«La quimera» trae a la Seminci esencias de gran cine italiano

Miguel Anxo Fernández VALLADOLID / E. LA VOZ

CULTURA

Fotograma del filme «La quimera».
Fotograma del filme «La quimera».

La película de la realizadora florentina Alice Rohrwacher, su cuarto largo de ficción, retoma el espíritu del neorrealismo

27 oct 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

La sombra de Cannes se hace muy alargada en la Seminci. Buena parte del gran cine que en la cita gala se vio se reparte entre varias de sus secciones, en particular la que compite por la Espiga de Oro. En la jornada de este jueves brilló el cine italiano, con dos autores representantes de dos generaciones separadas por 40 años, la del tan lúcido como inconformista Marco Bellocchio (83 años), desde su debut con Las manos en los bolsillos (1965), y su reciente El rapto; y la representada por la florentina Alice Rohrwacher (1981), con su cuarto largo de ficción, La quimera, que confirma que el relevo está garantizado. El maestro Bellocchio rueda a la manera clásica, sin aditivos ni colorantes ni virguerías de acomplejado, manteniendo intacto su espíritu crítico para arremeter contra el Vaticano a cuenta de un vergonzante episodio histórico protagonizado por el papa Pío IX, último soberano de los Estados Pontificios, que en 1858 secuestró al niño judío Edgardo Mortara bajo la coartada de que había sido bautizado en la fe de Cristo. Con su didáctica expositiva, Bellocchio remueve en la herida de la corrupción y el antisemitismo. Su estreno en España, el 1 de diciembre.

El espíritu del neorrealismo, con apuntes tonales de Fellini y Scola, vive en La quimera, fábula ambientada en los 80 en un lugar costero de la Italia profunda, en torno a un fulano con cualidades de zahorí y una banda de profanadores de arte etrusco, aunque no sea más que una coartada para asomarnos a una galería de tipos tan decadentes como los ambientes que habitan. Junto a un gran trabajo de cásting (sorprende el gran parecido de Isabella Rossellini a su madre, Ingrid Bergman, más allá del guiño autoral a su ilustre apellido por parte de la directora), una gran carga de nostalgia poética traspasa la trama.

Se pudo ver también La imatge permanent, debut en el largo de la barcelonesa Laura Ferrés (1989), que anuncia a una cineasta capaz que tendrá futuras oportunidades de redondeo que la llevarán a pulir el exceso de impostura que luce en su aproximación a dos almas solitarias, dos mujeres que procedentes de Andalucía intentan adaptarse y se ganan la vida en Barcelona, una como fotógrafa, otra como vendedora ambulante de perfumes.

Ferrés trabaja con actores no profesionales para mantener el nivel en la línea de la tan de moda no ficción (alguien debería estudiar si hay algún problema con el realismo bien entendido…), con secuencias bien servidas junto a otras que asoman el cartón. Con un guion escrito en colaboración con por Carlos Vermut y Ulises Porra, compitió en Locarno, y haber tenido un hueco en la Seminci ya es también un mérito incuestionable.

En lo demás, el intenso programa de la Seminci hace complicado singularizar otras propuestas. Una podría serlo la Espiga de Honor recibida por la actriz malagueña Kiti Mánver (María Isabel Ana Mantecón Vernalte, 1953) en la noche del miércoles, como una de las grandes secundarias principales del actual cine español, habiendo participado en más de cincuenta películas de algunos de los mejores directores del país, una treintena de obras de teatro y otras tantas series de televisión. «Estoy teniendo una vejez dulce, me siento una privilegiada», reconoció al tiempo que reclamó que se haga «justicia» con las actrices de su generación y se escriban más personajes femeninos maduros. Participa en la Seminci con Mamacruz, obra de la realizadora venezolana Patricia Ortega.