La maldición del tronco holandés

DEPORTES

Una cláusula firmada por Calderón con el Ajax dificulta ahora la venta de Huntelaar tras un decepcionante paso por España

15 jul 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Quizá se convierta en el sucesor de Van Nistelrooy. Pero eso será en cuanto aprenda a jugar al fútbol de alto nivel. Por lo de ahora y desde su llegada al Real Madrid, Klaas-Jan Huntelaar (Güeldres, Holanda, 1983) ha sido poco más que un problema constante.

Aterrizó en el Bernabéu durante el pasado mercado de invierno por una cuestión de urgencias; con el club en situación de mínimos por culpa de las lesiones y la imposibilidad manifiesta de Ramón Calderón de hacer un solo fichaje interesante. Para evitar un nuevo no, el entonces presidente del Madrid puso sobre la mesa del Ajax 27 millones de euros a cambio de un traspaso con truco: si la casa blanca acababa vendiendo al larguirucho holandés a un tercer club, los de Ámsterdam percibirían siete millones de euros más.

Ahora, con Florentino necesitado de acelerar la operación salida para poder seguir luciendo chequera sin riesgo de falta de dorsales, Huntelaar encabeza la lista de nominados y hasta ha encontrado una novia resultona: el Stuttgart alemán ofrece 20 millones. Pero la cláusula Calderón implica que el Real Madrid solo cobraría 13, menos de la mitad de lo pagado hace ocho meses.

Una nueva traba que añadir a un fichaje gafado por las prisas, que pasaron factura desde el primer día. Y es que el ariete no fue el único en llegar al Bernabéu por Navidad. Junto a él apareció Lass, un mediocentro procedente del Portsmouth que llegaba para cubrir la baja de Diarrá. Todavía pasaron unos días antes de que en el Madrid se enteraran de que la normativa de la UEFA les impedía inscribir a ambos en la Champions. Un caso de incompetencia manifiesta en la contratación que se resolvió sacrificando la ficha del delantero -alguien debió verlo jugar-, que solo podría disputar los torneos domésticos.

Así que el Cazador se centró en la Liga. Pronto el apodo se convirtió en burla. En sus primeros seis partidos con la camiseta blanca, Huntelaar apenas participó en el juego. «Excepcional rematador en el área pequeña», según Van Gaal, nadie ponía al holandés balones que empujar dentro y el chico demostraba que su torpeza crecía cuanto más se alejaba de la portería rival. Empezaban a ganar crédito aquellos que, durante sus inicios en la cantera del De Graafschap, recomendaron a Huntelaar emplear su altura (1,87) en hacerse portero.

Sustituto de Kezman

Él prefirió acribillar porterías que defenderlas y, mientras permaneció en su país natal, el asunto se le dio bien. Fichó por el PSV y debutó sustituyendo a Mateja Kezman, en un cambio premonitorio. El serbio también hizo fortuna entre tulipanes, pero defraudó en sus incursiones en las grandes ligas (la Premier, con el Chelsea y la española, enrolado en el Atleti).

Máximo anotador en la Eredivise en dos temporadas, Huntelaar abrió su racha goleadora en las filas del Madrid aportando un tanto en la goleada al Sporting (0-4). Durante un mes, cada vez que su equipo hacía un saco de goles, él se apuntaba alguno -dos en el 6-1 al Betis, el 2-5 al Athletic y el 3-0 al Almería-. Su única diana decisiva llegó en fuera de juego: sirvió para empatar el derbi ante el Atleti. Pero la racha se acabó, al tiempo que se conocían sus dificultades para integrarse en el vestuario. Ni siquiera conectaba con el resto de la legión holandesa. Sobrado de arietes, Florentino decidió venderlo. Sonaron el Milan y el Manchester (donde Ferguson sí que hizo un auténtico cazador de Van Nistelrooy). Nada cuajó y ahora que parecía hecho con el Stuttgart, la maldición del tronco cabalga de nuevo.