Terré pone el broche a la generación dorada del waterpolo femenino

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Ueslei Marcelino | REUTERS

España culmina, con una actuación prodigiosa de la joven, el oro que faltaba en su palmarés

11 ago 2024 . Actualizado a las 00:25 h.

«En el 2007 me llevaron al Mundial de Australia. Era una niña, la que le llevaba las aguas, las pelotas y los gorros a las mayores. Debuté con la selección en el primer partido, contra Grecia. Me decía: ‘Maica, tú haz lo que puedas, pero no falles’. Era muy inocente y estaba muy nerviosa». Mar Sanromá entrenaba a aquella selección, que todavía no sabía lo que era subirse a un podio. De Melbourne, en el estreno de Maica García como internacional, España volvió séptima. El waterpolo femenino español no había pisado entonces un podio internacional. Tampoco unos Juegos Olímpicos. Ausente en Sídney 2000, y en Atenas 2004, tampoco se clasificó para los del 2008. Pero entonces emergía ya la generación que ha cambiado la historia.

Un mes antes de que el gimnasta Li Ning encendiera el pebetero de Pekín, España liquidó los pronósticos del Europeo en el Centro Acuático de Málaga. Allí estaban Pili Peña, Maica García, Anna Espar y Laura Ester, la hija de un vecino de Correxais, en Vilamartín de Valdeorras, emigrado a Barcelona. Se clasificó primera de grupo, eliminó a Hungría en semifinales, y solo un gol le separó del oro en la pelea final con Rusia. Fue el principio. En mitad del siguiente ciclo olímpico, Miki Oca se hizo cargo de la selección. España no solo se clasificó en Londres para sus primeros Juegos. Llegó a la final, que perdió con Estados Unidos. El mismo verdugo que se encontraría en Tokio.

Una hora antes de que ayer España saliera a la Défense Arena, para jugar ante Australia su tercera final olímpica, las norteamericanas, que nunca habían estado ausentes de un podio olímpico, habían perdido el bronce en el último segundo. Una señal para los agoreros. España empezó embravecida, pero trabada. Del primer cuarto salió en tablas, que deshizo, antes del descanso, con un gol de Maica García. En esa ventaja tuvo mucho que ver Martina Terré, la joven meta que no había cumplido los seis años cuando Laura Ester se colgó la plata en Málaga y que había parado diez de los doce primeros lanzamientos de las australianas.

«Me ha emocionado compartir esto con Laura, una mujer que lo ha ganado todo, que es una gran compañera», dijo Terré, visiblemente emocionada, cuando ya había palpado el oro olímpico. En la segunda parte, España se soltó. Mantuvo su eficacia bajo palos y se despegó en el marcador. Ortiz puso a favor el 5-8. Era el inicio del último cuarto. El pabellón rugió. Siena Hearn acortó. Y Maica García, otra vez ella, sacó del guante un gol para la hemeroteca. De nuevo, los tres de ventaja. Y un profundo suspiro. Ese margen fue decisivo para España cuando los nervios se desperezaron y Australia echó el resto a la piscina. Llegó a ponerse 10-11. Pero, otro gol de Maica despejó, con el segundero ya vaciándose, cualquier atisbo de duda. Se escuchó un grito acompasado de alivio. Y jolgorio.

Catorce medallas después

A Martina Terré la zarandeaban. «Me parecen bien los dos», dijo cuando un periodista le cuestionó si prefería que le apodasen Martinator o Extraterrestre. Bajo la batuta de Miki Oca, España ha sido campeona de todo. «Hemos estado cerca y ahora lo conseguimos. Este grupo lleva muchos años a un nivel muy alto». Oca guarda cinco metales olímpicos. A los tres como seleccionador, hay que sumarle el oro en Atlanta 1996 y la plata en Barcelona 1992 como jugador. «Soy un tipo con mucha suerte», sonreía en el podio de la Défense Arena. Y allí, a medio metro, entre la nube de jugadoras que festeja, Piluca, Maica, Anni y Laura. Como en aquella tarde de julio, en Málaga, hace 16 años. Catorce medallas internacionales después.