La NBA se frota las manos. David Stern, alto comisionado de la Liga, ya puede dormir tranquilo. Pese a la lenta pero constante perdida de audiencia televisiva de los últimos años, a la desaparición de los grandes emblemas de los años noventa, a la retirada de Jordan y a los devaneos judiciales de estrellas como Kobe Bryant y Iverson, el negocio está vivo. LeBron James y Carmelo Anthony, números uno y tres, respectivamente, del último draft han demostrado que están en condiciones de dar el impulso a una competición que definitivamente ha encarrilado el siglo XXI. La aparición de jugadores de origen no norteamericano, como el chino Yao Ming o los europeos Stojakovic, Nowitzki, Gasol o Parker ayudaron a consolidar otros mercados, pero el asunto ha cambiado. De un día para otro, la NBA ha fabricado un par de estrellas estadounidenses, jóvenes y capaces de emular los duelos de los añorados Larry Bird y Magic Jonhson. Por lo pronto, James, de 18 años, promedia por encuentro 16,7 puntos, 6 rebotes y 6 asistencias y ha conseguido que su equipo (Cleveland Cavaliers) deje de ser el peor de la NBA; además, las gradas del Gun Arena registran un lleno absoluto cada jornada (20.526 aficionados), muy por encima de las 11.500 de la campaña pasada. Con menos ruido, Anthony (19 años), campeón de la Liga Universitaria con Syracuse, es el principal responsable de que los Nuggets caminen con seguridad en la dura Conferencia Oeste: 18,7 puntos, 6,5 rebotes y 3 asistencias por partido. Si deportivamente, la competición se ha visto beneficiada con el hallazgo de una pareja capaz de alimentar la rivalidad, económicamente el asunto también funciona. Según fuentes de la NBA, la venta de productos con la licencia de la Liga se ha incrementado en un 90%, la audiencia televisiva ha crecido un 9% y los dos novatos encabezan el ránking de camisetas vendidas. En concreto, desde el 26 de junio, fecha del último draft, se han vendido 600.000 camisetas con el número 23 de LeBron James. Deportivamente, Anthony, de origen portorriqueño, está al mismo nivel que LeBron, aunque su equipo ha ganado en sus dos enfrentamientos a Cleveland y el ex jugador de Syracuse ofrece incluso mejores estadísticas. Pero económicamente, a ambos les separa un abismo: Nike tiene contratos publicitarios con ambos, pero mientras que Anthony cobrará 18 millones de dólares por seis años, LeBron ingresará 90 por un año más, además de haber comprometido su imagen con algunas de las grandes firmas comerciales. A ambos les une un origen suburbial (James nació en Akron, Ohio; Anthony, Towson, Maryland) y una infancia complicada (el padre de LeBron abandonó muy pronto a su madre y el de Melo falleció cuando éste apenas tenía dos años). Ahora, apenas dos meses después de su desembarco en la NBA, David Stern ha dejado de añorar a Jordan, ya tiene un par de filones capaces reencarnar el sueño americano.