Rescatan «Larva», obra del vigués Julián Ríos y cénit de la vanguardia de las letras españolas

HÉCTOR J. PORTO REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Julián Ríos (Vigo, 1941), retratado en julio del 2009.
Julián Ríos (Vigo, 1941), retratado en julio del 2009. AMAYA AZNAR

A punto de cumplir 40 años, el complejo artefacto literario continúa generando tanta fascinación como perplejidad

25 jun 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Larva provocó un tsunami cuando aún no existían los tsunamis. No solo en el océano del español, sino en los universos de otras lenguas, ya que fue traducida sin apenas demora al inglés, el francés y el alemán. Y aún hoy, casi cuarenta años después, la novela continúa generando tanta fascinación como perplejidad, como cénit de la vanguardia de las letras hispanoamericanas. Aunque es cierto que —como ocurre al Ulises de Joyce al que en cierto modo homenajea y sobrepasa— pocos son los que la han leído.

Su autor, un clásico en vida, es el narrador, editor, ensayista y crítico de arte Julián Ríos (Vigo, 1941), un creador que lleva afincado en las afueras de París desde hace 30 años. Tan viva está su escritura que la casa zaragozana Jekyll & Jill ha rescatado Larva. Babel de una noche de San Juan en un proyecto que rinde tributo al original, el que en 1983 sacó a la calle el sello barcelonés Llibres del Mall, en su colección Sèrie Ibèrica, con la portada realizada por el pintor Antonio Saura y usando la tipografía Garamond de American Type Founders. El texto, en todo caso, había comenzado su azaroso periplo en la década de los 70, cuando la revista mexicana Plural, que dirigía Octavio Paz, acogió varios anticipos.

En una explícita evocación de su amor por Joyce y Cervantes, Larva relata las «sanchijotescas» andanzas por Londres de dos atolondrados personajes, llamados Babelle y Milalias, durante una noche oscura de San Juan.

Ríos revisó minuciosamente esta nueva y cuidada edición, que dedica a su esposa y traductora Geneviève Duchêne (1969-2000).

«Un edificio del lenguaje»

Saludada en su día Larva por Juan Goytisolo como «un territorio literario desconocido en nuestro idioma con anterioridad a ella y que ya no podrá ser ignorado después», para el filólogo y poeta Diego Martínez Torrón, esta novela es «un edificio del lenguaje», ya que establece al lenguaje como «una constelación autónoma sobre la piel de toro del propio texto». «Nada ni nadie —anotaba en 1979— parece capaz de dominarlo, sino un azar impersonal cuya presencia se adivina en el trasfondo. Solo al fin se esclarece este destino prefijado». Sospecha que la escritura habla por sí sola y que Ríos «es solo un nombre en la portada, un Narrador hábil (Arciprestedigitador) que desaparece detrás de cortinajes espesos de seria broma; nihilista de la palabra, filósofo, obsesivo cosmopolita». La obra, insiste Martínez Torrón, tiene preponderancia sobre el autor y sobre los personajes, cuyas voces —dice— son solo «un texto derramado». El gran dios, corrobora, es la Escritura, «agente demiúrgico capaz de crearse y anularse a sí mismo en el continuo de sucesivas combinaciones».