La Berlinale celebra a Scorsese con el oro que Hollywood le niega

José Luis Losa BERLIN / E. ESPECIAL

CULTURA

CLEMENS BILAN | EFE

Verónika Franz se consolida como cineasta del mal rollo con la espléndida pero irrespirable «The Devil's Bath»

21 feb 2024 . Actualizado a las 08:27 h.

Como en un encadenado con la pasada edición, en la cual se honró a Steven Spielberg, la Berlinale entregaba su Oso de Oro por una trayectoria a Martin Scorsese. Pensarán que estos reconocimientos, a la altura mayestática de la carrera del director norteamericano, son accesorios. No es en modo alguno así. Al menos, de modo muy especial, en el caso de Scorsese. En Hollywood existe una extraña e incómoda ambivalencia frente a él. Se le respeta ?no podría ser de otro modo- como un clásico vivo. Y se le reconoce también su trabajo en la difusión y preservación del cine. Diría que no se le quiere tanto. Ha tenido 16 nominaciones al Oscar y solo ganó en una ocasión. Y por una de sus películas menos personales, Infiltrados, que era un remake de un thriller de Hong-Kong.

Algo pasa con Martin. El Sindicato de Actores norteamericano ?sus colegas- solo le han dado su premio una vez. En Hollywood han preterido películas como Taxi Driver, Toro Salvaje, After Hours, Uno de los nuestros, El cabo del miedo, Casino o El lobo de Wall Street, que son patrimonio áureo de la memoria cinéfila universal. Y volverán a hacerlo dentro de unas semanas cuando dejen fuera de los premios su seminal Killers of The Flower Moon, apoteósica nueva obra maestra y pieza política soterradamente radical que tumba de nuevo el trampantojo del Sueño americano. A Scorsese no lo aman allí porque es el gran cronista y forense de las raíces de sangre y corrupción sobre las cuales se construyó un imperio. Un negocio de élites. Con su aparente timidez y buenas formas, es el tipo que más veces y con mayor fiereza ha orquestado en una pantalla el gran teatro de las mentiras apuntalado con la falsa retórica de la de la justicia para todos. Y sobre el cual se eleva la democracia norteamericana, ahora ya también formalmente en serio peligro.

No es accidental ese ninguneo a la hora de negarle el oro de los galardones. En cierta forma, él es el enemigo del pueblo. El que trae las malas noticias que nadie desea ver o escuchar. En sentido contrario, también es cierto que Scorsese resiste como único superviviente de aquella revolución de los autores contra el establishment de la industria del cine, aquella toma del poder por unos jóvenes audaces y geniales que se conoció como Nuevo Hollywood. A todos se les hizo caer ?apenas dejan vivir a Paul Schrader muy en los márgenes; y a Coppola le han permitido filmar de manera casi póstuma su Megalópolis para que tenga un bel morir. Los demás fueron artísticamente ajusticiados o enviados al ostracismo.

Scorsese tuvo la suficiente sagacidad para emboscarse en películas de gángsteres o de época. Y no pudieron con él. Secretamente, en los despachos o en la memoria colectiva más reaccionaria, se le detesta. Piensen en su más reciente órdago. En la forma en que él mismo surge de entre los pliegues genocidas de Killers of The Flower Moon para lanzar su enmienda a la totalidad sobre la construcción de su país.

Por eso este Oso de Oro en Berlín es tan relevante. Como lo fue la Palma de Oro a Taxi Driver. Scorsese sigue siendo el apocado chico de Little Italy que sabe que la Norteamérica WASP no lo considera uno de los suyos. Nosotros tenemos la fortuna imperecedera de sus cincuenta años de cine enfrentado frontalmente al poder. Y el privilegio de verlo en activo y en plenitud. Como un ser de otro tiempo. Como un partisano de la gran creación que se resiste a desaparecer.

