Cinco partidos en quince días y seis equipos en la lucha por eludir los dos últimos puestos. Tras esta semana, apenas habrá tiempo para preparar la siguiente contienda. Cada victoria valdrá oro y cada derrota pesará como un saco de plomo. Pero eso será así para todos los implicados, con matices más dramáticos en el caso del Valladolid, casi abocado a conseguir un pleno de victorias. El que mejor temple los nervios, el que digiera mejor los reveses, en definitiva, el que mejor compita será el que se salve. Hacer cuentas no tiene mucho sentido. Y, además, el propio Obra se encarga de desafiar la lógica con inusual frecuencia. Ganó en Murcia después de seis derrotas seguidas; dejó escapar cuatro partidos en casa que, de otro modo, hubieran significado el despegue; pero cuando parecía contra las cuerdas, enlazó tres triunfos consecutivos.
Visto en perspectiva diacrónica, el equipo llega a las cinco últimas jornadas en una situación que se hubiese podido firmar al principio de curso, porque pulula en la pomada de la permanencia y depende de sí mismo. Y no estaría de más que el sábado pudiese contar con un Sar atestado. Pero para eso hace falta que los rectores del club reaccionen con la misma agilidad que mostraron para organizar una consulta entre sus abonados y cambiar el horario. Banca Cívica ofrece los tres últimos partidos por diez euros, el Lagun Aro regala dos entradas a los primeros quinientos abonados que las soliciten... Es sencillo. Y puede ser inmediato. Y hay más fórmulas.