El tenista suizo todavía no se plantea su retirada y asegura sentirse feliz en el circuito, aunque llegue a estar «ocho meses sy medio sin usar mi cama»
22 jun 2011 . Actualizado a las 18:24 h.«Bumm, bumm», dicen Myla y Charlene, sus hijas de dos años, mientras lo miran e imitan el movimiento de una raqueta de tenis. Roger Federer las ve crecer y no tiene dudas: ¿dejar el tenis a fines del año próximo? Ni pensarlo.
«De ninguna manera dejaré el tenis tras los Juegos de Londres 2012», dijo esta semana en conversación reducida el suizo, al que muchos consideran como el mejor tenista de todos los tiempos. A Federer, dueño de una montaña de récords, se le busca desde hace tiempo una fecha para el adiós. Pero él se niega, y tiene buenas razones para hacerlo.
«Hace cinco años que le preguntan que cuándo se va a retirar. ¿Por qué habría de hacerlo?», dijo a dpa en Londres Tony Godsick, manager del tenista y una de las personas que mejor conocen al ex número uno del mundo.
«Roger no siente el tenis como una carga, ama jugar al tenis. Y los viajes tampoco son un problema para él, al contrario: disfruta de lo que hace. Domina tantos idiomas que se siente cómodo en cualquier cultura y puede aprovechar lo mejor de cada una», explicó.
Es así. Federer disfruta de la internacionalidad casi salvaje de su vida. Opta por el inglés siempre que puede, incluso si su interlocutor domina su lengua materna, el alemán. Si hasta sus hijas lanzan ya más palabras en inglés que en alemán. A Federer le falta sólo un mes y medio para cruzar la barrera de los 30 años, y el suizo siente que el mundo es su hogar.
«En Basilea, pero también en Zúrich. Y en Dubai. Me siento bien en todas partes, y eso es importante para mí de cara a seguir en el circuito. Pete Sampras me contó alguna vez que hacia el final de su carrera, tras cuatro semanas en el circuito lo único que quería era volver a su casa», explicó Federer a un grupo de periodistas suizos de habla alemana días atrás.
«A mí no me pasa eso. Este año, hasta el torneo de Montecarlo, había pasado ocho meses y medio sin usar mi cama. No tengo problemas con esas cosas, tengo una vida maravillosa».
Mirka, a la que conoció como tenista en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000, no es sólo su esposa y la madre de sus hijas, sino también la persona sobre la que buena parte del «imperio Federer» se sostiene.
En sus viajes alrededor del mundo arrastran hasta 18 bultos de equipaje, admitió el suizo. «Muchos amigos nos preguntan que cómo lo hacemos...».
Mientras tanto, su figura se agiganta. Es como si el suizo quisiera decir que no lo descarten antes de tiempo.
Ganador de 16 torneos de Grand Slam y a la búsqueda de igualar los siete títulos de William Renshaw y Pete Sampras en Wimbledon, Fededer, que en Roland Garros jugó su mejor tenis en mucho tiempo y complicó a Rafael Nadal en la final, siente que a veces no se lo respeta lo suficiente.
«Antes de París todos me hablaban de Djokovic, tuve que hablar todo el tiempo sólo sobre él. Siempre se toma en cuenta sólo las últimas semanas, y en un tiempo tan corto un jugador no puede vivir cambios tan fundamentales. Para muchos es difícil de aceptar que los mejores cuatro, cinco del mundo juegan igual de bien».
No lo hacen todavía sus hijas: «Wilson les dio unas mini-raquetas, pero aún no juegan con ellas, hacerlo adentro es demasiado peligroso.
Sólo hacen el ruido de 'bumm, bumm' imitando golpes».
Las raquetas siguen siendo sólo para Federer, y lo serán por mucho tiempo: «Mi meta no es ganar y luego decir adiós, hasta la vista. Mientras siga teniendo felicidad con el tenis y sienta que puedo competir con los mejores, seguiré jugando».