
Tras diez años de silencio, la narradora sueca regresa con una intriga sobre la corrupción inmobiliaria y los secretos familiares
22 ago 2022 . Actualizado a las 20:44 h.Para muchos es la reina de la novela negra escandinava. Se disputó el cetro, y casi lo comparte, con el mismísimo Stieg Larsson, el autor de la saga Millennium. Como él, cosechó millones de lectores en medio mundo, aunque, es verdad, no tantos como el creador de la hacker Lisbeth Salander. Pero tras rozar la más alta cúspide, Åsa Larsson (Upsala, 56 años) se sumió en el silencio. Diez años después de su última cita con el lector español, la narradora sueca regresa del frío con Los pecados de nuestros padres (Seix Barral). La novela se publica el próximo miércoles 31 de agosto y cierra la serie de la fiscal Rebecka Martinsson, su personaje mas icónico.
Larsson se crio y creció en Kiruna, un pueblo a solo doscientos kilómetros del Círculo Polar. Desde el Ártico se mudó a Estocolmo para ejercer la abogacía y, finalmente, irrumpir como un gélido ciclón de la novela negra. España es uno de los países que mejor acogió sus obras, publicadas con regularidad hasta caer en un largo mutismo que rompe ahora. Títulos como Aurora boreal, Sangre derramada, La senda oscura, Cuando pase tu ira y Sacrificio a Molek, en los que la violencia extrema y la crudeza son marca de la casa. A lo largo de las casi seiscientas páginas de Los pecados de nuestros padres, Larsson presenta a una fiscal Martinsson convertida con los años en más resabiada, sagaz y consciente de sus debilidades. La trama permite a Larsson abordar el lado más tenebroso de la especulación inmobiliaria, de los secretos de familia y también el implacable peso del pasado.
De vuelta en Kiruna
Al borde de la muerte, el patólogo forense Lars Pohjanen pide a Martinsson que investigue unos asesinatos ocurridos hace sesenta años. El cadáver del padre de un famoso boxeador desaparecido sin dejar rastro en 1962 aparece en el congelador en una remota granja. Los indicios remiten al capo del crimen organizado en la región de Kiruna, pueblo en plena transformación a causa de la mina que devora sus cimientos. El tono es crudo, como es costumbre en las sanguinolentas ficciones de Larsson: «Le pesaba los órganos, laminaba hígados, corazones, riñones y pulmones, y los colocaba en hileras perfectas sobre la mesa de acero inoxidable. Abría estómagos, cortaba intestinos y revisaba su contenido, serraba cráneos, extraía cerebros, le cambiaba las pilas al dictáfono de Pohjanen», se lee en un pasaje.
Los pecados de nuestros padres es la última entrega de las seis que Larsson programó para su particular pareja de heroínas, Martinsson y la diminuta inspectora de policía Anna-Maria Mella. Martinsson es un homenaje a Martin Beck, el mítico inspector de las novelas creado por el matrimonio Per Wahlöö y Maj Sjöwall, pareja sueca considerada como los verdaderos padres del noir nórdico. Es también un trasunto de la propia Larsson, que antes de entregarse a sus negrísimas fabulaciones conoció por dentro y de primera mano el mundo judicial.
Lectura infantil de la Biblia
Larsson se convirtió en escritora buscando un radical cambio de vida. Con una boyante cuenta corriente y una creciente desilusión vital, trabajaba en Estocolmo como abogada especializada en tributos y como fiscal. Vivió la implacable competencia de bufetes y despachos lo suficiente como para aborrecerla. Durante la baja maternal de su primera hija comenzó a escribir y pronto decidió dejarlo todo. «Jamás me sentí integrada en ese mundo tan materialista en el que solo se persigue el éxito y el dinero. Me puse a escribir y en cuanto pude dejé aquel trabajo», explicó. Educada en el laestadianismo, un movimiento luterano conservador, achaca su afán por la novela negra a las lecturas infantiles de la Biblia, «llena de historias violentas». Y eso que su padre, bibliotecario y comunista, la guio hacia otras lecturas.
Aurora boreal, sobre una secta antiabortista que ampara abusos sexuales, fue un bombazo. Solo en España vendió más de 110.000 ejemplares. Su éxito, amplificado por el cine, permitió a Larsson compartir con Rebecka la tranquilidad rural. Huyó de Estocolmo en cuanto pudo y se trasladó a Mariefred, al sur de Suecia. Al potente debut siguieron cuatro novelas, todas bestsellers: Sangre derramada, sobre el asesinato de una pastora protestante; La senda oscura, con Martinsson hospitalizada en Kiruna por un colapso nervioso mientras investiga el asesinato de una mujer hallada en una barcaza de pesca; La senda oscura, sobre el asesinato de una ejecutiva de una empresa minera; Cuando pase tu ira, que abordaba el turbio pasado colaboracionista de los suecos, y Sacrificio a Molek, cuya trama desata el hallazgo de un dedo humano en el estómago de un oso.
«Si abandono los glaciales parajes del norte de Suecia, las novelas se me atascan», dice la reina del «noir» escandinavo
«Si abandono los glaciales parajes del norte de Suecia, novelas se me atascan», confiesa Åsa Larsson, que ambienta buena parte de sus ficciones en los fríos paisajes de la población minera de Kiruna, que ella conoce en profundidad. Sangre, frío, muertes heladas y mucha intriga sostienen unos relatos de un negro intensísimo que contrasta con la blancura del hielo en el que se cometen terribles crímenes. «Rebecka y yo somos hijas del norte, territorio desolado habitado por unos seres introvertidos, de modales rudos y grandes bebedores, a los que el resto de los suecos tienen por unos paletos», explica sin ambages la narradora, mucho menos taciturna que sus paisanos. También repite que para trabar bien sus novelas hace que su cerebro «funcione como una pantalla en la que se suceden las imágenes» en un vibrante viaje en el que han de acompañarla los lectores.