C. Tangana: «Me siento desconectado de la música que hacen los chavales»

Iker Cortés MADRID / COLPISA

CULTURA

C. Tangana, el lunes 23 de octubre en Madrid, en la presentación del filme.
C. Tangana, el lunes 23 de octubre en Madrid, en la presentación del filme. Mariscal | Efe

El artista de raíces gallegas estrena este jueves «Esta ambición desmedida», un documental sobre «El madrileño» y su gira

26 oct 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

C. Tangana rompió todos los esquemas cuando en el 2021 lanzó El madrileño. El rapero más inquieto de su generación cambiaba rimas y beats por el rock, el pop, la rumba y la copla de la mano de músicos ya consagrados, como Jorge Drexler, Andrés Calamaro, Kiko Veneno o Eliades Ochoa, retorciendo los géneros y acercándolos, de alguna manera, a la modernidad. El álbum no solo fue un éxito arrollador, con más de 2.000 millones de reproducciones en todo el planeta, sino que dio pie a Sin cantar ni afinar, una gira en la que Antón Álvarez Alfaro (Madrid, 33 años; de raíces gallegas), Pucho para los amigos, dejaba a un lado sus inseguridades y lo apostaba todo por un espectáculo vibrante, que aunaba sala de fiestas y sobremesa gitana, con una treintena músicos sobre el escenario, entre ellos Niño de Elche y La Húngara, secciones de metales y cuerdas, y una realización en directo que acercaba lo que el público veía en las pantallas del show a una película.

Ahora C. Tangana parece dispuesto a matar a El madrileño, el personaje del que se sirvió para poner esta locura en pie, y lo hace con Esta ambición desmedida, un documental de casi dos horas dirigido por Santos Bacana, Cris Trenas y Rogelio González. Los tres acompañaron durante más de cuatro años al artista desde la génesis del álbum, cuando aún se llamaba Disco Latin, y el proceso de grabación, hasta la puesta en marcha de la gira mundial.

Dividido en tres partes, quizá el mayor pecado del largometraje que se estrena este jueves en los cines, es que no apunta ninguna tesis. Las cámaras se pegan al artista en su día a día y recogen entrevistas con sus colaboradores más cercanos. «Los últimos meses de rodaje, rodábamos con más intención, pero tampoco nos metimos al proyecto con una idea pensada, se ha descubierto sobre la marcha», se sincera Trenas en la presentación del documental en Madrid. A C. Tangana lo vemos en La Habana, charlando con su madre por teléfono o grabando Muriendo de envidia con Eliades Ochoa; nos asomamos a su vulnerabilidad y sus inseguridades —«soy un creador, no un intérprete... La música no es lo mío», dice a punto de subirse al escenario—; accedemos a los ensayos previos a la gira y asistimos a un tour tan accidentado que durante sus primeros compases arrojó pérdidas —no se explica bien cuándo y por qué empezaron a ganar dinero con ella— para el artista y los promotores, con los que tiene sus buenas peloteras a lo largo del metraje.

¿Mereció la pena tanto sufrimiento y tanta exposición? «Seguro», responde tajante el autor de Ingobernable. Primero porque el largometraje «ha sido un gran paso para Little Spain», la productora que lleva con Bacana; hasta el momento la compañía únicamente había hecho publicidad y videoclips: «Ahora nos vemos capaces de hacer series, películas y lo que queramos». Segundo porque el músico consideraba que sus conciertos «no eran una expresión cultural ni arte; eran una fiesta, que está bien hacer fiestas, pero mi ambición iba más allá. Yo quería ser un performer y me siento muy orgulloso de ese show. Creo que es una experiencia artística que te puede emocionar, sorprender y hacer llorar. Es como ir a ver una peli», detalla.

Por eso, merece la pena perder o dejar de ganar dinero. «Es que la responsabilidad de un artista es esa, hacer algo que merezca la pena con la atención y el público que tienes. Es un lujo, que te das a ti y al que quiera venir, montar este pollo, porque esto no te puede pasar siempre. Yo con 20 años no podía montar este show y nunca sabes lo que te va a pasar en el futuro. A lo mejor mi próximo disco es una mierda y no lo escucha nadie», aduce.

En un momento del documental, C. Tangana reconoce que el objetivo de El madrileño es poder aferrarse a otro tipo de música cuando cumpla los 40. «Es que el disco entero es una crisis de los 30», comenta divertido. «Yo cuando tenía 18 decía que si tenías 30 y seguías rapeando es que no te habías enterado de nada», continúa. De ahí esa necesidad de levantar otros asideros. Si bien, sí cree que «hay algo en la estética de El madrileño que reivindica lo atemporal» y en este sentido sí lo considera un disco «muy moderno». «Yo escucho ahora Comerte entera, por ejemplo, y considero que está superactual, como que ha conseguido mirar al futuro», explica quien dice sentirse «desconectado» de la música más joven: «No entiendo lo que hacen los chavales ahora». El éxito, la popularidad y la fama no han aplacado sus dudas: «Yo tengo complejo e inseguridad en todo lo que hago, pero también porque trato de no quedarme en el sitio en el que ya sé que sé hacer las cosas bien», resume. Por eso, está convencido de que si el joven de 16 años que empezaba a rapear en Crema pudiera verle ahora de lo que más orgulloso se sentiría es «de las letras, de no tener que meter un montón de paja que parezca que estás diciendo algo importante, sino realmente conseguir decir cosas valiosas o emocionantes». No en vano, y aunque le encuentra «un valor» a lo que compuso entonces, asegura: «Crema es lo más pretencioso que he hecho».

La vida normal, los pinitos en la dirección de cine, la productora y la orfandad de álbum

Dice C. Tangana sin dudarlo que prefiere la vida normal al escenario y asegura que el personaje que se sube a las tablas es «muy distinto» a Antón, aunque El madrileño ha hecho que ambas figuras se acerquen. «Este último disco me ha ayudado a eso, pero el escenario y la atención de tanta gente te vuelve un poco loco. La gira es lo que más te desequilibra en todos los sentidos porque es un estilo de vida que invita a perder los papeles, a no estar asentado en ningún sitio, a no tener las referencias de siempre... Pero sí, me gusta ponerme en situaciones incómodas y tengo que aprender a lidiar con ello porque soy yo el que se mete en los problemas», arguye.

Menos claro tiene por dónde tirar ahora, aunque su madre apunte en el documental que el cine y la dirección pueden ser su próximo objetivo —ya rodó el videoclip del himno del Celta y el de Ateo, la canción que interpreta junto a Nathy Peluso—. «No sé que voy a hacer, la verdad. Sigo teniendo mucha ambición creativa, no me voy a estar quieto, pero no tengo la ruta marcada ahora mismo», admite.

El artista ha estado este último año «muy implicado» en Little Spain y de ahí, promete, van a salir «muchas cosas». De hecho en los primeros montajes del documental jugaba a contraponer su figura como rockstar frente «al Antón director de un documental indie en Alicante», comenta Bacana, aunque finalmente todo eso se quedó en la sala de edición. «Respecto a la música, sí que me siento un poco huérfano de álbum, como que no estoy sosteniendo ningún proyecto que me represente que esté más actualizado, pero no sé, cambio de opinión cada semana», matiza.