Pedro Ruiz: «Hoy se tendría que decir "¡Qué lista es Carolina!", el ecosistema es otro»

Javier Becerra
JAVIER BECERRA REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Esta semana llega al Teatro Colón de A Coruña con un espectáculo que define como «divertido y conciliador»

14 oct 2024 . Actualizado a las 11:41 h.

Pasan los años, se suceden los ciclos, cambian los Gobiernos y mutan los usos sociales, pero Pedro Ruiz (Barcelona, 1947) sigue ahí como todo un superviviente del mundo del espectáculo. «Sí, pero me cuesta mucho», dice entre risas. «Yo nunca gozo del favor de las instituciones. A veces no las tengo en contra, pero nunca las tengo a favor. Entonces, yo me invento porque tengo muchas inquietudes», añade. Su último proyecto se titula Mi vida es una anécdota by confidencial, un espectáculo de humor que se podrá ver el viernes 18 en A Coruña (Teatro Colón, 20.30 horas, entradas desde 25 euros) y que organiza Cávea Producciones.

—¿Piensa realmente que su vida es una anécdota?

—Cuando digo que mi vida es una anécdota lo digo en general. Considero que incluso la humanidad es una anécdota en el planeta. Se trata de un espectáculo divertido, jugoso y conciliador. No es para decir que mi vida ha sido muy interesante, sino que la mayoría de las vidas se parecen.

—¿Quiso hacer algo amable?

—En este momento estoy convencidísimo de que lo más revolucionario es respetar y reconciliar. Sé que no vale para nada, pero al menos tengo la certeza de que es una pequeña gota en el mar. Yo creo que esta tirantez permanente no nos viene bien y quiero darle al público un rato de buen humor y conciliación.

—¿Va a contracorriente del humor «canallita», tan de moda?

—Es que a mí nunca me ha gustado eso. El humor canalla no me divierte, porque tampoco me gustan las personas canallas. Las respeto si son así y no inciden en mi vida. El humor canalla no es humor de fondo, solo de forma.

—En los noventa hizo «La noche abierta», en La 2. Ahora hay un resurgir de esos programas de entrevistas, pero hechos de otro modo. ¿Qué opina de la guerra de Broncano y Pablo Motos?

—Siempre digo que en las situaciones de la vida siempre hay tres fases: hambre, atracón y diarrea. Es algo que se repite permanentemente a través de los siglos. El programa de La noche abierta lo hice porque en ese momento estaba cuidando a mi madre y no podía hacer funciones. Entendía aquello como ser anfitrión. Yo no soy periodista, lo digo con todo el respeto a vuestra profesión. Hablaba con gente que en el 60 % de los casos eran amigos: Serrat, Raphael, Sabina, Pepe Sacristán... La conversación era distinta, era con un colega. Respecto al asunto Broncano-Motos, me parece natural que la televisión pública tenga una alternativa a un programa de charlas. En el prime time necesita tener un poco de circo y variedades, porque si no, a esa hora no se compite. Lamento que no haya más. De hecho, estoy negociando con la televisión pública para hacer algo parecido a La noche abierta, pero puesto al día. El que haya buenos escaparates es más un beneficio que un perjuicio. Otra cosa es que se exija más la estridencia y el efectismo que el fondo de la contestación. Pero para eso está La 2.

—¿Se ve un hombre de La 2?

—Yo me veo en La 1, si tuviera ganas de hacer cosas que he hecho antes. Sé que para tener audiencia hay que ser estridente y a mi persona ya no le divierte eso. Cuando vas por la calle, has tenido 24 millones de espectadores a la semana con Como Pedro por su casa y te dicen: «¡Qué buena estás Carolina!», pues no es una cosa que quieras perpetuar [risas]. Una cosa así es algo que se te ocurre un día en tu casa, haciendo una tortilla de patatas, la pones en un programa y se convierte en una especie de leyenda que cargas con ella. Si quieres conversar en serio, con alguna canción y algo de comedia por el medio, creo que hay que ir a sitios más sosegados. En lo otro, los números ponen rápidamente muy nerviosos a los directivos.

—Aunque en la memoria colectiva parezcan muchos más, aclara que solo se emitieron siete capítulos de «Como Pedro por su casa».

—Sí, la gente piensa que fueron siete temporadas y fueron solo siete viernes. Lo que pasa es que el programa tenía millones de espectadores. Sustituía al Un dos tres e inventé lo del niño porque, de alguna manera, el Un dos tres era un programa que se veía en familia. Lo hice conscientemente y, casualmente, acerté.

—¿Es un indicador del éxito que una frase como aquella pasase a ser la que decía en todo el país al día siguiente?

—Eso tiene que ver con el título de este espectáculo. Y es que, hagas lo que hagas, siempre te recordarán por una anécdota. Tú puedes cantar una ópera fantástica y recordarte solo porque soltaste un gallo. O a Fernando Fernán Gómez porque dijo un día: «¡A la mierda!». Hay que asumirlo, torearlo y olvidarlo.

—Ese «¡Qué buena estás Carolina!» hoy chirría totalmente.

—Hoy se tendría que decir: «¡Qué lista es Carolina!». Pero, como decía estos días Pérez Reverte, no se puede juzgar con el contexto de hoy hechos que han ocurrido hace 20 años o 200. El ecosistema es otro.

«El mundo digital es lo peor que he visto en mi existencia»

En ese ecosistema actual del que habla Pedro Ruiz, él se presenta como una rara avis.

—Ha publicado un libro, «Testamento» con prólogo de Alfonso Ussía, y epílogo, de Jordi Évole, dos personas en las antípodas. Y usted en el medio. No es usual.

—Es mi forma de ser. Yo soy tan amigo de Bertín Osborne como de David Trueba. No quiero estar en una parte de la raya. Tú y yo podemos tener una opinión distinta de lo que sea, pero nos podemos comer una paella. Pienso que, cuando ya cumplimos años, no opinamos con opiniones. Opinamos con callos en la cabeza. Lo hacemos desde ahí. Y yo no quiero ser mi propio callista.

—Usted opina a diario con éxito en las redes sociales, pese a declararse poco tecnológico.

—No, no soy nada tecnológico. Hablo ahora desde un móvil antiguo que no tiene WhatsApp ni siquiera acceso a internet. La gente que me distribuye el teatro me pidió que hiciera un comentario diario. Es una cosa de 40 segundos en Instagram que se está disparando. Hay comentarios que tienen un millón de visualizaciones. Eso me sirve también para estar presente en el teatro y llegar al público de ahora.

—Algunos se han convertido en virales y la gente los ve, aunque no los busque. El algoritmo juega a su favor, pese a su rechazo.

—Tengo al algoritmo trabajado para mí sin yo saberlo. Mi idea respecto al mundo digital es muy peyorativa. Esto es lo peor que he visto en mi existencia. El peor dictador que ha habido en el planeta Tierra no ha tenido ni el 1 % de la información que ahora tienen gratis todos los demás. Yo creo que esto es la cárcel digital. Intentarán meterme en ella, pero yo continúo con mi viejo teléfono de llamar y colgar. Lo que hago para las redes lo hago con teléfonos de gente que trabaja conmigo.