Rodrigo Corrales, el gigante talismán

DEPORTES

AFP7 vía Europa Press | EUROPAPRESS

El portero de los Hispanos acumula 17 títulos entre clubes y medallas con la selección desde que salió de Cangas y este domingo busca su segundo bronce olímpico

11 ago 2024 . Actualizado a las 00:21 h.

Cuando Rodrigo Corrales Rodal (Cangas, 1991) se sentó por primera vez en el mismo pupitre que Pepe Camiña, su amigo del alma e hijo del expresidente del Balonmán Cangas, raramente podría suponer que aquella aparición mágica en su día derivaría en semejante palmarés.

El portero de los Hispanos atesora a lo largo de su carrera deportiva la friolera de 17 títulos. Cinco con el PSG, seis con el Vészprem húngaro y otros tantos con la selección española, con la que este domingo (9.00 horas, La 1, Eurosport) podría sumar la séptima medalla si son capaces de ganar el partido por el bronce olímpico ante Eslovenia, un equipo que se encuentran por todos lados en los últimos tiempos. En el Preolímpico y en la fase de grupos, los españoles salieron vencedores y, además, cuentan con el aval de que hasta la fecha han disputado cuatro partidos por el tercer puesto en unos Juegos con otras tantas victorias.

Rodrigo comenzó en el fútbol, llegó a O Gatañal de casualidad, la misma que le llevó a la portería. Se puso un día por accidente y se quedó para toda la vida. «Un día, de casualidade, o adestrador púxoo de porteiro nun adestramento e o que facía era innato», comentó en una ocasión Camiña, que compartía equipo y mil cosas más con Rodrigo. Para entonces, el Hispano ya era un gigante: de infantil superaba el 1,80 de estatura (acabó llegando al 2,02).

Pero Corrales no era centímetros, sino que sus cualidades de serie se amontonaban: buenos reflejos, ningún miedo a los impactos del balón, arrobas de intuición y, en muy poco tiempo, sabiduría para explotar su cuerpo con buenos movimientos para tapar todos los ángulos. A los entrenadores de la base del Cangas le sobraron días para saber que tenían en sus manos a un diamante en bruto, pero lo disfrutaron poco, porque a los 15 años el Barcelona tocó a su puerta y terminó cambiando de aires. No lo hizo a la primera, sino que le invadió al morriña y se tomó su tiempo para pensarlo. Rodrigo siempre ha sido muy de Cangas, a donde vuelve siempre que puede; del Cangas, el equipo en el que quiere retirarse y del que sigue todos los partidos siempre que tiene ocasión; y, sobre todo, amigo de sus amigos. Lleva media vida fuera de su localidad de nacimiento y no ha perdido el contacto con ninguno de sus colegas de niñez.

Como deportista, creció en el Barcelona, pero fueron otros dos destinos en donde dio el salto de definitivo: primero, en Huesca, con una cesión y después en el Wisla Poznan, su primer punto de destino al margen de la nave culé después de que pagara su cláusula de rescisión. Políglota y deseoso de empaparse de otras culturas, triunfó en Polonia. Asombró a la Europa balonmanística llevando al Wisla a la Champions y el PSG movió ficha con celeridad para llevárselo a París. Allí estuvo tres años hasta que eligió nuevo destino, el Veszprém húngaro, con el que ya acumula cuatro campañas.

Durante todo este tiempo, ha sido un fijo en las convocatorias de los Hispanos. El cangués acumula 137 participaciones con la absoluta después de pasar por la selección juvenil y júnior y ha sido protagonista en primera persona de muchas de las gestas del balonmano español en la última década (dos bronces mundiales, otro olímpico, dos oros y una plata Europeo).

Cuando se marchó a los Juegos de París, no escondió que su idea era volver a casa con la séptima medalla con la selección y hoy puede contribuir a conseguirlo. El viernes tuvo minutos importantes ante Alemania y Jordi Ribera seguro que lo tiene en su amplia libreta de rotaciones. Si gana el bronce, una de las primeras llamadas será para Cangas, su lugar en el planeta.