Cuando el deporte es la mejor terapia

DEPORTES

ana garcia

El 23 de marzo de 1998, un accidente dejó sin brazo a Elías y sin pierna a Martín, pero ambos salieron adelante gracias al bodyboard y al tenis

14 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Elías López Santiago (Buño, 1976) y Martín Varela Dourado (Corme, 1979) se conocían desde pequeños, pero fortalecieron su relación gracias al fútbol y a un pub de Ponteceso en donde el segundo pinchaba y el primero ayudaba a servir las copas. Sus anécdotas juntos superan el centenar, aunque es una en concreto las que les dejó bien marcados. El 23 de marzo de 1998, Martín acompañó a Elías a la pionera tienda carballesa Surf & Rock, pues este se había aficionado a un deporte que pocos conocían, el bodyboard. A la vuelta, y con el de Buño conduciendo la Honda CBR 600 en la que llevaba a Martín, un tractor les arrolló en la recta de Pazos (Ponteceso), tras saltarse el stop en el cruce de Brantuas.

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Ambos fueron trasladados e intervenidos de urgencia y mientras que a López hubo que amputarle parte del brazo derecho, a Martín le hicieron lo propio con la pierna del mismo lado. Además, el cormelán también tenía graves hemorragias internas que estuvieron a punto de costarle la vida, pero pudo salvarse. «Eu vía a Martín na cama do lado e sentíame máis mal por el que por min, tiña sentimento de culpabilidade», recuerda el conductor en aquel fatídico momento. Él pasó unos tres meses en el hospital, pero Varela algunos más. No hubo tanta diferencia, sin embargo, en sus actitudes una vez pudieron salir a la calle. Discapacitados con 21 y 19 años. Una situación que necesitó del paso de meses, e incluso de años, para ser superada. «É que eramos moi novos para quedarse sen unha perna ou un brazo», comenta Martín.

Fue Elías el primero en aceptar su nueva realidad, y se propuso volver a disfrutar del placer que le ofrecía el fútbol y el bodyboard: «Volvín practicar ambos deportes sen pensalo moito, porque se lle dás moitas voltas...», comenta. A la tabla se subió de un momento para otro, pero la resalta como la mejor decisión que pudo haber tomado: «Collemos unha furgoneta e percorremos España, Marrocos e Portugal collendo ondas. Estiven varios anos en Canarias exclusivamente para iso, sen traballar e recuperándome do accidente. O bodyboard foi a mellor das miñas terapias, levantábame pola mañá e metíame no mar catro horiñas, comía e volvía pola tarde», indica.

A sus 46 años sigue practicándolo varios días a la semana, además de ser el tercer futbolista más veterano de toda la Costa da Morte jugando para el Buño, equipo en el que debutó y en el que llegó a jugar con su padre, el exdeportivista José Antonio López Villar.

De no pasar la red a la selección

El caso de Martín es todavía más único. Tras varios años en los que no le apetecía ni salir de casa, su hermano lo animó a probar el baloncesto, pero no cuajó.«Non estaba preparado para un deporte así, porque eu estaba psicoloxicamente afundido», advierte. Así que un día, después de ver un reportaje sobre Álvaro Illobre, cogió unas raquetas que tenía por casa y se fue a una pista de Corme, donde ataron una cuerda que hiciese como red. «Non collera unha raqueta na miña vida, deberon pasar meses ata que logrei superar a rede con tres bolas seguidas. Era tétrico e moi frustrante», rememora el que estaba convencido de que iba a ser el portero del Corme.

Paso a paso la habilidad y el talento fue saliendo a la luz y, sin darse cuenta, en pocos años ya estaba en el circuito profesional. «No 2006 gañei o meu primeiro torneo en Tenerife, e a partir de aí entras nun nivel de disciplina e obrigacións que xa nada ten que ver coa inclusión do deporte adaptado. Nós éramos profesionais, a secas. Ou mellor dito, semiprofesionais, porque non gañabamos tanto» bromea. No obstante, para él, incluso el tenis profesional fue inclusivo, pues le devolvió la ilusión: «Meteume de novo na sociedade, dinme conta de que ao fin e ao cabo a min só me faltaba unha perna, pero xogaba contra rivais que non podían facer moitas cousas das que eu si. Entón reflexionei, ¡Que carallo fago eu queixándome!».

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Fue entonces cuando aprendió a disfrutar y, divirtiéndose, no había casi nadie que lo pudiese parar con una raqueta en la mano. Pese a empezar a los 23 años, una edad muy tardía para la mayoría, pronto se convirtió en una referencia a nivel nacional e internacional. Ganó la Copa de España, el Campeonato de España individual (dos veces) y el de dobles haciendo pareja con Álvaro Illobre (dos veces). En su palmarés ostenta más de treinta títulos nacionales y más de cinco a nivel internacional, además de participar en ocho Copas del Mundo y en múltiples Campeonatos de Europa.

Retirado ya desde el 2018, admite que tiene olvidada su raqueta, aunque espera retomarla pronto para animar a sus hijos a que prueben esa actividad que a su progenitor le sirvió para seguir adelante. Igual que Elías, que espera llegar a jugar con su hijo en Buño, como hizo él con su padre.

«Se houbera máquina do tempo, non sei se a usaría» 

Al igual que Elías fue uno de los primeros adolescentes en tumbarse en una tabla para coger las olas en la Costa da Morte, Martín fue pionero en otra disciplina: la escalada. La había conocido en A Coruña y a un «mono que lle gustaba subirse ás arbores» como él, le enamoró al instante. Disfrutaba mucho practicándola, pese a que los rocódromos fuesen poco menos que una utopía. Lo compaginaba con el fútbol, siendo portero del Corme juvenil. Hasta que todo cambió. Lo normal sería sentir empatía por aquel joven que nunca pudo continuar con sus dos pasiones, pero nada más lejos de la verdad. Aunque le costó asimilarlo, Varela es ahora muy consciente de lo afortunado que ha sido al conocer el tenis adaptado.

«Ti sabes o que é ter un cachorro de tigre nas mans no medio de Sudáfrica, ou vivir un partido na Bombonera?», responde cuando se le pregunta por qué cataloga de fortuna su accidente. Lo basa en experiencias, en sensaciones que solo ha podido experimentar gracias a haber atado aquella cuerda en una pista al aire libre en Corme. «Se tivera unha máquina do tempo e me ofreceran volver ao pasado, non sei se a usaría», admite.

Ana García

Recorrió todo el mundo con su raqueta. «En Europa só me quedan sen visitar dous ou tres países», resume. Unas vivencias que le han surtido de amigos por todos los rincones del planeta. «Se mañá quero marchar a Buenos Aires, sei que alí teño a Gustavo Fernández, que ademais de ser un dos mellores, é un gran compañeiro».

Por suerte, o por su talento y duro trabajo, también pudo conocer a Rafael Nadal y Nicolás Almagro, con los que coincidió más de una vez, y a los que vio crecer a lo largo de las últimas décadas. También con Tommy Robredo, que llegó a ser su recogepelotas y con el que ahora le une una buena amistad. «Quen me ía dicir a min en xuvenís, cando o que quería era ser porteiro do Corme sénior, que ía vivir todo isto», concluye Martín.