Se clasifica para sus quintos Juegos en los que nadará tres pruebas individuales
04 jul 2016 . Actualizado a las 11:54 h.El pasado 30 de junio Michael Phelps (Baltimore, EE. UU., 1985) cumplió 31 años. Una edad ideal para casi cualquier deportista, menos quizás para un gimnasta o un nadador. La exigencia de encharcarse en cloro a diario durante horas no permite carreras excesivamente longevas. Sin embargo, cuando Phelps celebró su cumpleaños ya sabía que participaría en sus quintos Juegos, una cifra propia de una epopeya que lo ha llevado a firmar 22 medallas olímpicas, más que nadie en la historia. Nadará tres pruebas individuales en Brasil. Los 100 y 200 metros mariposa y los 200 estilos. Y es más que probable que forme parte del equipo de relevos de Estados Unidos, firme candidato al podio, con lo que su nómina de metales parece en camino de volver a dispararse.
Nadie lo habría imaginado dos años antes, cuando anunció que entraría en una clínica de desintoxicación tras ser detenido por conducir bajo los efectos del alcohol. No era la primera vez que le sucedía un episodio semejante. A Phelps le ha perseguido la polémica. Incluso en el 2009, tras los Juegos de Pekín donde consiguió el récord de los ocho oros, llegó a ser portada de una revista de su país sosteniendo una pipa de las que habitualmente se destinan a fumar marihuana. Su último tropiezo le apartó del Mundial de Kazán del 2015 y en aquellos instantes su proyecto olímpico quedó más tocado que nunca.
De hecho, ya pocos le habían creído cuando en abril del 2014 -poco antes de su último incidente al volante- aseguró que se iba a centrar en la preparación para los Juegos. Semejaba que, pese a su resistencia, su tiempo había pasado. Que había pasado demasiado desde Londres como para poder volver a encender la mecha. Pero Phelps se encomendó a su entrenador de toda la vida, al hombre que lo moldeó en la lámina de agua. Confió de nuevo en Bob Bowman y la magia tardó poco en volver a emerger.
Un horizonte jamás explorado
Ahora se enfrenta a otro reto titánico, a un horizonte jamás explorado, algo que ha sido una constante en su inmensa carrera que comenzó a alumbrar con 15 años cuando disputó la final de los 200 mariposa en Sídney. En Río quiere tener el privilegio de ser el único nadador en ganar una medalla de oro rebasada la treintena. Pocos dudan ahora de que el tiburón de Baltimore ha vuelto y de que si alguien es capaz de estirar una leyenda, ese es él.