Óscar Avendaño escribe uno de los libros musicales del año mezclando su vida entre los discos que lo han marcado

Javier Becerra
JAVIER BECERRA REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Óscar Avendaño en La Casa de Arriba de Vigo.
Óscar Avendaño en La Casa de Arriba de Vigo. Oscar Vázquez

Con «¡Lo tengo en vinilo!», su debut literario, lleva a la escritura la idea del personaje de «Alta fidelidad» de ordenar su discografía de manera autobiográfica

02 nov 2024 . Actualizado a las 21:02 h.

La novela Alta fidelidad (1995) de Nick Hornby, convertida en filme en el 2000, está protagonizada por el enfermizo melómano Rob Gordon. Este ordena su inmensa colección de discos según llegaron a su vida. «Es un intento de escribir mi autobiografía sin tener que hacer cosas como coger un bolígrafo», dice el personaje. Sí lo ha hecho Óscar Avendaño (Vigo, 1973), músico que ha militado en formaciones como Siniestro Total y The Bo Derek’s, tocando también en solitario. Acaba de editar ¡Lo tengo en vinilo! (NeoPerson Sounds), su primera incursión literaria.

«No fue a propósito, pero pronto me di cuenta de que estaba haciendo lo mismo —confirma Avendaño—. Si eres melómano y no compras los discos por comprar es relativamente fácil hacer ese orden». La diferencia es que él lo ha plasmado en 284 páginas. Y, como ocurrió con Alta fidelidad, ha generado una empatía especial entre los que acumulan elepés en cuyos surcos giran pedazos de su vida. Durante varias semanas estuvo en el número 1 de los libros de rock más vendidos en Amazon. Más significativa aún es la cantidad de lectores que le han colgado una foto con él en las redes sociales. «Nadie esperaba que funcionase tan bien. Tampoco yo, sinceramente. Estoy sorprendido», asegura el escritor.

El enganche empieza por el propio título, una de las expresiones míticas de estatus entre los friquis musicales. «Cuando en los noventa el vinilo prácticamente había desaparecido quedamos cuatro tarados comprándolo. Supongo que en ese momento significaba que estabas comprometido con cierto tipo de música», recuerda Avendaño. Todo ha cambiado. En el mundo de los acetatos a colores de Taylor Swift a 45 euros ya no significa lo mismo. «Hoy esa expresión significa fardar de algo que muchas veces solo implica gastarse mucho dinero —opina—. En aquel momento había que andar en tiendas de segunda mano, como si fueras Indiana Jones buscando un tesoro. Hoy pagando puedes lograr cualquier cosa. El título lo uso como parodia. Incluso hacia mí, que tengo 51 años y un montón de vinilos».

El recorrido empieza cuando tenía nueve años. Tras ser diagnosticado de escoliosis, su madre lo apuntó a un gimnasio. En él había un tocadiscos y un solo álbum, ¿Cuándo se come aquí? , de Siniestro Total. Con sensaciones contradictorias («el disco me encantaba, pero me daba la sensación de que yo no debería estar escuchando aquello, que era para mayores»), germinó un amor por la música que incluso lo iba a llevar, más tarde, a ser durante 19 años el bajista del grupo que sonaba entre colchonetas y potros. Entonces, apenas saltaba de vinilo en vinilo probando los diferentes sabores del rock por primera vez. Discos como Mystery Girl de Roy Orbison, Highway To Hell de AC/DC, Rubber Soul de The Beatles y Rocket To Russia de Ramones aparecen en las primeras páginas, haciendo el tránsito de la infancia a la adolescencia y de esta a la juventud.

La conexión con el lector musical resulta inmediata. «Mi intención era escribir la biografía de un melómano anónimo —explica—. No soy tan famoso como para que a alguien le interese mi biografía, como podría pasar con una estrella de rock. Al darle ese tratamiento pretendía que cualquier persona a la que le guste la música pudiera encontrar conexiones, porque seguramente a él le ha pasado lo mismo». Las hay. Discos comprados por corazonadas. Choques con tenderos que los despachan. Álbumes que se escucharon en pareja y conservan siempre ese aroma, como un perfume evocador. Trabajos que pasaban al casete del coche en viajes iniciáticos. Elepés que musicaron el descontrol junto a otros que pusieron banda sonora a la calma.

El libro traza indirectamente una crónica del Vigo roquero posterior a la movida. «Eso me lo dijo Julián Hernández, que había escrito algo de lo que no se había escrito casi nada, pero tampoco era mi intención», admite. Locales como La Caverna, Planta Baixa y La Iguana se suceden acogiendo conciertos míticos, descubrimientos musicales y afilando filias y fobias. En ese aspecto, Avendaño no se corta. Las expone con toda transparencia, como si fuera una conversación entre amigos con unas cervezas. Por ejemplo, dice que no soporta la voz de Robert Plant en Led Zeppelin: «Todos tenemos esas cosas. A mí me mueve la pasión y, desde ahí, hay cosas que no soportas y otras que te encantan. En cierta época, ese modo de cantar casi operístico me cuesta muchísimo». Tiempo después, con Raising Sand el disco que grabó con Alison Krauss se reconcilió con el vocalista, como refleja en el libro.

Oxigenado con fino humor («es mi manera de afrontar la vida, lo uso para casi todo»), ¡Lo tengo en vinilo! también acoge drama y pasajes conmovedores. Las sucesivas muertes de sus padres. Los remordimientos respecto al penoso final de algunas relaciones. Los amigos que se quedaron por el camino. Y todo el lado oscuro de una trayectoria llena de momentos gozosos y, a veces, hilarantes. Articulados aquí entre 90 títulos de elepés, conforman uno de los libros musicales del año.