthes, George Eliot, Hawthorne, Flaubert, Proust, Wilkie Collins, Michelet, Carlos Fuentes, Horacio Quiroga, Bruno Schulz, Lampedusa, Virginia Woolf, Kawabata...

En fin, un viaje fascinante para cualquier amante de la literatura.