Con 20 años militaba en la segunda liga de Serbia, sin imaginar que se podría dedicar a ello. Ahora, es uno de los líderes del Leyma Básquet
06 dic 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Su cara todavía refleja la decepción tras caer ante el Fuenlabrada. Le cuesta superarlo y lo asume. Goran Huskic (Belgrado, 1992) es uno de los pilares fundamentales del Leyma Básquet Coruña. No quiere oír hablar del ascenso. No cree que les beneficie.
—¿Cómo se siente después de la derrota ante el Fuenlabrada?
—Estoy decepcionado y triste, pero hay que asumirlo cuanto antes. Tenemos que centrarnos en el partido contra el Gipuzkoa y olvidar el pasado.
—Ante el San Pablo faltó fortuna anotadora, sobre todo desde la línea de tres, algo que volvió a ocurrir el pasado domingo.
—Nosotros no somos los Lakers, podemos perder partidos perfectamente, no estamos tres niveles por encima del resto. Pero sí que estamos trabajando muy duro cada día para ganar los máximos encuentros posibles. Nos cuesta cuando no cumplimos.
—¿Cree que la plantilla tiene cierta dependencia de usted?
—Somos doce jugadores. Todos tienen calidad para romper dinámicas en cualquier momento y darle la vuelta al partido. No creo que solo sea yo capaz de hacerlo.
—¿Cómo se está encontrando esta temporada en su vuelta a España?
—Los últimos dos años que estuve fuera fui el pívot principal en los dos equipos. No echaba de menos ser importante, extrañaba España, porque me encanta la forma de vida. Y también su baloncesto. Como jugador he crecido prácticamente aquí, vine con 20 años, como un anónimo de Serbia. Ni en mi país tenía nombre. Me he creado aquí, es mi noveno año, me siento cómodo y me gusta todo. Quiero vivir en Serbia, pero si tengo que elegir en otro país, sería España. Es mi sitio favorito.
—¿Qué culpa tuvo Epi en que esté aquí ahora?
—Si él no estuviera aquí, probablemente yo no hubiese venido, porque no conocía a nadie. Con él trabajé muchos años en Burgos y es el entrenador con el que más he crecido. Tenemos muy buena relación, con mucho respeto y confianza. Cuando quise volver a España, él estaba en mi mente.
—Nació en 1992, en pleno estallido de la Guerra de los Balcanes. ¿Cómo fue su infancia?
—En esa primera guerra de Yugoslavia, yo era muy pequeño y no recuerdo nada. Pero sí que en 1999, cuando había sanciones, recuerdo que no se vivía bien. Mi padre, una vez, recibió el salario y se fue a echar la siesta y, cuando despertó, como no se lo había gastado, ya no podía comprar nada. En esa hora y media, la inflación era tan alta por sanciones que no tenía ni para pan. Simplemente, por un rato de siesta. No se vivía muy bien, pero cuando eres pequeño no entiendes mucho.
—¿Cómo empezó a dedicarse al baloncesto?
—Mi tío, el hermano de mi padre, era jugador y fui a verlo. Por él empecé a entrenar con 8 años.
—¿Cómo fueron esos primeros años?
—Mi camino deportivo es más raro de lo habitual. Hay jugadores que llegan a la ACB, a altos niveles del baloncesto europeo o a selecciones nacionales, con 14 o 15 años. Yo, hasta los 20, estaba en la segunda liga en Serbia. Entrenaba cuatro veces por semana y teníamos 5 jugadas. De repente, me fui un año a Estados Unidos y, desde ahí, acabé en San Sebastián con Sito Alonso, que tenía 75 jugadas. Estaba perdido. No tenía decidido ser profesional y dedicarme a esto, simplemente entrenaba, estaba jugando bien, tenía talento, poco a poco me iban reconociendo, y llegué a profesional. No tomé la decisión, simplemente pasó.
—¿Cuál era su plan B?
—Mi plan A era la escuela. El baloncesto era el plan B.
—Pero, ¿qué quería ser de mayor?
—Mi padre y mi hermano son ingenieros, y mi madre profesora de matemáticas. En mi familia todos han acabado la universidad y yo soy el único que no lo hice.
—¿Llegó a empezarla?
—No. Después del instituto ya empecé a jugar profesionalmente.
—¿Tuvo miedo a fracasar?
—Mil veces. El deporte profesional se trata de sobrevivir a los bajones. Siempre estás arriba y abajo. La gente que vive de ello, es gracias a que se ha sabido sobreponerse.
«Necesito dos días para asumir una derrota»
Se refugia cerca del mar y adora la comida gallega. Huskic vive al día, pero sueña con una familia numerosa.
—El inicio arrollador del equipo esta temporada, ¿les pudo hacer pecar de confianza?
—Hemos empezado bien. Tenemos un equipazo y mucho talento, pero no nos ayuda hablar de lograr primeros puestos o ascender. Tenemos muchos jugadores muy jóvenes que no tienen mucha experiencia. El club ha hecho un gran esfuerzo, pero no esta acostumbrado a ocupar esa posición. Nos mataron las derrotas en Menorca y Cáceres. Somos culpables de eso. Somos mejores y teníamos que haber ganado. Eso nos perjudicó en el ritmo de temporada.
—¿Cómo cuida la salud mental?
—Lo llevo diferente o peor que otros jugadores. Cuando perdemos, los dos días posteriores, necesito asumir y tragar lo sucedido. Algunos después del partido hacen reset y siguen adelante. Yo no soy capaz. No creo que sea el mejor en ese sentido.
—Además del baloncesto, tiene una empresa de ropa deportiva.
—Sí, la he creado con mi esposa. Es ropa para mujeres, para una forma de vida deportiva activa. Estamos intentando crear algo bonito.
—¿Dónde se ve Goran Huskic dentro de diez años?
—Trabajando en algo que me guste, que no sea de 8 a 5, y con lo que pueda organizar mi día como yo quiero. Tener muchos hijos, una familia grande y dedicarme a educarlos.
—Es una fantasía.
—Ese es el objetivo. Sé que a día de hoy conseguirlo es muy difícil. Pero vamos a ver dónde llegamos.
—¿Cuál es su lugar favorito de A Coruña?
—En el primer mes y medio aquí, vivía al lado de la playa, cerca del Obelisco. Allí hay unas rocas con un banco. Pasaba mucho tiempo ahí.
—¿Qué es lo que más extraña de su país?
—Mi cama. Mi casa. A mis padres, a mi abuela. Cosas de mi infancia.
—¿Cómo pasará las Navidades?
—Mi mujer y mi hija se van ahora. Me quedaré solo, pero no es la primera vez.
—¿Qué deseo le pediría?
—No estar solo, y algún tipo de comida.
—¿Algo gallego?
—Sí. Pulpo, caldo gallego porque me da mucho calor y alimenta, y también la carne roja. Aquí las vacas gallegas son muy bonitas.