
Me entero de la muerte de Carles Falcón a través de un periodista de La Voz. Sabíamos que estaba mal, pero aquí en el Dakar es complicado obtener información de lo que está pasando fuera. Es un palo muy, muy grande para todos. Y así se siente aquí. Te queda muy mal cuerpo y una sensación extraña. Es cierto que yo no lo conocía mucho, aunque sí lo vi en Barcelona, durante la presentación, pero, desgraciadamente, ya me ha tocado vivir situaciones similares y tengo claro que es la cara más amarga del Dakar, sin duda. En el 2005 murió mi amigo El Carni y yo estaba corriendo con una moto que había sido de él. Ese mismo día habíamos desayunado juntos. Y por la noche lo tuvieron que trasladar de urgencia para España, aunque ya nada se pudo hacer. Al día siguiente, le tocó a Fabricio Meoni. En el 2006, vi tirado a Andy Caldecott, que también acabó falleciendo.
No obstante, la que más sentí fue la de Paulo Gonçalves, en el 2020, porque éramos amigos. Me enteré que había fallecido por las redes sociales mientras yo iba en un coche de asistencia. No hacía más que unas horas que habíamos estado charlando, y fue un golpe duro. Es tremendo, pero ese miedo hay que convertirlo en respeto para poder competir en pruebas como esta. Imagino que estos días guardaremos un minuto de silencio, aunque en el campamento, seguro que hay alguna de las 5.000 personas que ni se ha enterado. Al final, estamos en un desierto y alejados de todo.