La World Sailing debate en Barcelona la inclusión en Tokio 2020 de una clase con «foils», elementos que elevan los barcos sobre el mar, la versión más radical de la vela y que ilusiona a las estrellas gallegas
09 nov 2016 . Actualizado a las 11:49 h.«Estamos aprendiendo a volar». La frase es del pontevedrés Fernando Echavarri. Pero también de su compañero en Tornado en aquel primer oro de la vela gallega en unos Juegos, en Pekín 2008, el vilagarciano Antón Paz. Y lo comparte la ourensana Támara Echegoyen, campeona en el Elliott 6.0 en Londres 2012. No es que los tres se hayan pasado a la aeronáutica. Al menos, no del todo. Porque cuando Echavarri, Paz y Echegoyen hablan de volar, lo hacen con los pies sobre el casco de un catamarán alzado medio metro sobre el agua. Con dos timones y otros tantos foils -orzas- como únicos puntos de anclaje y, lo más importante, de rozadura con el elemento líquido, reduciendo la resistencia al tiempo que se incrementa la velocidad y la limpieza de la navegación. Llega la era de los barcos voladores, más conocidos como barcos con foils, hasta el punto de figurar en la agenda de novedades para los Juegos de Tokio 2020 que se debaten mañana en Barcelona en la conferencia anual de la World Sailing, la Federación Internacional de Vela. Galicia se apresta a situarse en su vanguardia. Dentro y fuera del agua.
«Son espectaculares las velocidades que se alcanzan en el agua, el rozamiento es mínimo, casi como el avión», explica Echavarri. «A sensación de velocidade ao ir polo aire é totalmente distinta á dos outros barcos, ata a dos máis rápidos. Require de todos os sentidos», apunta Paz. «Tenemos que dejar de navegar en barcos lentos para pasar a los foils. Las grandes competiciones usan foils. Es un punto de espectacularidad más en la vela, y los propios regatistas lo piden», añade Echegoyen. «Clases innovadoras y formatos de competición excitantes están llevando la vela un paso más allá», razona Andy Hunt, CEO de la World Sailing.
Revolución con diseño gallego
¿De qué hablamos cuando nos referimos a un barco volador? El físico e ingeniero naval santiagués Gonzalo Redondo lo explica con conocimiento de causa. En calidad de miembro de aquel grupo de ingenieros y demás especialistas que abrieron el camino con el último gran salto tecnológico en los barcos de la Copa América. Y también como propietario desde el 2013 de la firma compostelana D3 Applied Technologies, que entre sus hitos en su corta existencia puede presumir de haber creado en el 2014 las primeras orzas en Z diseñadas en el mundo. Las que han servido de base para la evolución del modelo del Nacra 17 de los Juegos de Río que suena como principal candidata a primer barco volador en la historia olímpica.
«En el 2011 el barco neozelandés de la edición 2013 de la Copa América incorporó un foil en L, con timones en T. Era el primer catamarán volador de competición. Tras ganar la Volvo Ocean Race con el Groupama francés, yo estaba en el equipo de diseñadores del Artemis sueco, me ocupaba de la hidrodinámica, por lo que los foils eran parte de mi trabajo. Al final todos acabamos volando», recuerda Redondo.
Aquellos gigantes de 72 pies -hoy compiten cascos de 48- se elevaban «entre 1,5 y 2 metros sobre el agua», explica. El Nacra 17 lo hace hasta medio metro. Al igual que el Clase A, que diseña la firma del santiagués )y fabrica un astillero polaco), que está sirviendo a Echavarri y Paz para iniciarse en los barcos voladores.
El mismo principio que un avión
«Por condiciones, las rías gallegas son ideales para probar los prototipos que diseñamos en nuestro supercomputador porque nos permiten navegar todo el año en mar plano, imprescindible para poder llevar el barco al límite, comentaRedondo.
«El principio es el mismo que el de un avión, pero en el agua», expone el físico e ingeniero naval compostelano. «El barco está diseñado para que vuele a una determinada altura. Ese control de la altura es lo más importante, porque si no se vuelve inestable, los foils salen del agua y el barco cae». Con timones en T, la primera clave para que un barco vuele está en la forma de sus foils. Cual alas, deben dibujar una L o una Z.
Tanto las orzas del Clase A como del Nacra 17, en Z, ejercen dos fuerzas hidrodinámicas de empuje opuestas al peso del barco en condición de equilibrio. «Con poco viento los tripulantes cargan las orzas para que se levante el barco, y a medida que sube el viento, van quitando carga para que haya equilibrio». Un modo de navegación que permite al catamarán de 17 pies llegar a triplicar la velocidad de vientos flojos y medios, y alcanzar un máximo de 30 nudos, 7 más que la velocidad punta manejada por la versión de la clase empleada en los Juegos de Río, carente de tecnología voladora. Así, con los foils en Z a partir de 6 nudos el Nacra 17 ya podrá volar haciendo mucho más espectaculares las hasta ahora aburridas regatas de poco viento. Y en condiciones extremas «las orzas y los timones le darán estabilidad al Nacra 17, haciendo que no vuele, pero logrando un barco más noble, no tan imprevisible», subraya el creador de la orza en Z.
Convertida en parte de su preparación para Río a bordo de un Moth, Echegoyen defiende la inclusión de los barcos voladores en Tokio 2020, porque «es el futuro». «Con foils la vela se convierte en un deporte de cierto riesgo -el uso de casco es obligatorio-, lo que haría que ciertos patrocinadores se interesasen más por ella. Si no es en Tokio, tendrá que ser en los siguientes Juegos», opina Echavarri. Antón Paz, que este año se ha comprado un Clase A para rodarse «con vistas a enrolarme en barcos grandes con foils», sin descartar la Copa América, repite la palabra «futuro». Claro que, visto lo visto, el futuro parece hablar en presente.