«El lenguaje de Sofía Casanova y su oficio son la esencia del periodismo»

Héctor J. Porto REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Josep Bosch publica una biografía sobre la pionera corresponsal de guerra gallega

14 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Teniendo en cuenta el estilo de periodismo que imperaba en la época muy inclinado a las florituras, con tendencia al ornato decimonónico, Sofía Guadalupe Pérez Casanova (Culleredo, A Coruña, 1861-Poznan, Polonia, 1958) esgrime una prosa inusualmente directa. «Su lenguaje y su oficio —salía, veía y relataba— son la esencia del periodismo. Ella quería ser testigo y, animada por la gran curiosidad que tenía, iba a ver las cosas sobre el terreno y después las contaba», ensalza el periodista, investigador y ensayista catalán Josep Bosch Grau (Gerona, 1951), que publicó una completa biografía sobre la pionera Sofía Casanova. Corresponsal en dos guerras mundiales (Editorial Voyage of Discovery).

Le salió al paso casi por casualidad en el 2017 cuando trabajaba en el catálogo de una exposición para la Fundación Ramón Areces sobre la revolución rusa, España y el periodismo. Dio con la figura de Sofía Casanova, que no conocía, y enseguida vio que estaba ante una vida interesantísima, un buen personaje para biografiar, género por el que siente predilección. «Me leí todos sus escritos en prensa, los que publicó en Galicia y en Madrid, y en el ABC. Fueron dos años de intensa labor de investigación», detalla para advertir que en este ensayo «hay cero ficción». «Y es que no me gustan las novelas históricas —incide—, lo que no he podido comprobar no lo he incluido. Tutto é vero, nada he dejado a la imaginación», remacha.

Casanova era una mujer con predisposición natural para su trabajo. «Desde pequeña mostró inquietudes intelectuales. Era sensible y pesimista, y comenzó a escribir poemas ya en su infancia en Galicia. Después, en Madrid, ganó un premio de poesía, enseguida llamó la atención, y hasta estuvo patrocinada por los reyes».

Entonces se casó con un intelectual y profesor universitario polaco, Wincenty Lutoslawski. Tiempo después, estalla la Primera Guerra Mundial y, recuerda Bosch, soldados rusos pasan por delante de su propiedad, desde la que ve aviones que bombardean, el vuelo de zepelines... «Tiene amigos en la prensa española, lo que le facilita empezar a escribir y publicar. No pasa desapercibida. Y el ABC, periódico de referencia de la época, contacta con ella para hacerse con sus servicios. Publicará en el rotativo madrileño más de ochocientos artículos», relata el biógrafo, que añade cómo escribió también en medios gallegos, textos especiales. Además, los periódicos se copiaban y citaban entonces a los diarios de la capital para elaborar sus propias crónicas. Así, salta la noticia de que invaden su señorío en Polonia, noticias que creaban interés sobre el personaje y sus vicisitudes. Aparecen también cartas a familiares que mostraban preocupación por tan ilustre compatriota. «No se supo nada durante días y fue entonces cuando se recogió en la prensa una carta a su madre. Hay que entender que en Polonia no había otro periodista español trabajando en plena Gran Guerra. Ella se convirtió en la estrella del momento en el periódico más influyente del momento», trata de exponer Bosch la notoriedad que alcanzó Casanova por esos días.

Sofía padeció una morriña constante, prosigue el autor, era una persona muy familiar, vivía muy pendiente de sus hijas en Polonia y en Rusia. «Quería estar cerca de ellas, por eso no volvió a su tierra. Es más —incide—, en la Segunda Guerra Mundial estuvo en peligro y el Gobierno español le ofreció un salvoconducto para que pudiese regresar, pero ella lo rechazó. Pretendía además seguir contando lo que pasaba. Concluyó entonces la guerra y Sofía, tan anticomunista como era, quedó en el lado comunista. Tampoco entonces quiso salir, y eso tuvo un duro coste, ya que no pudo escribir más. Su cabal razonamiento fue: cuando llegue a España, escribiré, seré crítica y lo pagará mi familia. Fue así como murió aislada, y olvidada en su país natal, debido a la inexistencia de relaciones entre España y Polonia».

Sofía Casanova tuvo cuatro hijas con Lutoslawski, aunque una murió joven. «Él ansiaba un varón, quería un hijo, un salvador para Polonia», arguye Bosch, y ese fue uno de los motivos que que distanciando a la pareja hasta la separación. «Aunque ella no quería el divorcio, era muy católica», subraya el biógrafo.

La entrevista a Trotsky y las críticas a la Alemania de Hitler

Sofía Casanova tuvo «un tremendo mérito por ser mujer y periodista» en un momento tan difícil no solo para ser mujer sino también porque ejercer el periodismo y escribir era cosa de hombres, recalca Joseph Bosch, que añade que hasta «sus propios colegas las trataban con condescendencia». Entre sus hazañas, recuerda el autor que la corresponsal de Culleredo —tras considerar a Lenin inaccesible— entrevistó a León Trotsky. Estaba en San Petersburgo y se llevó con ella a su criada gallega en el trineo hasta la sede del poder bolchevique —«parece ser que Pepa, asustada, le suplicó: ‘‘Señora, vámonos de aquí, que nos van a matar toda esta gente armada’’—. Hasta la propia Casanova admitió: «Hice una hombrada». Trotsky había estado en España y le preguntó si pertenecía a la prensa socialista, a lo que le replicó: «No, soy de la prensa conservadora, pero me interesa lo que está pasando aquí». Él le cuenta que lo trataron bien en España, aunque la policía no tanto.

«Se le achaca mentalidad varonil —reprocha Bosch—, pero en realidad es porque hace lo que le estaba vedado a las mujeres. Algo parecido le ocurrió a Emilia Pardo Bazán. No está valorado el papel que Casanova jugó en cuanto a abrir el camino del periodismo a la mujeres».

Ella tenía además «un espíritu aventurero prácticamente inédito en una mujer de su época», ahonda el biógrafo, que explica que era una viajera incansable que volvía de cuando en cuando a Galicia y a España. Trenes, fronteras, aduanas, policía... Tenía que superar muchas barreras ya que en ese viaje de vuelta recorría prácticamente toda Europa y en algunos trenes era la única mujer que viajaba a bordo.

Su fiel criada y amiga Pepa

Muy meritorio —dice— era también el rol de Pepa —Josefa López Calvo—, criada fiel, amiga y compañera leal que estuvo junto a ella unos 50 años. «Del gallego pasó al polaco, ya que apenas hablaba español», lo que le añade dificultad. Casanova la contrató estando en Mera a raíz del nacimiento de su última hija. Era una madre soltera de Cecebre, que, además de ayudarla a criar a sus hijas, contribuyó a mantenerle vivos el recuerdo de la lengua y el paisaje gallegos.

Prueba de la audacia y la generosidad de Casanova fue también su labor humanitaria en la guerra, cuando se ofreció como enfermera para atender a los centenares de soldados que llegaban heridos al hospital de Varsovia. «Los trataba a todos por igual, le daban igual el escalafón de mando militar y la nacionalidad, si era alemán, ruso o polaco, pese a que se lo reprochaban. Tenía mucho valor», insiste Bosch, que recuerda también que escribía en un ABC que era germanófilo, como ella, que creyó inicialmente que Hitler era la persona adecudad para acabar con el comunismo: «Pero enseguida vio que era un ser detestable y así lo empezó a hacer notar en sus crónicas. El ABC le dijo que bastaba ya de críticas a Alemania y entonce ella respondió que si le imponían esas limitaciones dejaba de escribir».