La novela negra no es denuncia social

H. J. Porto REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Eugenio Fuentes (Montehermoso, Cáceres, 1958), autor del ensayo «Los bajos fondos del corazón».
Eugenio Fuentes (Montehermoso, Cáceres, 1958), autor del ensayo «Los bajos fondos del corazón». Marcos Míguez

En «Los bajos fondos del corazón», Eugenio Fuentes cuestiona el compromiso del «noir» con la realidad de su tiempo y prioriza el papel de las emociones

08 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Esa asociación con el producto de consumo que todavía pesa sobre la novela negra parece que previene cualquier intento de abordar su estudio desde un punto de vista riguroso, más allá de las abundantes antologías y los diccionarios personales temáticos —véanse los de Javier Coma, Paco Camarasa, Antonio Lozano, Pierre Lemaitre, que también ayudan—. Se olvida que ya hace mucho que gente de gran prestigio literario como Jacques Prévert o Borges le han concedido la legitimidad que se le negaba en sus inicios marcados por el apelativo de lo popular, el libro barato de quiosco y las revistas pulp. El escritor Eugenio Fuentes (Montehermoso, Cáceres, 1958) niega la mayor en su ensayo Los bajos fondos del corazón, sumándose a esta batalla en favor del noir, en un acto de amor, con un acercamiento teórico en el que reivindica el género tratando de profundizar en su naturaleza, pero que también rechaza la máxima que afirma que es el factor de la denuncia social y política lo que lo hace grande y universal. Es más, cuestiona la necesidad del compromiso de la novela negra con la realidad de su tiempo y prioriza el papel de las emociones en la fundamentación del relato policíaco y sus derivaciones, casi como si se erigiese en espejo de la condición humana. Un terreno fértil donde crecen robustas las hierbas del odio, la envidia, el ansia de dominación, el amor, las insidias, el rencor, el despecho, la venganza...

Y es que es un poco así como es la propia obra literaria de Fuentes, creador del detective Ricardo Cupido, un personaje que se separa conscientemente de lo que triunfa en el mercado —el investigador como antihéroe solitario, dipsómano, mujeriego, individualista, cínico, fracasado en el ámbito de lo personal, y en particular en el del matrimonio y la familia, y con un pasado que esconde algún horrible y torturador trauma—, un hombre introspectivo y tranquilo, que huye de la violencia y la sangre fáciles y que se mueve en tramas tan morosas como bien decide el ajustado metrónomo de la escritura del autor extremeño. Porque el ensayo de Fuentes refleja también, de algún modo, sus certidumbres, dudas, devociones, disgustos, aciertos, limitaciones, curiosidades, inquietudes y preferencias como escritor de noir, uno de los más originales y sólidos del panorama del español actual.

Ya lo decía hace mucho tiempo —y no sin humor— el filósofo Fernando Savater: «Lo que prestigia la novela negra ante cierto tipo de mentalidades (el instrumentalismo no está menos presente ni mejor justificado en crítica literaria que en cualquier otro campo de la consideración estética) es su posible valor de denuncia política y crítica social; no voy a decir que este sea absolutamente desdeñable cuando se añade a una buena novela, aunque es obvio que nunca ha redimido a ninguna mala de su mediocridad». La asignatura pendiente del género negro —incide Fuentes— «no es la de comprometerse con el mundo, sino la de encontrar un equilibrio entre los componentes narrativos y los componentes estéticos». Así, echa de menos mayor audacia y esmero lingüísticos, «una conciencia de que el lenguaje es algo más que una herramienta auxiliar al servicio de la historia». En tal sentido, insiste, la novela negra «ha creado grandes personajes, pero pocas veces ha sabido desplegar un gran estilo». Si acaso, concede, «solo en el diálogo ha alcanzado cotas de brillante precisión, ingenio e ironía».

Desmontar los tópicos

Con un texto muy personal, nada canónico ni académico —que, por supuesto, ni cierra ni pretende cerrar el debate—, Fuentes trata explicar el éxito actual del género —una explosión tremenda en las tres o cuatro últimas décadas, por ventas, lectores, colecciones, festivales...— desde sus orígenes, indagando sus fundamentos y sus características, sus muchos caminos divergentes o paralelos —no solo en la persecución de un asesino o la aclaración de un crimen—, sus personajes carismáticos y sus series novelísticas, sus autores favoritos, los grandes clásicos, las tramas, su futuro, sus vicios y sus posibilidades de mejora de calidad y ambición estéticas... Al tiempo, se revela como uno de sus objetivos cruciales desmontar los innumerables tópicos reinantes. Por supuesto, remata con un agradecido homenaje a su personaje Cupido y su territorio —que raya en lo rural— de Breda, pequeña ciudad ficticia en suelo extremeño.

En fin, un texto imprescindible para la legión de devotos del género negro y recomendable para casi cualquier lector.