Austria y la atmósfera del mal 

En la competición de esta Berlinale tan irregular la austríaca Veronika Franz surgió para elevar varios pisos el nivel con la tan poderosa como cruel The Devil´s Bath. Decir que disfrutamos de su película puede sonar mordaz. Franz es una de las apóstoles del cine del mal rollo supremo. Con su marido ?el provocador y genial Ulrich Seidl- compone un tándem artístico sin competidores a la hora de generar escenarios de incomodidad certera. De alimentar la narrativa de la oscuridad de esa Mitteleuropa compartida con Michael Haneke, con Thomas Bernhard, con Egon Schiele: ese coro de optimistas de la voluntad. La alegría de la huerta austríaca. Veronika Franz ?además de ser coautora de todo el sabio y siempre vitriólico cine de Seidl- posee una carrera propia con películas de horror gótico como Goodnight Mommy o The Lodge. De su talento para provocar perturbación o espanto ya han llegado noticias al marco e la industria comercial. Y Franz ya ha trabajado ?junto a su codirector habitual, Severin Fiala para Servant, la serie de Apple que produce M. Night Syamalan.

En The Devil's Bath lo que nos proponen Franz y Fiala es un excurso en el tiempo hacia la Austria rural del siglo XVIII, en los antípodas de la Ilustración porque en esos bosques, en ese marco de tenebrosa comunidad ancestral, no hay ni luz ni candelabros. Solo oscura podredumbre, brutalidad primitiva inimaginable y ritual. Es el tiempo de los lobos, que decía Haneke y antes de él Bergman. La película comienza con una mujer que arroja a un bebé a una cascada. Es decapitada y su cadáver desmembrado se deposita en un sitial en medio de la vegetación. Como atrio estatuario, nos anuncia muy gráficamente en dónde nos disponemos a entrar.

En esa aldea de bestias pardas -que celebran el juego de la gallina ciega decapitando gallos con los ojos vendados- una mujer sensible como la protagonista recién casada con un tipo de la tribu es carne de cañón para la jauría. Ella desea tener descendencia pero el apetito sexual de su marido es onanista y dudoso. Su suegra, que vive con ellos, la martiriza a pico y pala cotidianos en la choza de piedra y mugre donde habitan. La decoración de la casa son enormes cabezas de peces muertos y boquiabiertos. En el apestoso barrizal en donde pescan aparecen cabezas de vacas. No es extraño que -así las cosas- el índice de suicidios sea notable. Y al que lo acomete lo envían sin derecho a enterramiento a pudrirse a pelo en un osario de animales.

Las cabras sufren llagas purulentas. Los gusanos son como mascotas o animales de compañía. Y la propia protagonista entra en bucle paranoico. Porque -a veces- los paranoicos llevan toda la razón. Y comienza a dejar volar mariposas en su boca, como Jodie Foster en el imaginario de El silencio de los corderos. Esta Arcadia de la putrefacción misógina la fijan Veronika Franz y Severin Fiala con un rigor pictórico y atmosférico colosal. Y les facilita aún más la inmersión macabra la actriz formidable Anja Plaschg. Como un acto de justicia poética frente a tanta vida mártir femenina nos enteramos de que Plaschg es, además, la compositora de la música del filme. Y posee, además, una carrera musical muy activa y marchosa, con el nombre de Soap&Skin. Música del demonio. Por eso es lógico que ruede su cabeza. Y que el bosque y los gusanos protestantes y asalvajados hagan su trabajo.

Los hipopótamos de Pablo Escobar

La coproducción de Republica Dominicana y Namibia Pepe comienza con las secuencias de archivo de Pablo Escobar tratando de escapar por los tejados de Medellín, antes de ser ejecutado in situ. Nos han contado que la película nos va a revelar las condiciones en las cuales se produjo la compra y el traslado, desde Namibia a Medellín, de hipopótamos y jirafas con las que Escobar quería transformar su Hacienda Nápoles en una sofisticada sabana. El asunto promete. El Pepe del título se refiere al sobrenombre ?los pepes- que recibieron los escuadrones de la muerte que el paramilitar Carlos Castaño alistó en la Colombia de la década de los 80 del siglo pasado para combatir a la guerrilla de las FARC y a Escobar. Pero luego la película propone algo muy raro: toda la historia la conocemos siempre a partir de la voz en off de un hipopótamo omnisciente. Tiene gracia cinco minutos. Pero muy pronto esa pastosa dicción te va sumiendo en el sopor. Y nunca llegas a entrar ni por asomo en la legendaria Hacienda Nápoles, tan visitada entonces por aquella Colombia futbolística de ensueño del Pacho Maturana, Higuita, Valderrama y toda la basca.