Arosa Folk 76, Galicia vivió su Woodstock diez meses después de la muerte de Franco

Entre cuatro mil y diez mil personas cada día frente al escenario, llegadas desde todas partes. Dos enormes zonas de acampada con un bizarro aspecto, en el que la ordenación militar de las tiendas contrastaba con lo jipiesco de sus inquilinos, e innumerables lonas salpicadas a lo largo y ancho de pinares y playas. 41 bandas y 35 solistas procedentes de 42 provincias. Bebida, pulpo, mejillones y empanada. No habían transcurrido diez meses desde la muerte del dictador cuando A Illa acogió, entre el 2 y el 5 de septiembre de 1976, un festival de música sin precedentes en la agonizante España franquista. Arosa Folk 76, dirigido a músicos no profesionales por debajo de los 25 años, supuso un extraño pero fenomenal estallido de libertad, pese a los agentes de la brigada político-social que malamente se infiltraban entre el público. Todo, en una pequeña isla enclavada en el corazón del mar de Arousa, que había que alcanzar navegando en la célebre motora. El puente que hoy la une al continente no sería inaugurado hasta 1985.

Por lo visto, alguien quiso remedar en plan castizo, más que Woodstock, lo que había sucedido en la isla de Wight entre 1968 y 1970, cuando Jimmy Hendrix, Bob Dylan, The Doors, The Who o Jethro Tull, por citar solo algunas referencias de aquellos tres tremendos carteles sucesivos, se dieron cita en un legendario festival por el que el propio John Lennon andaba dando vueltas. «No se trata de una reunión de hippies, sino de artistas», escribía un redactor de la época, deseoso de marcar diferencias por mucho que recogiese el sabroso e infundado rumor de que Joan Báez se iba a dejar caer por A Illa.

«Cheguei e non volvín a casa ata tres días despois. Non lembro ter durmido», recuerda Julian García, que tenía 17 años y se abandonó, como tanta chavalada, a una fiesta y una resaca de resonancias épicas. Él es de A Illa, como José Ervín, un par de años mayor, a quien el Arosa Folk sorprendió haciendo la mili en Ferrol. Quen dixo medo?: «Como eu xa estaba na confraría puiden escaquearme e vir». Ambos se reúnen con Juan Luciano Otero, Genito, que había cumplido los 28, para hacer memoria en el campo de fútbol, su epicentro. «Ata alí enriba estaba a xente empoleirada», aseguran, señalando una enorme roca entre toxos.

Genito tiene claro que la Delegación Nacional de la Juventud, dependiente de la Secretaría General del Movimiento, quería exhibir músculo ante el desmoronamiento del régimen. «Frente a los que pretenden monopolizar las actitudes juveniles, lo único que deseamos es cumplir la misión de servicio que hacia vosotros, jóvenes, nos encomienda el Estado». Así se expresó el director general del festival, Óscar Cacheiro, al recibir a la marabunta de músicos y festejantes. «Morrera Franco, a sociedade civil se organizaba. Nese xaneiro, na Illa actuaran Bibiano e Benedito, de Voces Ceibes, empezaba a cantarse en galego e a bandeira era un símbolo de aperturismo».

Hubo una selección previa de artistas en cada provincia, alentada por las emisoras de radio. Al frente de la dirección musical se colocó Julián Granados (Los Snobs, Los Buenos). Como presentadores, Eva Gloria, que después recalaría en Aplauso, y José María Comesaña, ambos de TVE. Un señor helicóptero sobrevolaba el campamento. Entre los participantes había quien iba directo al grano, como Hachís, de Granada, y quien exprimía la neurona con erudito cachondeo: Comunidad Paleontológica, Etimológica y Profiláctica, de Mallorca.

Por Galicia actuaron Paulino Martínez, Roda Fun, Alonso Vázquez, Tau y Xoán Silva. También Cumbre, una formación vocal coruñesa llamada a hacer grandes cosas. Fue invitada cuatro veces al mundo celta de Lorient, ganó el concurso de Gente Joven y en 1980 se convirtió en el primer grupo en gallego que grabó con una multinacional, A espesura do camiño, (Emi-Odeón). Su percusionista, Carlos Castro (Fía na Roca), era apenas un adolescente. «Había moreas de tendas, todo un pouco agreste». A Xavier Vázquez Botas le llegaron los ecos de «tres días de festa rachada». La mili lo privó de cantar en A Illa. Relata alguna crónica que Eva Gloria quiso pasarse de lista. «Levou unha tremenda pitada por non dicir unha palabra en galego, bloqueouse e acabou chorando». El último día, la contención se fue al garete. Invasión de escenario con bandera gallega. Buenas vibraciones, pese a todo, y anuncio oficial de una segunda edición que se quedó en nada. Por si las moscas, Fernando Sanz, director de Coordinación de la Delegación Nacional de Juventud, que algo tendría que ver, fue destituido al mes siguiente. «Eramos uns bolxeviques», concluye Julián con una sonrisa.

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