El escritor catalán publicó dos libros sobre el país y la Costa da Morte
12 nov 2023 . Actualizado a las 20:07 h.El 26 de abril del 2004 La Voz de Galicia daba noticia de la posible traducción de A peu per la Costa da Morte (2004) de Josep M. Espinàs (1927-2023) al gallego por parte de ediciones Neria. La traducción no se llevó a cabo y tanto este libro de viajes como el anterior A peu per Galícia (2002) son demasiado desconocidos por los lectores gallegos.
Espinàs es uno de los escritores más fecundos y populares de las letras catalanas contemporáneas. En los años cincuenta se vinculó a ediciones Destino, fue jurado del Premio Nadal desde el año 56, sustituyendo a Ignacio Agustí, hasta el 68, cuando obtuvo el galardón por unanimidad Un hombre que se parecía a Orestes de Álvaro Cunqueiro. Para entonces andaba embarcado en el movimiento de la Nova cançó. Siempre incansable periodista y escritor, inauguró su dilatada literatura de viajes (20 títulos) con Viatge al Pirineu de Lleida (1957), producto de un viaje en agosto del 56 por el Pallars Subirà y el Valle de Arán en compañía de Cela, Felipe Luján (padre de Néstor y suegro de Espinàs) y José Luis Barros, cirujano pontevedrés, gran amigo de Cela y salvador de su vida años después. Espinàs fue diligente en la publicación del libro, todo lo contrario de Cela, que lo editó en 1965 en la recién nacida Alfaguara, tras pasar por la publicación por entregas en ABC.
Hasta 1998 Espinàs había dedicado todos sus libros de la serie A peu per… a comarcas catalanas, es en 1999 cuando extiende su radio a comarcas españolas, siempre desde la editorial La Campana, que había fundado en 1985 con Isabel Martí y que se integró en el grupo Penguin Random House en el 2019. El primer libro fue A peu per Castella, traducido de inmediato al castellano. Espinàs remitió a Cela las pruebas de imprenta y le pidió unas líneas para su presentación en Madrid. Cela atendió de inmediato a su viejo amigo, publicando en su habitual página en ABC, El color de la mañana, nada menos que el 24 de abril del 2000, un espléndido artículo sobre el libro de Espinàs, cuyos ejes vertebradores son la mirada, el camino y la pasión por la geografía. Cela concluye: «José M. Espinàs moja su pluma en los manantiales de la sabiduría y el pasmo de la inteligencia».
En A peu per Galícia y A peu per la Costa da Morte, Espinàs va acompañado de sus habituales Sebastià Alquèzar e Isabel Martí, quien se incorpora al camino unos días más tarde en ambas ocasiones. El primer libro tiene como punto de partida en el 2001 Palas de Rei (en el Camino de Santiago), aunque los viajeros van de la Ulloa a Val de Camba por rutas ajenas a la de los peregrinos. Poco después de principiar el viaje se encuentran con un rebaño de vacas conducido por dos mujeres, madre e hija. La escena es magnífica, como tantas otras del libro:
«Davant nostre, les vaques giren per un camí de la dreta.
—Saben o camiño —dic.
—Falar non falan, pero coñecemento teñen.
No es podía dir millor».
Cuando faltan unas horas para finalizar el viaje, Espinàs reflexiona sobre el camino caminado, apelando a Cunqueiro: «Os camiños son semellantes a sucos, i eisí como as leiras dan o pan, os camiños dan as xentes, as pousadas, as falas, os países». A peu per Galícia es un libro honesto, escrito con sencillez y amenidad, con una curiosidad sagaz e inquisitiva y un sincero esfuerzo de comprensión de la tierra que describe.
Espinàs y sus compañeros han caminado, muy cerca del océano, desde Laxe hasta Fisterra. Hacía dos años de su anterior viaje a Galicia. Se han detenido en Camelle, Camariñas, Muxía, Lires y Corcubión. De fondo, las noticias sobre las consecuencias del chapapote, el momento de las elecciones municipales y la invasión de las obras urbanísticas. En la intrahistoria del viaje las costumbres, los modos de vida, los mitos y las leyendas. En este libro se hace patente que el escritor barcelonés usa la descripción de lugares, paisajes y gentes cuando tienen una funcionalidad para mostrar costumbres y vidas. A pie por la Costa da Morte impone su verdad, la propia e inconfundible manera de ser de un país. Hay en este libro estampas magníficas, como la del Cementerio de los Ingleses: en palabras de Isabel, un lugar «inmenso, abrupto y desolado». O la del barco que atraca de noche en el puerto de Muxía cargado de chicharros: «Casi son las doce de la noche. Una noche negrísima, que no acaba mar adentro, y aquí las luces deslumbradoras del Costa da Barca. Luz y oscuridad, cara o cruz, pescado o nada, puerto o naufragio».
El lector de A peu per la Costa da Morte encontrará en sus páginas las anécdotas reales, las aventuras fugaces y las impresiones vividas a lo largo de una decena de días de afanoso caminar. Y ya en Langosteira, un breve recuerdo para Cela: «Caminamos juntos, Cela y yo, por los caminos del Pallars y de la Valle de Aran, Va ser un company molt còmode i molt respetuós». Siempre le consideró su maestro (junto a Josep Pla): «El oficio de escritor, como el de caminante, es un arte de poda y de renunciación».