Mourinho llevó a los italianos a ganar una Champions 45 años después del éxito de Helenio Herrera
23 may 2010 . Actualizado a las 03:05 h.Ciao
Helenio, arrivederci querido Luis. El Inter del 65 ya puede descansar en paz. Aquellas imágenes en blanco y negro de los Facchetti, Mazzola, Peiró y compañía tumbando al Benfica solo han tardado 45 años en quedar caducas. Recuerdos enviados al limbo por un equipo tan contundente como aquel que forjó HH, con la mano de Mourinho meciendo la cuna y el pie de Diego Milito aplastando al Bayern; una réplica del enorme Jair da Costa en el Giuseppe Meazza.
Aquel Benfica era Eusebio. Ayer todo el Bayern fue Robben. Y tampoco esta vez la alegría de un solo hombre pudo con la solidez de un equipo granítico. No hubo gesta y la muralla resistió en pie para gloria de Mou, que no podía haber empezado de mejor modo su relación con el Bernabéu. Fue en una final de Champions intensa, de juego solidario en la vertiente italiana y protagonismo casi único entre los germanos. En la que el Bayern acusó la debilidad de sus puntas en la misma medida en que el Inter explotó el fenomenal desempeño de su hombre gol.
Müller y Olic se rindieron siempre ante el impresionante ejercicio defensivo de Lucio y Samuel. Enfrascados en imposibles y disparos blanditos, la más clara del punta alemán la tapó Julio César en el mano a mano en que remató la primera jugada tras el descanso. Hasta allí había llegado el Inter en ventaja por gracia de un argentino en la treintena, que además de descolgar mil balones del cielo de Madrid consiguió superar a Butt en su salida. Fue tras el abc de las jugadas de pizarra: saque largo del portero que Milito baja de cabeza para que Sneijder le devuelva la pared. Tres toques justos y un delantero solo en el área contraria. Gol.
El 22 le había pintado a Mourinho su partido perfecto. Ahora solo quedaba esperar. 65 minutos molto longos para cualquiera, menos para un equipo italiano a las órdenes del portugués más calculador. El técnico del Inter tenía claro que todo el Bayern pasaba por Robben y por eso puso a Chivu a resguardar la banda izquierda, adelantando a un Zanetti, cuyos 37 años esconden algo más que veteranía. Poco le importó al holandés, que siguió reclamando cada bola para desnudar en varias ocasiones al lateral rumano. Tantas, que Chivu acabó sustituido a toda prisa tras hacer méritos para su segunda amarilla.
Mientras Maicon disfrutaba del día más plácido de su vida defendiendo la banda derecha neroazurra , en la opuesta Robben alcanzaba una y otra vez la línea de fondo; pero las leyes de la física le impedían rematar sus propios centros. Y cuando logró hacerse hueco suficiente para el disparo, siempre apareció Julio César. El arquero brasileño estuvo bien en la primera parte y sensacional en la segunda, que inauguró negando el gol a Müller justo antes de que Butt evitara el de Pandev.
Desmelene tras el descanso
Las contemplaciones se habían agotado en el vestuario y el partido se desbravó con el regreso al césped de los dos equipos. Los alemanes necesitaban marcar y ofrecían abundantes espacios para las contras lanzadas por un Sneijder que dio la razón a Pellegrini: no era él el holandés que sobraba en el Real Madrid. Tampoco Robben, que de nuevo exigió la mano cambiada del portero en el minuto 66. Cuatro antes de que Milito decidiera que no había más motivos para sufrir y matara el choque.
Eto'o dio señales de vida después de tres cuartos de partido en el anonimato y le metió el balón al príncipe, que encaró a Van Buyten. Con la pasmosa sencillez de un regate seco dejó bien atrás al central y volvió a plantarse ante Butt para doblar la cuenta.
Y de ahí, a los llantos del vencido y a las lágrimas de alegría del campeón. A la entregada ovación a Milito. A los abrazos, jugador por jugador, a un técnico soberbio en todos los sentidos. Capaz de marcar la diferencia para llevar a su equipo a la victoria en un escenario que ya se anuncia como suyo. Bienvenido, Mourinho. Helenio Herrera, descanse en paz.