A la manera de Luis Enrique

Xurxo Fernández Fernández
xurxo fernández REDACCIÓN / LA VOZ

DEPORTES

Alberto Estévez | EFE

El técnico ha aprovechado la renovación del plantel para ampliar los registros de un Barça solvente

08 jun 2015 . Actualizado a las 15:53 h.

Trece meses antes de lo de Berlín, cuando el Barça estaba aún por venir y el Celta pagaba el sueldo, Luis Enrique telegrafió su futuro con ese punto de soberbia que solo supo borrar el codo de Tassotti: «En mi casa hago lo que me da la gana». Había empezado en la de Gavá, reunido con Zubizarreta para darle la puntilla a la época seca del Tata Martino; y siguió en la de Barcelona, donde ha reconstruido un triplete sobre las huellas de Guardiola.

El gijonés y el de Sampedor compartieron vestuario primero y escuela después. Hace diez años que promocionaron en Las Rozas junto a otros dos protagonistas de la Recopa del 97. Sergi, Ferrer, Lucho y Pep derrotaron al PSG recibiendo órdenes de Robson (traducidas por Mou) y en el 2005 se licenciaron juntos como entrenadores. Los laterales no han alcanzado el éxito de sus compañeros, con los que de momento apenas comparten una alergia a la prensa que solo puede explicar el obsesivo proteccionismo culé. Al centrocampista que fue Guardiola y al chico para todo que encarnó Luis Enrique les unen muchas más cosas; sobre todo, desde el sábado pasado.

Ambos firmaron una monumental campaña de debut en el banquillo azulgrana sin gozar de currículo premonitorio. Los dos lo hicieron bajo sospecha, marcados por las convulsiones internas en el club y la urgencia por dar carpetazo a un curso sin premios. Uno y otro se sobrepusieron además a momentos críticos. Lucho tuvo en Anoeta su particular Numancia, con una derrota que se cobró la cabeza de su gran valedor. Zubizarreta, el del contubernio de Gavá, pagó con el despido haber levantado hacia el palco el dedo acusador.

El papel de Zubizarreta

Bartomeu encajó mal las salpicaduras del caso Neymar y liquidó al exportero, transformado en director deportivo por recomendación de Guardiola, y cuya lista de la compra ha ayudado a marcar diferencias entre las propuestas del hombre que llevaba el 4 y el que portaba el 21 en la final de Róterdam. El lustro de servicio de Zubi, prolijo también en lunares, ha dado como resultado un Barça mucho menos espectacular, pero más versátil que el que liquidó en Roma al Manchester United.

Las discutidas contrataciones de esta campaña han permitido disimular ciertos agujeros en el Camp Nou. Entre Bravo y Ter Stegen han suavizado los efectos de la salida de Valdés. El alemán, nacido en el 92, parece destinado a dar al club varios años de tranquilidad bajo palos, una plaza históricamente caliente en el Camp Nou.

Se compraron también en verano treinta kilos de central, repartidos entre Vermaelen (cosecha del 85) y Mathieu (del 83). Enorme desembolso para un roto de las dimensiones de Puyol (que dejó incluso su cargo en la secretaría técnica tras el despido de Zubizarreta). El belga debutó en la última jornada de Liga y el francés solo jugó el descuento frente a la Juve. Y sin embargo, es innegable la repercusión del ex del Valencia en el primer título de la era Lucho. Sus goles ante el Real Madrid y el equipo che propiciaron dos victorias clave en el torneo de la regularidad.

Tan útiles como los de Rakitic y Suárez, otros dos recién llegados, cuyas dianas decidieron la final de la Champions. En el primero se demostró que el Barça mantiene el toque, aunque no requiere de tantos para salvar líneas. El croata hizo buena una acción colectiva: cambio de orientación de Messi, dejada de Alba, aguante de Neymar e irrupción de Iniesta. Sin Xavi, los azulgrana pierden control del juego, pero Rákitic aporta llegada y velocidad en la transición. En el segundo, inició el contraataque que culminaron en dos tiempos Messi y Suárez. El uruguayo, falto de ritmo en su reaparición, ha acabado llenando el vacío en punta.

Apto para un tridente móvil o para ejercer de 9 puro, combina, fija centrales, cae a banda, presiona, remata y multiplica las opciones ofensivas de Luis Enrique. El asturiano le ha sacado jugo, como a sus compañeros; del renegado Alves a los dosificados Xavi e Iniesta. Además, ha revitalizado a Messi y ampliado el registro colectivo alejándose de Guardiola, al que ahora vuelve a emparentar el misterio de la renovación. Como Pep, Lucho se hace de rogar. Para eso está en su casa.