
Impecable pase de los americanos en Santiago con una exhibición de melodías excelsas que encantó a un público que solo les reprochó no haber estirado el recital un poco más
23 jun 2025 . Actualizado a las 22:00 h.Pese a su constante actividad en España, Galicia permanecía todavía al margen del hechizo en vivo de los americanos The Lemon Twigs. El grupo fetiche de los adoradores del pop clásico de armonías vocales perfectas y estribillos de esos que iluminan el alma se presentaba el domingo en la sala Capitol para deleite de una audiencia mucho mayor que ellos. Los hermanos D'Addario tienen 26 y 28 años, respectivamente, pero están totalmente colgados de la música de los sesenta y primeros setenta. También de su estética. Lo suyo es el pop de bajo Hofner Violín y guitarra Rickenbacker, con un pie en las pintas de Michael (que parece el Roger McGuinn de The Byrds del 66, con pelo casco y botas Chelsea) y otro en las de Brian (escapado de una foto de Badfinger del 72, con melenilla y pantalones acampanados).
Nada es casual. La intersección entre ambos momentos se tradujo rápidamente en el escenario de la mejor manera posible, acreditando todo lo bueno de sus discos con un toque de excelencia que marca la diferencia. Porque el mundo está plagado de grupos de power-pop con buenas intenciones, mejores influencias y unos resultados correctos que pronto caen en lo anodino. Pero los Lemon Twigs, sin salirse del marco del 64 al 73, son capaces de florecer en las tablas con un puñado de canciones mágicas. Empezando sobrados con la arrebatadora My Golden Years (la que cualquier banda sensata reservaría para el final), ofrecieron un recital impecable en el que solo faltaron unos 20 minutos más para ser totalmente redondo. A partir de ahí, expusieron las melodías con el extra justo de electricidad para que Brian diera sus brincos, repasando una discografía llena de temazos, genuflexiones a todas las grandes B —de Beach Boys a Big Star, pasando por Beatles y The Byrds—, y ese porcentaje imponderable de magia que los hace sobresalir.
Ese público que les sacaba 20 y hasta 30 años ladeó la cabeza y dibujó sonrisas. Sintió, una vez más, el gozo supremo de flotar entre unos juegos de voces maravillosos mientras llega un pequeño calambre de rock'n'roll. Lo que el melómano descubrió en la adolescencia y ha pasado el resto de su vida queriendo sentir una vez más. Anacronismo delicioso, The Lemon Twigs proporcionó todo eso a manos llenas, versionando de paso al Tired of Waiting for You de The Kinks para dejarlo todo aún más claro, y finalizando de manera gloriosa con un How Can I Love Her More? sublime. Al terminar, el reloj indicaba que habían tocado solo una hora y diez minutos, un tiempo suspendido, como ocurre siempre con el puro placer. Ahí se encuentra la única queja. Como los niños en los parques de bolas con la dopamina disparada, todos querían más. Se pidió, pero no pudo ser.