Un punto agónico. Un paso más en el camino a Primera. El Dépor llora el triunfo que se le escapó en el tiempo añadido, pero disfruta del punto que rescató tras un partido en el que casi siempre estuvo a merced de su rival. Manucho, cuando el partido ya daba sus últimas bocanadas, con los dos equipos metidos en el área local -como casi toda la segunda parte-, acertó a enviar al fondo de la red e igualar una contienda en la que el Dépor se había adelantado después de que Guardado transformara un penalti clamoroso sobre Lassad.
Un empate que tiene el valor de mantener distancias con el primer perseguidor, aunque el Celta, tercero, recorta dos. Sin Aranzubia, Colotto, Riki y Bruno Gama, cuatro fijos en el once de Oltra; hasta cinco de los ausentes de ayer fueron titulares en el debut en Segunda allá por el mes de agosto. Nunca el Dépor había tenido que afrontar esta temporada un encuentro tan complicado con bajas tan significativas. Un examen a la plantilla, al poderío de un grupo sin algunos de los referentes que le auparon al liderato. Una oportunidad para un Valladolid dispuesto a asaltar Riazor, el estadio del que sus trece últimos visitantes se habían ido de vacío, el campo en que solo habían puntuado el Hércules y el Nastic.
Los visitantes se adueñaron del juego a partir del minuto cinco, junto cuando comenzaron a superar la presión inicial local. Pero el Dépor de esta temporada tiene un virtud que repite una semana sí y otra también. La paciencia para esperar su oportunidad, para sufrir en su campo y extraer petróleo de cualquier nimiedad. Así, en un balón que no anunciaba peligro, en un pase largo de Zé Castro a Lassad, el francotunecino tuvo tiempo para tocar el balón un instante antes de que Jaime lo arrasara. Penalti y gol de Guardado. Una vez más el Dépor aprovechó su ocasión. El tanto envalentonó a un Valladolid con muy buena pinta, valiente, pero también tranquilizó al Dépor y a un Lux que se brindó un par de grandes paradas.
Incansable, al abrigo y con el empuje de su afición, el equipo de Oltra dio un paso atrás, se atrincheró en su campo y fío su suerte a alguna contra. Hasta ahí había protegido su portería y golpeado en su única ocasión; desde entonces, apenas pisaría el área de Jaime.
En la reanudación se acentuó aún más el dominio del Valladolid. El juego y las ocasiones. Las ausencias habían minado a un Dépor sin apenas recambios para encontrar oxígeno. Entró Pablo Álvarez por Saúl y Oltra reforzó la banda izquierda con Ayoze. Una invitación al sufrimiento y a una línea defensiva de cinco. Solo en un par de ocasiones amagó el Dépor. En una se resbaló Bergantiños, en la segunda Xisco pecó de egoísmo.
El resto, un sufrimiento de los que ya no se recordaban en Riazor. Y un presagio, el enfado de Oltra con el cuarto árbitro por los 4 minutos de descuento. En el último, la zaga de circunstancias local ya no pudo evitar lo inevitable. El gol de Manucho. Un punto más, una jornada menos.