Toma el relevo de la mítica Elena Roca en el referente del rugbi femenino español
19 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.Es la gente del rugbi. Por razones que la ciencia todavía no ha logrado explicar, hay un aura que los acompaña. Ferrolano de corazón, Francisco Usero Bárcena (Santiago, 1979) no iba a ser una excepción y la conversación fluye como el rugbi champán, ágil pero intensa. Uno de los hilos conductores del oval gallego de las últimas décadas sucede en el banquillo, al lado de Jos Portos, del CRAT Residencia Rialta (equipo de referencia en la máxima categoría femenina española) a otro mito: Elena Roca.
—Casi nada.
—Ella es mucho más que yo para el rugbi gallego, sin duda. Fue la primera internacional, ganó una Liga como entrenadora... Se nota su mano. Llego a un club serio y preparado, en el que las jugadoras hablan y entienden de rugbi.
—Habiendo sido su bisabuelo, Manuel Bárcena de Andrés, primer presidente del Celta, ¿qué inercia le llevó al rugbi?
—Me gusta mucho más que el fútbol. Además, paradójicamente, en mi casa no son muy futboleros, ni deportistas. Yo era un estudiante regular y me internaron en Peleteiro. Yo había jugado al fútbol sala y al baloncesto, pero en COU llegó otro chico, hijo de británicos en A Illa, que hablaba inglés con gheada y me dijo: «Eres muy bruto y corres mucho. Vente».
—Grandes estereotipos.
—El caso es que probé y pensé: «Este deporte se hizo para mí». Aunque es verdad que a veces me digo: «Qué carallo hago yo aquí». Así que guardo un grato recuerdo de Peleteiro, pero solo por eso. Para mí, es el mejor deporte del mundo, por la importancia del colectivo. Con solo uno bueno no eres nadie.
—Volvamos a los topicazos.
—El jugador de rugbi encaja en un cierto perfil socioeconómico, pero es un deporte que integra todo tipo de fisionomías, aunque debes tener predisposición al contacto físico y la lucha. Nadie tiene que pasarlo mal practicando un deporte. Aunque vendamos que es una disciplina de evasión, hay momentos en los que tienes que atropellar y en los que serás atropellado.
—Algunos lo consideran violento.
—Es que no lo es, o lo es cada vez menos. Y se nos protege más. Se aplican demasiados estereotipos. Pero mira, todo evoluciona. Hemos pasado de INEF a Ciencias del Deporte.
—Los valores también se pusieron en entredicho, sobre todo por los conflictos de la selección española.
—Se ha futbolizado un poco, pero se debe a la masificación. Alguno puede dar mala imagen. Y antes, si era uno, el resto le callaban.
—¿Qué opina de la exclusión del Mundial a causa del fraude en los nacionalizados?
—No nos hace ningún favor llevar al Mundial jugadores no formados en España. Y es duro ser español y ver que es imposible jugar en la selección. Es indudable que se dejan todo y marcan diferencias, pero este modelo no ha funcionado. Apostemos por la formación y la gente de la casa. Los fichajes suben mucho el nivel. Solo un jugador aumenta mucho el ritmo, pero debe estar muy regulado.
—Usted fue internacional.
—Otra historia tremenda. Soy preseleccionado con 28 años. Un jueves me dicen que iría a jugar a Francia, invito a todos para celebrarlo, y el viernes, me dicen que no. Decepción máxima. Dejé el rugbi y volví a Ferrol. Al año, Monreal y Maxwell me convencen para jugar en Vigo. Me hago casi 400 kilómetros para ir a entrenar. Becado, porque nunca cobré. Y con 33 años, me llama la selección española. No me lo creí hasta que estaba en el avión. Y sonó el himno y fue muy bonito y todo eso, pero no es comparable con una alegría colectiva como ascender con Vigo a División de Honor.
—Habla de cobrar.
—Es que eso del rugbi profesional no existe. Como no ingreses al menos tres mil euros al mes durante años, tu futuro no está asegurado y tendrás que trabajar además en otra cosa, y estudiar. Aunque es cierto que cada vez se cobra más y hay profesionales más cualificados. Mira el fútbol. Antes te entrenaba el padre que tenía tiempo y ahora un chaval con título nacional. Antes Mágico González era el rey y ahora...
—Los minoritarios.
—Debemos ofertar complementos de ocio. Música de bandas locales, ambigú, iniciativas culturales, aprovechar la fotogenia del rugbi y el alcance de las redes sociales.
—¿Qué se cuece dentro de una melé?
—Ya se coció más. Hasta se habla de suprimirla. En Argentina dicen que el resultado es lo de menos y la melé, lo de más.
—¿A qué aspira con el CRAT?
—A que la gente vea espectáculo, que las jugadoras sean deportistas íntegras, un ejemplo para las niñas y que se superen los preconceptos de morfotipos femeninos.
EN CORTO
Dejarse en manos de Pakito Usero podría ser un buen negocio, ya que inspira la suficiente confianza como para cederle la responsabilidad de las tareas domésticas más delicadas. Aunque también podría ser un craso error.
—Se me ha estropeado la lavadora. ¿Le llamo a usted para que me la arregle?
—Nunca. En la vida. Es más, si tenemos que lavar a mano esa ropa que te quedó pendiente, va a quedar mal, seguro.
—Bueno, pues le encargo la cena de esta noche para toda la familia. ¿Se atreve?
—Pues mira, no me disgusta cocinar, pero en mi casa prefieren que no lo haga. Ensucio mucho. Para ser más exactos, uso demasiados utensilios y limpio poco.
—Pero comer le gustará...
—Sobre todo croquetas. Me gustan de casi todo. Hasta tengo un sitio preferido en Ferrol donde voy siempre que puedo a celebrar el día de la croqueta.
—¿Rugbi VII o XV?
—Son deportes distintos. Algunos, adaptaciones en pos del espectáculo. Por este orden: XV, XIII, VII y rugbi playa.
—¿Nueva Zelanda o Australia?
—Soy un poco All Black y un poco irlandés. Viví en Irlanda, aunque no llegué a jugar más que una pachanga.
—¿Viaja?
—Mucho, y casi siempre con la excusa de ver partidos de rugbi: Escocia, Londres, Francia, Roma... Nueva Zelanda es el que tengo pendiente. Tengo una hucha para ir, pero siempre hay algo más importante que me obliga a romperla.
—¿Aficiones?
—Leo biografías de deportistas y, siempre que puedo, monto a caballo.