Juan Diego, un actor único, comunista y genial

Oskar Belategui MADRID / COLPISA

CULTURA

Europa Press

Ganador de tres goyas, era un artista comprometido y reivindicativo

28 abr 2022 . Actualizado a las 19:18 h.

Juan Diego presumía de ser de pueblo. Era de Bormujos de Aljarafe, Sevilla, y trató a su padre de usted hasta los 24 años. Nunca había fumado delante de él. Hasta que sacó un pitillo a esa edad y su padre le miró a él y no al cigarrillo. Entonces supo que podía tratarle de tú. Juan Diego sabía de la vida. Y le tocó encarnar a memorables hijos de perra, «personajes que se han quedado en la memoria de la gente», constataba. Cuando los encaraba, decía que sacaba al canalla que llevaba dentro. Sin embargo, hoy el cine y el teatro español lloran a un hombre bueno y comprometido, con el que todos se sentían en deuda.

Juan Diego Ruiz Moreno falleció a los 79 años en la Clínica de la Zarzuela de Madrid. Arrastraba diversas dolencias, lo que no le había impedido permanecer en los platós hasta el último momento. El año pasado le vimos en dos películas, El cover y Xtremo, y en la serie Los hombres de Paco. Y tiene dos largometrajes pendientes de estreno: Historias y Venus. 140 papeles entre películas y series, además de una fecunda carrera teatral. No está mal para aquel chaval que soñaba con ser torero «por los romances que se cantaban». Su hermano acabó de novillero y él estudió Arte Dramático en Sevilla. Inició estudios de ingeniero agrónomo, pero a los 18 años ya estaba en Madrid buscándose la vida como extra en los espacios dramáticos de TVE.

El señorito déspota de Los santos inocentes, encarnación de la crueldad y el clasismo de los terratenientes franquistas; Francisco Franco en Dragon Rapide, el tirano con las ideas más alejadas posibles de las suyas; el actor borrachín y cínico de El viaje a ninguna parte; Antonio Izquierdo, el asesino analfabeto de Puerto Hurraco en El 7.º día; el místico San Juan de la Cruz en La noche oscura; el melindroso fraile capuchino e inquisidor de El rey pasmado, temeroso de los placeres de la carne; Antonio Delgado, el Padre Coraje de Benito Zambrano que llevó ante los tribunales a los asesinos de su hijo.

Todos esos inolvidables papeles pertenecen a este andaluz enjuto con voz de trueno, que atesoraba tres goyas —dos como secundario por El rey pasmado y París-Tombuctú y uno de protagonista por Vete de mí—, una Concha de Plata y una cincuentena de galardones. Juan Diego fue uno de los rojos oficiales de nuestra farándula. Estuvo detenido tres veces y fue junto a Concha Velasco uno de los cabecillas de la huelga de actores de 1975, exigiendo un día de libranza en los teatros. Porque hasta entonces se trabajaba los siete días de la semana a doble función. La mismísima Lola Flores se sumó a la primera movilización política del sector cultural en España.

«El mío no es un compromiso militante, como en la clandestinidad o en la Transición», contaba hace unos años a este periodista. «Veo cosas injustas a mi alrededor que se pueden solucionar a través de la cultura. El Estado no puede gobernarnos como si fuéramos obreros de una fábrica».

Juan Diego recogió en el 2018 el Premio Ercilla por una carrera teatral que también unió riesgo y compromiso. En 1980 estrenó Petra Regalada, de Antonio Gala. Después vinieron El beso de la mujer araña, de Manuel Puig, dirigida por José Luis García Sánchez, y El lector por horas, de José Sanchis Sinisterra, junto con Clara Sanchis, hija del autor y madre de uno de sus dos hijos, Diego. La última vez que se subió a los escenarios fue en el 2019 con la adaptación de El coronel no tiene quien le escriba, de Gabriel García Márquez, dirigida por Carlos Saura. Sus problemas de salud llevaron a que fuera sustituido tras las primeras funciones por Imanol Arias.