Supongo que ese adjetivo permite nombrar el acto de fe de España. Grecia y toda Francia lloran nuevamente. Porque España resiste. Se sujeta al torneo. Y sueña con Canadá el viernes. Somos de otra pasta. Lo vieron los griegos y también los gauchos. España siempre está. Siempre compite. Grandísimo Scariolo.
Otra vez ausente Lorenzo, primero nos pusimos en manos de Aldama. El chico está de moda y en forma. Luego, llegó el momento mandarina, donde Llull se hace eterno. La que le mete en la cara de Giannis Antetokounmpo fue lo mejor de ese primer cuarto inicial. Llegamos vivos al mejor momento heleno (21-22).
Y de repente apareció España. Simplemente perfecto en ambos lados. Ciegos para encontrar espacios en la zona, en el press todo campo, los griegos se vieron colapsados. Y además llegó el recital desde la línea de tres puntos. Y una maravilla. Se llama Jaime, de apellido Padilla. De tres, de dos, asistencia imperial y gran defensa. El niño de Zaragoza nos iluminó. Y se unieron todos a la fiesta. Descanso. 49-35. La locura.
El refrigerio sirvió para dar empuje a los helenos. Ya volvían a correr y encontrar a Anteto. Llamada al orden. Vuelta a la zona. Parada técnica de los griegos. Aparece Hernángomez en el rebote y en el roll. Pero un puñal de Toliopoulos en el último segundo da un parcial de 13-21. Puf. Tocaba volver. Por cierto, los sonidos de flauta francesa ya eran muy clamorosos.
Y tocó la resistencia. La lucha del punto a punto. Del catenaccio. De la pelea en cada refriega. Y fuimos un muro. Nos rehicimos. Sufrimos. Apareció Rodolfo con dos triples mágicos. Y fuimos encontrando los huecos. Una labor de conjunto para darnos una victoria que nos permite seguir soñando. Qué alegría. Nunca nos rendimos. Eso es España.