El árbitro que perdió un brazo para ganar su partido contra el cáncer

Ana Iglesias Lago
ANA IGLESIAS REDACCIÓN / LA VOZ

DEPORTES

Un sarcoma cambió la vida de David García de la Loma el mismo año en el que logró el ascenso para dirigir encuentros en Segunda Federación

13 nov 2022 . Actualizado a las 17:50 h.

Tenía 16 años. Era juvenil de primer año. Acabó su partido y tan pronto sonó el pitido final tomó la decisión. Él quería ser el que ejecutase aquel sonido. Se dirigió al colegiado de aquel encuentro y le preguntó dónde estaba el colegio de árbitros de Palencia, donde residía. Quería apuntarse. Era el año 2009. Ahí comenzó la historia de David García de la Loma (Palencia, 1993) en el arbitraje. Continúa hoy. Pero su partido más importante lo dirigió en el 2019. En ese momento recorría los campos de Tercera División de Castilla y León cuando se notó un bulto en el codo. «Fui al médico, me lo quité y listo. No era nada alarmante para los doctores, así que no le di mucha importancia», recuerda.

Continuó su vida entre el arbitraje y su trabajo en una consultoría tecnológica en su ciudad natal. Pero el bulto había vuelto a aparecer mientras preparaba las pruebas físicas para lograr el ascenso a Segunda Federación. En julio del 2020 le dan la deseada noticia: la próxima campaña será arbitro en la nueva categoría. Su alegría se desvaneció tan solo dos semanas después para desmoronar todos sus planes. «Me empezaron a hacer pruebas más concretas y me dijeron que tenía un sarcoma sinovial en el brazo derecho», relata.

Una semana después del diagnóstico volvió al hospital para reunirse con los médicos y determinar el tratamiento a seguir. «Me dieron dos opciones: conservar el brazo sabiendo que después del tratamiento de quimioterapia y radioterapia perdería toda la funcionalidad o amputar. Decidí lo segundo porque si lo conservaba también lo hacía la zona de riesgo», cuenta de la Loma. «Cuando me operaron no sabía si podría vestirme solo, comer, arreglarme... ese fue mi principal impacto», relata.

La llamada que lo tranquilizó

En medio de la vorágine que vivía, descolgó el teléfono y llamó al Comité Técnico de Árbitros. «El principal problema era yo. Me ponía barreras a mí mismo. No me veía capaz de ver las cosas a largo plazo», explica. Pero aquella llamada lo tranquilizó. «Me dijeron que me centrase en lo importante, que me recuperase y que en el futuro ellos estarían ahí. Me hicieron seguimiento el médico y el fisio del comité para ir cogiendo ritmo poco a poco», relata. Un año después, la pesadilla había acabado. «En enero me dicen que los resultados son positivos», afirma. El deporte fue vital en la fase de recuperación y una vez que los médicos le dicen que todo había pasado, su objetivo primordial era retomar su vida donde la había dejado.

El ansiado ascenso como árbitro a Segunda Federación, que había tenido que posponer un año, llegó esta temporada. El pasado mes de septiembre, con 28 años, debutó como colegiado principal. Dirigió un partido entre el Atlético de Madrid B y el Don Benito. «Fue emocionante. Se me juntaron un montón de sentimientos, sensaciones y recuerdos. Estaba muy contento porque por fin alcanzaba algo para lo que había trabajado mucho. Fue muy reconfortante sentir que el cáncer no me había parado», afirma. «Vestirme de corto en el campo me ayudó a convencerme de que todo por lo que había peleado y luchado, por fin lo había conseguido», relata emocionado.

Ahora recorre kilómetros cada fin de semana por los campos de Segunda RFEF. Galicia, Asturias y Castilla y León son sus destinos. Pero su meta sigue siendo ambiciosa. David quiere seguir ascendiendo de categoría. «No considero un factor limitante que me falte un brazo. Si acierto en mis decisiones durante los partidos y cumplo físicamente, son criterios más que suficientes para conseguir seguir creciendo», relata David.

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«¿Cómo iba a haber un colegiado sin un brazo?»

La vida le dio un vuelco completo. De la felicidad absoluta de haber conseguido su ascenso como árbitro a enfrentarse a una enfermedad cuya sola palabra aterroriza. «Para esto no hay madurez. La palabra cáncer es tabú hoy en día y, por desgracia, se suele asociar a la muerte», afirma.

Meses de tratamiento. Cientos de pensamientos pasando por su cabeza sobre cómo afrontar su nueva vida. «Me cambiaron las reglas del juego y tuve que pasarme la vida en el modo difícil», reconoce.

Su caso es el ejemplo de la constancia. De superarse a sí mismo cada día a pesar de lo complicado que te lo ponga la vida. «Lo que me pasó a mi puede ayudar a cualquier persona que esté pasando por algo parecido. Hay que saber adaptarse a lo que viene y seguir hacia adelante», afirma.

Después de la operación retomó su objetivo a pesar de la incertidumbre. «¿Cómo iba a haber un árbitro sin un brazo? Es era el pensamiento que tenía al principio. Incluso preguntaba a la gente y lo veían raro», afirma.

Pero su primera tarjeta fue roja, y fue a la enfermedad. «Poder arbitrar significa que he tenido que superar un montón de barreras. Lo que antes era algo mecánico ahora se convierte en muchos retos», admite.

Su estreno fue en El Cerro del Espino, donde estuvo acompañado de sus padres y de su hermano, que formó parte del equipo arbitral como juez de línea. Ahora, a pesar del ritmo que supone combinar su trabajo con el arbitraje, disfruta organizando sus viajes cada fin de semana. David dispone de un bagaje especial que le hace ver la vida de otra manera. «Me dijeron una frase que ya he hecho mía y que en momentos malos me ayudar a seguir hacia adelante: perder para ganar». Tres palabras que se han convertido en su lema de vida. Una vida que ahora afronta con una sonrisa gracias al fútbol. David es ahora el dueño de ese silbato que le cautivó.