Una afición disparada al ascenso

redacción / la voz

DEPORTES

11 mar 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

La marea blanquiazul llevó al Dépor a un triunfo de más de tres puntos. Lo sostuvo cuando el Guadalajara más empujaba, le dio el aliento que necesitaba, sufrió a su lado y disfrutó como nunca de una victoria que dejó a equipo y afición encantados mientras comienzan a vislumbrar el resplandor dorado del retorno a la Primera División.

Unas dos mil gargantas deportivistas poblaron la grada supletoria del campo Pedro Escartín, convertido en una suerte de pequeño Riazor. Ni una queja, ni un grito de desánimo por las más de seis horas de viaje. Allí estaba el equipo coruñés y para allá viajaron sus seguidores. Dicen que nunca quiso aclimatarse a la Segunda y que la máxima categoría le queda pequeña. Como hizo el entrenador del Alcorcón hace solo quince días, solo se le puede buscar acomodo en la Champions de las aficiones, de la que nunca mereció salir.

El Guadalajara lo sabía, ganó el sorteo de campos y evitó que el Dépor atacase en la segunda parte sobre la portería que rodeaban sus aficionados. En el campo Pedro Escartín se escuchaba un solo grito, el del Dépor. Al equipo local, un recién ascendido que hace historia en su primera temporada en Segunda, también lo denominan así sus aficionados, por lo que los jugadores de Oltra jugaron como en casa.

Avalancha

El gol de Bruno Gama llevó a muchos al suelo por la frágil protección que rodeaba el terreno de juego. La avalancha tras la brillante acción del futbolista, que abrió el marcador de feliz globo, acabó por los suelos, con las vallas publicitarias volcadas y algún hincha abrazado a sus ídolos en la piña de felicitaciones deportivista. Ni el empate momentáneo de Iván Moreno ni la expulsión de Zé Castro enfriaron los ánimos.

Si en Alcorcón se evitaron los reproches tras la debacle, en Guadalajara la afición que nunca se rinde, la de los 25.000 socios y los más de 20.000 espectadores por partido en Riazor, dio una nueva lección. No falló cuando el club más la necesitaba y ahora demuestra que desde la grada también se ganan partidos: con los ánimos y la confianza infinita en sus futbolistas, pero también a partir de la obligación de no dar un balón por perdido y de mantenerse firme frente al rival todo el partido.

Así se ganan nueve partidos consecutivos, en una racha única de aciertos, y también se presume de doce victorias en las últimas catorce jornadas. Riazor, el alma de este Dépor, tiene mucho que ver en la confianza de este equipo. La fiesta aún continuó por la noche, cuando la Peña Centenariazo invitó a muchos a disfrutar la victoria en Madrid. La afición ya se ganó un pedazo de cielo.