El secundario que agarró la gloria dice adiós al ciclismo

javier bragado MADRID / COLPISA

DEPORTES

16 sep 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

«Podemos ser héroes. Solo por un día». Carlos Sastre encarnó el mensaje de David Bowie en las curvas de Alpe d?Huez el 23 de julio del 2008. En aquella subida renunció a ser Poulidor y lanzó un ataque que le abriría el camino a un éxito que nadie había pronosticado. Aquella tarde su habitual silueta del corredor que peleaba contra los desarrollos de su bicicleta se transformó en una centella que ascendió ambicioso a lo más alto de la montaña para ganar el Tour. «Surgió la oportunidad y la aproveché», sintetizó.

En solo trece kilómetros acabó con su fama de reservado en la carretera y acompañante sin pedigrí. Hasta entonces, su imagen era la del eterno secundario destacado, el que guardaba las espaldas de Olano, Beloki, Tyler Hamilton o Ivan Basso, pero nunca podría aspirar a la grandeza. Dinamitó los análisis de los expertos que le auguraban alguna victoria etapa o quizás una Vuelta a España (fue segundo en el 2005 y el 2007) pero nunca un Tour.

Sin embargo, Sastre siempre demostró independencia y una conducta perseverante en sus decisiones, equivocadas o no. Así, dejó su Leganés natal al finalizar el instituto y se trasladó a tierras abulenses para dedicarse al ciclismo. Retornaba al lugar de sus primeros pedaleos, a la escuela que su padre había creado en El Barraco. Destacó en los juveniles del Banesto, pero cuando llegó el día de pasar a profesionales fichó por su enconado rival, la ONCE.

«Manolo Saiz ha sido una persona que me enseñó a ver mis límites, a saber lo que era el trabajo duro del ciclismo. Fue la persona que mejores cosas sacó de mí », recordó ayer en la rueda de prensa en la que anunció su despedida, sobria y cercana como él.

Durante cuatro años Carlos Sastre aprendió a ser gregario, «lo que era sacrificarse por un equipo», a escoltar a Beloki en su desafío a Lance Armstrong. En invierno rodaba por las carreteras de la meseta central entrenando con José María Jiménez. Aquellas jornadas escuchaba los éxitos nocturnos y profesionales de su cuñado para después percibir en cada parada de la extraña pareja el cariño de los aficionados por el impredecible Chava. Puede que entonces despertara su ambición y la creencia en que podía ser un líder en el asfalto.

En su paso al CSC deseaba nuevos galones, pero fueron malos tiempos con la muerte de Jiménez. También debió esperar al declive de su amigo Tyler Hamilton y a la sanción de Basso por dopaje para encontrar un hueco que no fuera secundario. Aquel verano del 2008 lo encontró en las primeras curvas de Alpe d?Huez. Y no lo desaprovechó.

«Tras la etapa de Alpe d?Huez del 2008 conseguí hacer realidad el sueño de ser el líder y tener todo un equipo trabajando para mí»