El Obra refrenda su ingeniería

Manuel García Reigosa
M. G. Reigosa SANTIAGO / LA VOZ

DEPORTES

Álvaro Ballesteros

El grupo técnico de Moncho Fernández renueva por dos temporadas

07 may 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Los mismos maquinistas que llevaron al Obradoiro Blusens Monbus a la ACB, que lograron la permanencia y que ahora tienen al equipo peleando por el play off, seguirán dos años más en la en la sala de mandos. Primero renovó el entrenador, Moncho Fernández. Ahora le ha llegado el turno a todos los colaboradores.

Pese a ser tiempos de ajustes y de anemia presupuestaria, la negociación no fue fácil ni difícil porque las dos partes encontraron un punto de convergencia: el deseo de continuar con el proyecto. Unos y otros reconocieron y agradecieron el esfuerzo para llegar al entendimiento.

El balance del último trienio, es más que satisfactorio. Cada año, objetivo cumplido. Y en eso tiene mucho que ver tanto la buena química del grupo como su capacidad de trabajo, sin olvidar la identificación con el club.

De los seis, los cuatro que más tiempo llevan en el baloncesto, son compostelanos hasta el tuétano: Moncho Fernández y Fran Grela, de Pontepedriña; Víctor Pérez, de Rodríguez de Viguri; y Gonzalo Rodríguez, de la avenida de Lugo. A ninguno hubo que explicarle la singular historia del Obradoiro, porque la conocen de primera mano.

Tampoco a Tomas Richartz, fisioterapeuta, que con poco más de diez años cambió Alemania por Santiago y llegó a jugar al fútbol en el Lavacolla. Óscar Viana, que venía de desempeñar su labor como preparador físico en el Liceo, y que se adentró en el baloncesto a través del Obra, enseguida entendió la filosofía de su nuevo destino.

Tanto Richartz como Viana están de guardia las veinticuatro horas. Nadie se extraña si los ve haciendo algún trabajo específico de recuperación con jugadores en días en los que no hay entrenamientos.

Horas de vídeo y pista

Tampoco es una sorpresa pasar aleatoriamente por el despacho de los técnicos a primera hora de la mañana o a última de la tarde y encontrarlos pegados al ordenador, diseccionando baloncesto. Del trabajo extra de Gonzalo Rodríguez con jugadores como Rafa Luz o de Víctor Pérez con Salah Mejri habla mejor que ningún otro indicador la evolución del base y del pívot a lo largo del curso. Mientras, Fran Grela cuadra la intendencia y le pone el pegamento a un entramado sencillo pero aplicado, bien compenetrado.

No había más que verlos ayer, satisfechos ante el nuevo reto de las dos temporadas que se avecinan. Y no hay más que verlos antes de cada partido, tras la presentación de los jugadores. Después de toda una semana de laboratorio y ensayos, e instantes antes de que el balón se ponga en juego, los técnicos hacen piña, apilan sus manos y Víctor Pérez emite un dictamen sobre el duelo que va a empezar. Dicen que su grado de ocurrencia es directamente proporcional al de su discreción. Solo lo delata la sonrisa del grupo.

A partir de ahí, los jugadores tienen la palabra en cuarenta minutos de juego para sacar brillo a docenas de horas de ingeniería. De ingeniería química.