Gracias al médico y escritor Darío Álvarez Blázquez (1910-1979), amigo común de Camilo José Cela (1916-2002) y Ramón Baltar (1902-1981), se inician en 1970 unas relaciones que se extenderán hasta el fallecimiento de Baltar. Darío y sus hermanos eran amigos de Cela desde su niñez -en los veraneos de Tui- tal como atestigua el primer volumen de sus memorias, La rosa (1959). Esta amistad perduró muchos años y según las memorias de Xosé María Álvarez Cáccamo solo se interrumpió definitivamente «o día que souberon da oferta dos seus servizos como delator ás autoridades franquistas logo de rematada la guerra. Non respondeu nunca á demanda que o meu tío Darío lle fixo dun desmentido privado a aquela noticia que non podía crer».
A comienzos de la primavera de 1970, Cela escribe a Baltar, pidiéndole que le regale el opúsculo La oración en defensa del pedo del deán Manuel Martí, una de las principales personalidades del tiempo de los novatores dieciochescos. Sabe por Darío que Baltar le había facilitado una fotocopia de la portada del opúsculo para que se la enviase. El 10 de junio cumple la petición y se lo regala: la carta, muy protocolaria, revela el alto conocimiento que Baltar atesora del deán alicantino. Empieza una relación que tiene como motivo las querencias bibliófilas de ambas personalidades. Cela le regala Gavilla de fábulas sin amor (1962), sabedor seguramente de la pasión de Baltar por Picasso, mientras que el médico le remite un folleto sobre los aspectos médicos de las peregrinaciones a Compostela y una recopilación de opúsculos médicos hecha por Bibliófilos Gallegos, «en la cual me he entrometido a opinar sobre el siglo XVIII». Además, le confiesa: «Yo soy bibliófilo de toda la vida, no sé si para bien o para mal. Paso actualmente de los veinte mil volúmenes» (3-VII-1970).
Desde ese envío a comienzos del verano del 70 transcurren cerca de ocho meses para que Cela le agradezca los folletos y le remita (13-III-1971) una joya de la bibliofilia contemporánea: La familia de Pascual Duarte, editada por Papeles de Son Armadans al cuidado del grabador catalán Jaume Pla. No es totalmente desinteresado el regalo, porque al mismo tiempo Cela está llevando adelante, con el apoyo de Ramón Pazos, alcalde de Padrón (1940-1973), la búsqueda de un pazo en las inmediaciones del lugar que le vio nacer: «Acarició desde hace años el viejo proyecto de reintegrarme siquiera durante una breve temporada anual al valle del Ullán», le escribió a Pazos al comienzo de la aventura en el verano del 67. En marzo del 71, tras argumentación similar, le escribe a Baltar: «En Padrón tiene usted O Pazo do Vinculeiro, que sería ideal para mi propósito. ¿Sabe usted si la escuela a la que hoy se aloja, algún día acabará marchándose? De ser así, ¿aceptaría usted vendérmelo?».
Compra del pazo
La hoja de ruta de la aventura tenía dos aspectos. Cela le había pedido a Pazos que antes de culminar la posible compra del pazo, Padrón debía contar con un nuevo edificio para la escuela nacional allí instalada. Petición que «ese hombre dinámico y cordial que es Ramón Pazos, perenne alcalde de Padrón, primo mío y buen amigo suyo» -cito una carta de Baltar a Cela- no pudo obtener, pese a sus múltiples gestiones que no prosperaron.
Del otro aspecto de la hoja de ruta, la venta del pazo, Baltar le informa con detalle el 6 de abril del 71: «El pazo, en realidad, no es mío, aunque si de mi familia. Perteneció a mi abuelo y después a mi madre, la cual lo legó en nuda propiedad a sus nietos y en usufructo a una de mis hermanas. Esta, se encuentra incapacitada y sujeta a tutela. La venta, por lo tanto, tiene cierta complejidad […] Yo, si a usted sigue interesándole estoy dispuesto a hacer las gestiones necesarias». La carta, que es fiel reflejo de ese hombre elegante que ha reconstruido la excelente novela -pero no ficción- de Suso de Toro, desprende buena disposición (quizás excesiva disposición) y provoca en Cela un notorio entusiasmo, sobre todo al recibir un pequeño croquis, realizado por «uno de mis dos hijos arquitectos», según le comunica Baltar. Los matrimonios Baltar y Cela se reunieron en agosto para hablar del asunto, y mientras Emita y Charo se tuteaban, Baltar y Cela seguían con el protocolario usted.
El entusiasmo se incrementa en otoño, cuando Darío Álvarez Blázquez le escribe (25-X-1971): «Como te prometía en mi última te envío esas fotos del Pazo de Extramundi. Una más cercana, para ver con más detalle la escalera, y la puerta de entrada de la bodega, que como te dije puede convertirse en una preciosa biblioteca.»
Transcurren los meses y Moncho Pazos invita, con cierta ingenuidad, al optimismo a Cela. El autor de La colmena escribe a Baltar el 13 de junio del 73: «Parece que hay buenas noticias del Pazo do Vinculeiro; esto fue lo que dijo Moncho el día que dieron mi nombre a una calle en Túy». Ocho días después Baltar, que trata de salvar inconvenientes legales de la propiedad, le contesta: «En cuanto al Pazo do Vinculeiro ya sé que Ramón Pazos sigue siendo muy optimista. Yo lo soy un poco menos, pero me alegrará de equivocarme. Estoy estos días tratando de aclarar unas derivaciones que afectan a la finca, como consecuencia de la concentración parcelaria». No se equivocaba, quizás lo adivinaba desde meses atrás. Lo cierto es que la aventura quedó paralizada, Pazos dejó de ser alcalde en septiembre del 73 y la compra se diluyó por completo. La correspondencia del escritor y del médico apenas menciona más el asunto y una dubitativa exclamación de Cela en una carta del 2 de julio del 73 -«¡A ver si este año se nos aclara o Pazo do Vinculeiro!»- pone punto final por su parte.
Atención médica
En cambio, la correspondencia del verano del 73 se centra en la atención médica que Cela solicita a Baltar para su madre, enferma de párkinson, quien ha viajado desde Madrid a Iria Flavia. Baltar le agradece la confianza y busca la colaboración de Augusto Villanueva; ambos atenderán a Camila Trulock. Baltar acepta además la petición de tuteo que le ha pedido Cela.
Del resto de la relación conviene no echar en saco roto las respectivas y efusivas felicitaciones por la Enciclopedia del erotismo (1976-77) y por Castelao ante la medicina, la enfermedad y la muerte (1979) y la puntual y cordial enhorabuena que Baltar expresa a Cela por su nombramiento (30-VI-1980) como catedrático universitario, «por lo que significa, con carácter general, que la Superioridad, rompiendo viejas rutinas, se haya decidido a hacer algo tan razonable y tan acertado como es dicho nombramiento». A buen seguro en esta reflexión se agolpa una indudable frustración autobiográfica. Por lo demás, consultas, recomendaciones e incluso algo de rexouba: «¿Sabes que doña Carmen Polo no quiso recibir en Meirás a la condesa de Fenosa, con la que tenía mucha amistad, como represalia por las atenciones que esta última prodigó a don Salvador de Madariaga?». Se trata de una carta de Baltar de septiembre de 1976.
Adolfo Sotelo Vázquez es catedrático de Literatura de la Universidad de Barcelona