Fragor, energía, entusiasmo, calor, fuego... Todo eso es lo que ofrece un clásico. Envuelve mucho más que el propio desarrollo deportivo sobre el terreno de juego. Por eso, las tendencias con las que llega cada equipo resultan indiferentes. Pero no ha sido un partido brillantísimo. Fue bonito, es cierto. Y la acumulación de talento sobre el césped se escapa de la ciencia del fútbol, pero ninguno de los dos equipos ha podido interpretar su partitura como ha venido haciendo en la Liga. Ninguno fue completamente fiel a sí mismo.
Los goles han sido fruto de errores intolerables en defensa por ambas partes. El choque pudo haber acabado con cualquier resultado, incluso con victoria del Real Madrid, pero el triunfo del Barcelona se puede considerar justo. Si el Real Madrid quiere ganar en Barcelona, no puede permitirse recibir un gol a balón parado como ese. El empate es un error gravísimo del Barcelona en defensa y, después, el Real Madrid le devuelve el regalo.
El partido se rompió en tramos en los que los equipos se encontraban cómodos sobre el campo de forma alternativa. Pero el 2-1 le hizo mucho daño al Real Madrid. Y aunque había dominado el último tercio de la primera parte y el primero de la segunda, desde ese momento, se murió para el clásico.
A pesar del resultado que se dio en el Camp Nou, pienso que la Liga no está sentenciada. Este campeonato es muy largo. Estamos hablando de equipos que promedian once o doce puntos por mes. De manera que el que se confunda gravemente un mes, no ganará la Liga.