No mates al padre, conócelo

Miguel Lorenci MADRID / COLPISA

CULTURA

La escritora Ayanta Barilli (Roma, 1969).
La escritora Ayanta Barilli (Roma, 1969). Alejandro Martínez Vélez | Europa Press

Ayanta Barilli, hija de Fernando Sánchez Dragó, publica un emocionado y largo adiós a su progenitor apenas dos semanas después de su muerte

30 abr 2023 . Actualizado a las 00:40 h.

En el último adiós a Fernando Sánchez Dragó sonó la canción Gracias a la vida en la voz Joan Báez. Ayanta Barilli (Roma, 1969) cumplía así el deseo de su padre, despidiéndole en la intimidad familiar con los versos de Violeta Parra. Escritora como él, el destino ha querido que apenas quince días después de la muerte de su padre ella publique otro gracias a la vida literario. El libro se titula Si no amaneciera (Planeta) y es una ficción con mucho de realidad. Un largo adiós a un padre nonagenario, distante durante mucho tiempo y felizmente recuperado, que Barilli ha venido escribiendo durante los últimos cuatro años.

En vez de matar al padre, como dicen los psiquiatras, «hay que conocerlo», arguye la autora. «No soy de ajuste de cuentas, de modo que esta ficción podría ser un ajuste de amor filial». El protagonista de la novela es zapatero y la hija, bailarina clásica, pero son obvios trasuntos de la emotiva y sincera aproximación de Dragó y Barilli, hija de la historiadora y pensadora italiana Caterina Barilli.

«Es un largo adiós a un padre amasado durante años, pero se ha dado la increíble sincronía de que aparezca quince días después de la muerte de mi padre», dice Barilli de un texto que recorre casi un siglo en 24 horas, de amanecer a amanecer. «Fue un regalo a mi padre, que leyó las galeradas y mantuvimos luego una larga y bonita conversación que me ha dado fuerza», celebra. «Si algo hicimos fue hablar. No hubo problemas ni zonas oscuras, y eso que discrepábamos en muchas cosas. Estoy muy alejada de su ideología, pero nos tuvimos un amor incondicional», se felicita. «Me quedé huérfana de madre con diez años y quería exorcizar el miedo a la pérdida del padre», precisa.

Intimidad fusilada

De su padre aprendió «a aprovechar el impulso del enemigo», que ahora es para ella su «horrible» estado de ánimo en pleno duelo. Entristecida, no quiso saber nada del «circo» que se armó en torno a la muerte de su padre. «Cuando murió en la casa de Castilfrío de la Sierra y sacamos el féretro nos vimos rodeados por cientos de fotógrafos y con la Guardia Civil. El acribillamiento de las cámaras fue un fusilamiento de la intimidad y del dolor que vivíamos», se duele la periodista, actriz, escritora y finalista del premio Planeta con su primera novela, Un mar violeta oscuro.

La narración acaba con Anita, la hija de Manuel, escuchando el Gracias a la vida que sonó en el funeral de Dragó. «Define a mi padre, que no desperdició un segundo para vivir la suya. Se puso el mundo por montera e hizo siempre lo que quiso», proclama la escritora, que creció rodeada de los 120.000 libros que atesoraba su progenitor «y que son las paredes de mi existencia».

«Es terrible, pero muchas veces hijas e hijos no hablamos con nuestros padres y los demás nos cuentan quiénes fueron, cuando en realidad somos un espejo paterno», dice Barilli, que «en la vida y en el libro reflexionó sobre la relación paternofilial». Ella es madre de Mario, de 31 años, y de Erika, de 23. «Hablo abiertamente y sin tapujos con ellos, tanto que les digo que no me lo cuenten todo», anota sarcástica.

«La familia es muy inspiradora», asegura la escritora, que sabe que para algunos puede tener más de infierno que de paraíso. La suya es más que atípica, «pero ha tenido mucho más de bueno que de malo; soy poco conflictiva, me cuesta enfadarme y no me enfrento. Tao, Tao, Tao..., me repito». «Mi arma para enfrentarme a la vida es la escritura. Narro lo que me sucede, sea triste o alegre, y dejo que todo fluya. Cuando estalla la tormenta, espero a que el mar se amanse. La vida me lleva por donde quiere. No se puede estar en guerra con todo», plantea. «Estoy agradecida por lo bueno, por lo indiferente y por lo malo. Me crie con un padre célebre y estoy acostumbrada a no poder ir a un restaurante con él, a que se acercaran cien personas en cualquier lugar, pero un momento como el de su muerte ha sido complicado», lamenta. Pasado el tráfago del funeral, contestó «uno a uno» los más de mil mensajes de pésame que ha recibido. «Estaba centrada en organizar el funeral que él quería y en protegerme de la vulgaridad, sin contestar a llamadas que no tenía agendadas e intentando vivir el duelo en la intimidad», concluye Barilli.