Springsteen no es un recuerdo: vence al tiempo y a la acústica atroz del Metropolitano

La Voz REDACCIÓN | EFE

CULTURA

Bruce Springsteen, en el primero de los conciertos de Madrid
Bruce Springsteen, en el primero de los conciertos de Madrid Ricardo Rubio | EUROPAPRESS

Más de 55.000 personas vibraron con un símbolo que se resiste a ser un recuerdo

13 jun 2024 . Actualizado a las 07:06 h.

Más de 55.000 personas han vibrado este miércoles con un símbolo que se resiste a ser un recuerdo, Bruce Springsteen, más consciente que nunca de los estragos del tiempo, pero capaz aún de vencer sus leyes y hasta una acústica en origen atroz en el estadio Metropolitano de Madrid.

Aunque poco precalentada mediáticamente, quizás porque el Boss actuó en Barcelona en el 2023, quizás por la resaca de la visita de Taylor Swift, varios son los ingredientes que hacen de esta otra cita especial. A saber: ha conseguido llenar durante tres noches (165.000 personas en total) y llega tras una larga espera de 8 años, la más larga que ha vivido la capital española con diferencia.

Entre medias se cruzaron tanto la pandemia, que retrasó varias veces sus planes de volver a la carretera junto a The E-Street Band con un estupendo disco de temas inéditos, Letter To You (2020), como una más cómoda residencia en Broadway que se alargó más de lo previsto inicialmente.

Al Metropolitano, que ya visitó en 1999 y en 2003 cuando aún era conocida como La Peineta, ha llegado el estadounidense tras varios días de reposo por prescripción médica tras verse afectada su garganta, lo que le obligó a posponer varios «shows» al año que viene, y tras superar problemas de salud anteriores que le hicieron temer «no volver a cantar de nuevo».

Al final, la presentación por fin en vivo del citado Letter To You y del disco de versiones que le siguió, Only The Strong Survive (2022), no pasó de anécdota, con un pellizquito colándose en un repertorio retrospectivo, con las habituales sorpresas no tan manidas, como 'Seeds', que ha sonado en la primera parte.

Poco importó que el espectáculo arrancara 20 minutos tarde. Fue empezar a desfilar cada miembro de The E-Street Band y desatarse la euforia, multiplicada al aparecer el héroe enfundado en chaleco, corbata y camisa remangada, como desmintiendo sus años con un porte ajeno al paso del tiempo.

Al grito en español de «Hola, Madrid, ¿estáis preparados?», arrancó el concierto entre la vibra álgida de Lonesome Day, seguida de No surrender y, entre lo poco que sonó de Letter To You, Ghosts.

Tampoco le perturbó al ánimo encendido del público que la acústica del Metropolitano pareciese (otra vez) una trampa en la que la física se empeñaba en deslucir el trabajo de la banda, entregada a fondo como siempre. Estrechando manos con sus seguidores, Darlington County supuso un pequeño hito de emoción añadida en la primera hora que ha mantenido al versionar el clásico de John Fogerty Rocking All Over The World entre arengas en español (¡Más alto!), algo que no hizo falta justo después con el primero de los grandes éxitos de la velada, Hungry Heart.

La energía era ya contagiosa al emprender el segundo tercio del concierto. Incluso el sonido resultaba más preciso y a un tema reciente como I Was The Priest le sacó junto a Steve Van Zandt un coleo de guitarras a la altura de los grandes temas.

Con todo, fue la nostálgica calidez de My Hometown la que erizó vellos, más aún al engarzarse con el arranque mítico de The River y rematar este con un largo y agudo arrullo, que no debería salir teóricamente de una garganta gastada. Aplauso enorme y otro de los momentos para el recuerdo.

«La muerte proporciona cierta claridad mental y entiendes que la aflicción no es mas que el precio que pagamos por querer bien», reflexionaba antes de Last Man Standing, al recordar que él es el único miembro con vida de su primera banda, otra llamada a exprimir el momento, a exprimir esta noche en la que Springsteen aún no es un recuerdo.

Cuando el asunto empezaba a cobrar un tono demasiado elegíaco, Because The Night levantó hasta al más seco para iniciar por todo lo alto el camino del tercio final arropado por la savia fresca del saxo de Jake Clemmons, sobrino de Clarence Clemmons.

Ya era solo cuestión de dejar rodar hasta los bises una bola cada vez mayor empujada por Wrecking Ball, por el clamor colectivo de The Rising con sus la-la-lás, el fuego cruzado de Badlands, con todo el estadio a saltos, y la aparente huida liberadora por su Thunder Road.

Solo aparente, porque aún tenía que estirar el repertorio para rondar las tres horas y alcanzar la treintena de cortes con unos bises igualmente de altura iniciados con Land of Hope And Dreams, pero prendidos como siempre con la imprescindible Born To Run o Dancing In The Dark.

«¡Gracias, Madrid!», se le escuchó exclamar con bazas aún bajo la manga como una versión acústica de I'll See You In My Dreams (Te veré en mis sueños, en español). Al menos durante dos noches más en Madrid y otras dos en Barcelona, de momento no será en sueños.