El Me Too del cine español ya está aquí: ¿quién es Carlos Vermut?

CULTURA

Juan Barbosa | Europa Press

Tres mujeres acusan de violencia sexual al director de «Magical Girl», «Quién te cantará» y «Mantícora»

26 ene 2024 . Actualizado a las 16:58 h.

Carlos Vermut se llama en realidad Carlos López del Rey, nació en Madrid hace 43 años y estudió ilustración. Echó a rodar su carrera profesional en un importante periódico de tirada nacional, donde trabajó un tiempo como historietista, y en el 2006 publicó su primer cómic, El banyán rojo. Luego vinieron más novelas gráficas — Psicosoda y Plutón BRB Nero, la venganza de Maripili— y en el 2009, con 29 años, se hizo con el gran premio del Jurado de la 7.ª edición del Notodofilmfest con su corto Maquetas; el mismo año rodó otra producción breve, Michirones, y en el 2010 se sentó a escribir su primer largo, Diamond flash. Hoy es uno de los nombres más prometedores del cine español, un talento raro, singular, un iconoclasta con un universo arriesgado y extremo, transgresor. Este viernes, El País publica el testimonio de tres mujeres que aseguran que ejerció contra ellas violencia sexual. 

Su trayectoria

Debutó con Diamond Flash en el 2011, nada convencional propuesta que rodó solo con una cámara de fotos y 20.000 euros de su propio bolsillo. Vermut escribió la historia, la produjo, la dirigió y la grabó en su propia casa, hombre orquesta que fichó a Ángela Boix, Miquel Insua, Rocío León y Eva Llorach a través de internet para ahondar en la capacidad de dañar, que de eso va la película, y de las ganas de hacerlo, de la inevitabilidad de hacerlo; en resumen, del estímulo irreprimible. Es sugestiva y es inquietante, dos sensaciones indisociables de un cine, el suyo, que habla de un mundo desestructurado y de los deseos socialmente mal vistos, siendo el de la mujer el cuerpo que siempre los paga.

Y mal cuerpo —desencajado, destemplado, disociado— es lo que se le queda al espectador tras asistir a Magical Girl, a Quién te cantará y a Mantícora, sus tres grandes hitos estos diez últimos años. También permanece, sin embargo, la curiosidad, la cabeza completamente desordenada y el impulso palpitando. La primera —con Bárbara Lennie, Luis Bermejo y José Sacristán—, convirtió a Carlos Vermut en un golden boy del cine español, Concha de Oro en San Sebastián y de Plata por su labor a los mandos. De ella dijo el crítico de La Voz José Luis Losa en el 2014 que era un puzle, en torno a una «soberbia» Lennie, donde Vermut «recoloca piezas del giallo y del Almodóvar más oscuro, del manga japonés y de un tarantinismo muy bien metamorfoseado en austeridad ibérica». Magical Girl es un «mecanismo perfecto», agregó, de lo mejor  del «cine malabar», «el que cuando todo parece ya ganado se reserva los mejores golpes de magia para provocar el entusiasmo abrumador».

Tres años después de aquella reinvención del género del terror, Vermut rodó un particular melodrama protagonizado por Najwa Nimri y Eva Llorach —ganadora por este trabajo del Goya y del Feroz—. Con Quién te cantará, el madrileño se confirmó como voz punzante y turbia. Propone aquí un juego de duplicidades: a través de la historia de dos mujeres, una diva amnésica y traumatizada y su imitadora de karaoke, reflexiona sobre la mitomanía, sobre los sueños no alcanzados y la doble cara de los logrados, sobre los traumas con nombre de mujer, sobre cuánto necesitamos al otro, sobre el egoísmo y la reciprocidad. Y luego está su rigor formal, su propuesta estética, su belleza visual.

Mantícora vino después, última película de Carlos Vermut, estrenada en el  Festival Internacional de Cine de Toronto del 2022 y aquí, en el de Sitges. Protagonizada por Zoe Stein y un revelador Nacho Sánchez, es la incomodidad hecha cine, una aproximación a la lucha contra uno mismo. No hay nada explícito y, sin embargo, está todo ahí; arcada —el espasmo en la boca del estómago— y perturbación ante el instinto primario que lucha por salir a la luz. La pederastia como deseo reprimido es el eje de una historia de terror sin rastro de engendros deformes. Solo hay un enorme monstruo en la sala: la pulsión oscura. 

Violencia sexual

Este viernes, el diario El País publica que hasta tres mujeres han acusado al director de violencia sexual. Las tres —una trabajadora del sector cultural, una estudiante de cine y una empleada de una de sus producciones— aseguran que Carlos Vermut aprovechó su reconocimiento y su gran complexión física para mantener relaciones sexuales agresivas que ellas no habían consentido. 

Los hechos que denuncia el citado periódico tuvieron lugar entre mayo del 2014 y febrero del 2022. Uno de los testimonios habla de inmovilización y de estrangulación; otro, de trato denigrante, tanto verbal como físico. Ante las acusaciones, el director reaccionó defendiendo no haber sido «consciente de haber ejercido violencia sexual contra ninguna mujer». «He practicado sexo duro siempre de manera consentida, porque creo que es muy importante el consentimiento», respondió al ser cuestionado por estas declaraciones. Y añadió: «Otra cosa es que la persona en su casa después se sintiera mal y a lo mejor en el momento tuviese miedo a decirlo. Eso yo no lo puedo saber». «Creo que haber tenido una vida sexual promiscua y haber tenido sexo de muchos tipos puede llevarte a situaciones como estas», insistió.

Castigo al cuerpo femenino

Una tesis doctoral, firmada por Alejandro Morala Girón y publicada en el 2022 por la Universidad de Valencia y la revista Eu-topías, aborda el castigo al cuerpo femenino en las tres primeras películas de Carlos Vermut. «Sus personajes, fruto de sus comportamientos desafiantes con el orden social (inadaptados a los roles de madre, esposa o hija), es decir, por su consideración de mujeres abyectas, acaban siendo castigadas con violencia, ya sea a manos de hombres o mediante la propia autolesión. Sin embargo, la postura adoptada por el sujeto de la enunciación vermutiano respecto de tal violencia resulta compleja y ambivalente», reflexiona el autor, que añade que, probablemente, una de las virtudes de la obra del director sea la de «ser capaz de desafiar a la mirada clásica sin por ello abandonar un discurso narrativo sugerente y original, si bien siempre atravesado por una oscura concepción del mundo desestructurado que, en su devenir, implica el fatal castigo de la corporeidad femenina».