Laporta, en el punto de mira

Toni Silva REDACCIÓN

DEPORTES

ANDREU DALMAU

Un ex empleado de seguridad del Barcelona tramaba una paliza al presidente y a otros miembros del club con la ayuda de los miembros más radicales de los boixos nois

04 mar 2004 . Actualizado a las 06:00 h.

?uando presentó su candidatura a la presidencia del Barcelona, poco podría imaginar Joan Laporta que el cargo que ansiaba iba a suponerle graves riesgos para su integridad física y la de su familia. El pasado mes de febrero, la policía destapó una trama que tenía al máximo dirigente culé en el punto de mira para propinarle una paliza. El cerebro de la operación era Manuel Santos, un empleado del Barcelona en los últimos veinte años, que había sido víctima de la reestructuración de plantilla de la nueva junta directiva. Entre sus funciones en las etapas de José Luis Núñez y Joan Gaspart, Santos tenía el cometido de facilitar entradas a los radicales para que accedieran al Camp Nou, además de controlarlos dentro del recinto, e incluso llegó a desplazarse con ellos en algunos viajes del equipo. En los despachos era considerado como el segundo máximo responsable del club en materia de seguridad. Precisamente fue el origen de la trama lo que más afectó a Joan Laporta, cuando conoció la identidad de los protagonistas a finales de mes. «Siento tristeza, sólo puedo lamentar que el detenido sea un ex empleado del club, pero estoy más tranquilo porque las fuerzas de seguridad están trabajando bien», se consoló el presidente. ¿Cómo se descubrió la trama agresora? Gracias a las pesquisas de la policía sobre la extorsión que sufrían unos magrebíes. Los Mossos y la Guardia Civil identificaron a siete secuestradores, entre ellos, Ricardo M. L., de 32 años, un miembro de los casuals , la facción más radical de los boixos nois . Una vez que el juez autorizó la intervención de teléfonos, la policía pudo comprobar que su sospechoso recibía una llamada de Manuel Santos, en la que le ofrecía una cantidad de dinero para apalear al presidente del Barcelona, Joan Laporta, y a Elías Frade, jefe de seguridad de la entidad blaugrana y antiguo miembro de los Mossos. Aquel era el aviso más serio que conoció Laporta, pero antes había recibido otros mensajes desagradables. Los violentos no le dieron tregua, frustrados por la actitud impasible del nuevo dirigente de no acceder a los chantajes de los que se habían beneficiado durante dos décadas: prometían una actitud pacífica a cambio de entradas. Laporta cortó con la costumbre y no se lo perdonaron. Pronto aparecieron las pintadas en las paredes del Camp Nou. «Laporta, tu falsedad sí que es mediática, no mientas a la prensa», o «Laporta mentiroso, tu negocio es nuestra pasión». Los graffitti se hicieron extensibles a su propio domicilio y al mural con el que el presidente blaugrana quiso homenajear a Manuel Ríos, la víctima tras el partido de Copa en Santiago de Compostela. Los violentos dejaron su sello con un gigante «boixos nois» sobre todos los mensajes de paz.