El presidente del Valencia, Manuel Llorente, se explicó como un libro abierto: «Para que os hagáis una idea, es como si vosotros en vuestras empresas dijerais: queremos garantizados todos nuestros contratos, que se pague sí o sí. Nosotros no tenemos garantizados los ingresos, así es que es muy difícil y va a ser muy complicada esta negociación», dijo.
En esta frase de Llorente está la madre del cordero. Los clubes de fútbol han hecho sus presupuestos sin tener garantizados los ingresos. Y no solo eso, sino que en muchas ocasiones, ya sabían que los ingresos no llegarían. Si el fútbol se ha convertido en un lodazal es porque sus dirigentes lo han conducido hasta ahí. Todo ello con el consentimiento de todos los actores de esta película, en la que deberíamos incluir políticos, futbolistas y, en ocasiones, los aficionados, que desbordados por la pasión que sienten por sus colores miran hacia otro lado cuando en su club se cometen todo tipo de tropelías.
La huelga parece inevitable. Y más si se piensa en quien es el presidente de la Liga de Fútbol Profesional. El tal Astiazaran fue capaz de soltar esta desafortunada perla sobre los jugadores a los que se debe dinero: «No son más del 20 % de futbolistas quienes tienen problemas de cobro, pero comparado con la misma tasa de paro que hay en España, ellos al menos tienen trabajo».
Alguien que es capaz de despreciar de esta forma los derechos de los demás, así como de usar el paro de forma demagógica, parece tener más encaje en los cuarenta de Alí Babá, que dirigiendo un colectivo de fuste como se supone que debería ser la patronal de los clubes españoles.
En cualquier caso, la gran interrogante sigue siendo qué pasará el día después de la huelga, si es que finalmente se produce. La Liga seguirá sin dinero para atender las reivindicaciones, los dirigentes seguirán siendo los mismos que han arruinado el fútbol, los futbolistas seguirán teniendo sus contratos y sus cobros pendientes y el Gobierno seguirá actuando de cara a la galería.
El lío es tremendo. Y solo se podrá solucionar con una transformación de gran calado que pasa, como dijo el presidente de la Federación Internacional de Futbolistas en este periódico, por reglas, controles y sanciones.