José Juan Picos: «Cuando hablamos, la carne (y el pan) de nuestro pasado griego resuena ahí»

HÉCTOR J. PORTO REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Picos, posando en la Casa del Hombre coruñesa ante la escultura de Botero «El guerrero».
Picos, posando en la Casa del Hombre coruñesa ante la escultura de Botero «El guerrero». Marcos Míguez

El periodista melillense afincado en Galicia se ocupa de las mascotas de dioses y héroes mitológicos en su libro «Animales divinos»

10 jul 2023 . Actualizado a las 05:15 h.

El periodista afincado en Galicia José Juan Picos (Melilla, 1961) se ocupa en su libro Animales divinos de las mascotas de los héroes y los dioses griegos. Sí, de sus pequeños compañeros, no de los monstruos contra los que lucharon, mucho más atractivos y visitados con frecuencia por estudiosos y novelistas. «Libros sobre las bestias hay un montón, pero no sobre los compañeros. Y todos los dioses tienen un animal que de alguna manera los simboliza, que, además, estaban descuidados. Son, claro, animales menos espectaculares, más modestos», explica. Menciona a modo de ejemplo los leones que tiraban del carro de la diosa Cibeles, el caballo agorero de Aquiles o el caso de Argos, el perro de Ulises, que cuando ambos se reencuentran pasaba de los veinte años y demostró ser un prodigio de lealtad: «Es el primero que reconoce a su amo cuando este regresa a Ítaca disfrazado de mendigo, pero Ulises no puede corresponderle porque se delataría, lo identificarían; el perro lo reconoce entonces y muere».

Picos buscaba un enfoque novedoso con que mirar la Antigüedad clásica y el resultado puede disfrutarse ahora en un vistoso volumen de la colección La Tres Edades, que, advierte la editorial Siruela, está dirigida a un público que se sitúa entre los 8 y los 88 años, aunque su atención parece centrarse en niños y adolescentes. No es asunto este que quite el sueño al autor, que reconoce que empleó en su escritura «un estilo claro y conciso», pero que, matiza, no lo usó pensando en los que están empezando a leer: «Hice el libro con la idea de que quien lo lee puede ir enseguida a Google, porque los jóvenes son lectores muy exigentes y no perdonan con facilidad que les sirvas una verdad a medias». Quiere con esto apuntar que el aparente desenfado del texto no está reñido en modo alguno con la rigurosidad de su contenido.

Quizás ahondando en el perfil de ese potencial lector adolescente, explica Picos: «Si tuviera que dedicar este trabajo a alguien lo dedicaría al niño que fui con 11 años que leía la enciclopedia encarnada que había en casa a la vez que la Odisea». Aquello ocurría cuando cursaba 5.º o 6.º de EGB. Desde entonces, prosigue, este fascinado viaje ya no paró, y la mitología lo ha acompañado siempre fielmente.

Tanto es así que centró en el tema su tesis doctoral, en la que abordaba cuestiones surgidas en el periodismo comparándolas con situaciones de la mitología clásica, conjugando además la mitología actual del cine con la grecorromana. Y es que, sostiene Picos: «La mitología sigue explicándonos hoy, con ella podemos explicarnos y explicar el mundo. Pero es que además está más presente de lo que pensamos, empezando por el lenguaje», insiste para explayarse.

Días y adjetivos

«Cada vez que citas un día de la semana (lunes, martes, miércoles, jueves...) mencionas un dios griego, todos los días invocamos un ser mitológico, por no hablar de adjetivos como titánico, hercúleo, ciclópeo... Cuando una foto congela un gesto de un artista o un político que no lo deja bien, recordamos que la monstruosa criatura Medusa petrificaba a sus víctimas, acababa de esta manera con ellas», casi enumera con entusiasmo para detallar que en este libro dedica una pieza breve por capítulo a esta «huella mitológica» que pervive. Entre esos ejemplos, amplía el periodista, sitúa el destructivo y temido troyano informático, que es un término que evoca el episodio de la guerra de Troya en que soldados griegos ocultos en el interior del gran caballo de madera lograron así entrar en la ciudad. Como también el nombre de la morfina que se administra al enfermo que sufre grandes dolores, incide, proviene de Morfeo, dios de las ensoñaciones. O los cómics y películas de Mística, Lobezno y Joker.

«Ahora, con la invasión rusa de Ucrania, todos hemos sabido que aquella tierra salvajemente pisoteada es nuestro granero. La guerra hizo que faltara suministro de cereal. Y a los griegos les pasaba igual. Dependían del trigo escita [Escitia se corresponde en buena medida con el territorio ucraniano] y el producido en Sicilia. Ucrania era la fuente del pan que comían ellos y también del que comemos nosotros. Y Troya, la gran aduana en la ruta de ese pan. Parece imposible, pero hoy comemos el mismo trigo que Homero. Grecia está presente en el lenguaje; cuando hablamos, la carne (y el pan) de nuestro pasado griego resuena ahí», insiste.

«Sin la lectura de la “Odisea” y la “Ilíada” perderíamos como seres humanos»

Comparte no sin cierta preocupación José Juan Picos esa sensación que expresan a menudo las personas que trabajan en la enseñanza sobre el irrelevante peso que el universo clásico tiene en el currículo escolar. «Yo pertenezco a las últimas generaciones que tuvieron griego en el bachiller. Entonces había un cierto apuntalamiento del valor de un legado que es importante para poder entender el mundo que nos rodea. Sin la Ilíada y la Odisea, yo no tendría el mismo catálogo de imágenes que tengo en la cabeza. Ocurre de igual modo con la Biblia. No hay más que mencionar expresiones como “eres un judas”, “se ha lavado las manos”, “tiene la paciencia del santo Job”, “después de mí, el diluvio” y un largo etcétera. Si eso no está nos amputan algo, un patrimonio que es el cemento sobre el que se levanta nuestro presente. Sin lecturas como la Odisea y la Ilíada perderíamos mucho como seres humanos. Y son obras de hace 2.800 años», recalca Picos, que pone de relieve cómo sus valores perviven de las formas más diversas. «La idea de llegar al final del viaje después de haber sufrido y aprendido mucho está aún hoy muy presente en ámbitos como el coaching y hasta en los post de Instagram».

Picos trabajó en radio, en prensa y como guionista en televisión —lo último, un libreto de un documental en el año de la pandemia que no salió adelante—. Dejó Madrid por O Burgo (Culleredo) en el año 2010. «Llegué por San Fermín, el 7 de julio, en busca de sosiego para escribir y por el amor de una coruñesa. Y aquí sigo felizmente», celebra.

Tras subrayar que su verdadera vocación es escribir, «pero hay que seguir buscándose la vida», Picos explica que publicó una novela histórica en el 2013 El viento de mis velas (La Rectoral de Cines, Oleiros, 2012) y el ensayo ¿Nos hacemos unos griegos?: LGTBI en el Olimpo y su vecindario (Cazador de Ratas, Cádiz, 2019).