«La novia de Sandro», descarnado poemario de Camila Sosa Villada

H. J. P. REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Camila Sosa Villada (La Falda, Córdoba, Argentina, 1982). A la derecha, portada del libro.
Camila Sosa Villada (La Falda, Córdoba, Argentina, 1982). A la derecha, portada del libro. María Palacios | Tusquets

La escritora argentina recurre a una lírica descaradamente narrativa que desborda salvaje sus cauces para enfrentar y desentrañar la experiencia de amor travesti

23 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Camila Sosa Villada (La Falda, Córdoba, Argentina, 1982) es una escritora transgénero, o travesti, como a ella, en su radicalidad, le gusta reivindicar porque, dice, la palabra tiene unas connotaciones sociopolíticas e históricas terribles que quiere poner en valor y preservar. Con esa misma franqueza descarnada se conduce en la escritura de sus novelas y también de su poesía. Diez años después de su aparición allende el Atlántico, el sello Tusquets rescata para el lector peninsular su único poemario, La novia de Sandro, que llegó este miércoles a las librerías. Así se llamaba, también, por cierto, el blog que escribía cuando a los 18 años llegó de su pueblo a Córdoba capital para estudiar periodismo en la facultad. La escritura de Sosa Villada es torrencial, desatada, salvaje, nunca acepta moverse en las medias tintas. Y en este libro, que reúne una lírica descaradamente narrativa, desborda sus cauces para enfrentar y desentrañar la experiencia de amor travesti, el deseo, el sexo, la ternura, el abrazo, el erotismo, la fantasía, el desengaño, el desamor, la intolerancia, el desprecio, desde las primeras ansias de adolescente —cuando todavía se llamaba y era Cristian Omar— que negaban la identidad en la que su naturaleza la había confinado. Esa sinceridad tan brutal solo a veces queda suavizada por su sentido del humor y su capacidad para relativizar el mundo de violencias que le tocó vivir. Porque en su verso está la furia pero también la belleza y la celebración, aunque en ocasiones parezca un reproche. «Como buena negra que soy, me arrimo al fuego y relumbro, con un fulgor inusitado, como una trampa, como si el mismo mal se depositara en mis destellos», proclama de inicio para terminar: «Nunca más un amante conversó y rio conmigo mientras teníamos sexo. Y él fue asimilado por la gran absoluta nada que es el mundo de los hombres, que se casan para olvidarse dónde y con quién la vida les ardió un poco». Una lectura gozosa... y necesaria.